AEROSMITH “Rocks” (1976)

¡ Comparte esta noticia !

aerosmith_rocksEn su día dejamos pendiente un paseo por los Aerosmith más jóvenes, gloriosos y todo un fenómeno de masas en Estados Unidos durante el segundo lustro de los setenta. El alza de popularidad que otorgó “Toys in the attic” a la banda marcó el devenir de su cuarto larga duración: el álbum se convierte en disco de oro en apenas cuatro meses (agosto de 1975); el quinteto se embarca en una gira frenética por los States que hace de sus vidas un continuo vaivén de aviones, limusinas, conciertos y hoteles; y, como no, empiezan a sentir en carne propia el estatus del “Star System”, con la adquisición de sus primeros Porsches, American Express sin límite con cargo a la compañía de discos, líos de faldas y devaneos con la heroína más que peligrosos.

El siguiente paso era crucial en sus carreras y ellos, en lugar de tomarse la presión como un factor negativo o desestabilizador, encarrilaron la grabación del disco inmersos en el disfrute del lujo que los comenzaba a rodear. Se metieron en su cuartel general, el Wherehouse, un pub privado para uso del grupo que acababan de estrenar pocos meses atrás cerca de Boston. Kramer, Whitford y Hamilton estuvieron en la preproducción con Jack Douglas al frente. Perry, mientras, trataba de encajar la muerte de su padre y durante su “terapia” iba sacando algún riff suelto e ideas que luego eran retocadas adecuadamente. Tyler desesperaba a sus compañeros con unas letras que se hacían de rogar más tiempo del debido una vez acabados los temas. Unamos a esto el hecho de que durante la grabación no pararon de tocar en directo y obtenemos una banda más rodada de lo humanamente comprensible. Una de dos: o esto daría al traste con el reconocimiento alcanzado el año anterior o la banda se haría grande como pocas. Por supuesto, ocurrió lo segundo.

Era casi una tradición guardar el primer puesto del disco a un tema rompedor y que ya te metiera la marcha en el cuerpo. “Same old song and dance” lo hacía en “Get your wings”, así como “Toys in the attic” en su homónimo, ambos de una factura elevadísima. En “Rocks”, “Back in the saddle” propina un subidón de adrenalina al oyente nada más hacerse notar el chillido histérico de Tyler que a la postre será el estribillo: ‘I´m back in the saddle again, I’m baaaaack!’. El segundo corte, “Last child”, se mueve en un tempo muy lento, sin ser la balada que parece en los primeros acordes. Tyler y Whitford crearon este histórico, que retrata las bondades del pequeño pueblo frente al anonimato y la deshumanización de las grandes urbes al cántico de ‘Home sweet home…’, acompasado en segundo plano por el bajo de Tom Hamilton. La tanda de clásicos que abren el álbum se completa con “Rats in the cellar”. Cuatro minutos de canción bastan para que el quinteto vacíe la brillantez que atesora. El riff de libro firmado por Perry contiene una potencia que, de no tratarse de los setenta, hubiera sido puro heavy metal. La suciedad que desprende refleja el estilo de vida en que se encuentra sumido la banda y es la antítesis de la inocencia que pretendía “Toys in the attic”. La armónica de Tyler tampoco se hace esperar y dobla el solo de guitarra en la parte central. Para los pasajes finales dejan un fragmento instrumental más propio de una interpretación en vivo que de una grabación de estudio pero que empapa el tema de autenticidad.

“Combination”, compuesta en su integridad por Joe Perry, muestra al guitarrista en todo su esplendor narrando a su manera el universo que lo rodeaba en aquellos días. Es un tema bastante simple cuya línea de melodía posee una magia especial. Además, al igual que ocurre con “Rats in the cellar”, finaliza con los músicos entregados como si se encontraran en plena jam session. Las repetitivas estrofas de “Sick as a dog” ofrecen un lado semipopero, casi Beatle, que desembocan en unas curiosas palmas de acompañamiento en la última recta. De la segunda mitad del plástico, “Nobody’s fault” es mi favorita con diferencia. Un ritmo dinámico e inquietante del que debieron tomar buena nota en su día Michael Anthony y Alex Van Halen ensalza el trabajo sobresaliente de la pareja Kramer-Hamilton.

“Get the lead out” encierra una frescura que la banda no recuperaría en su totalidad hasta “Permanent vacation” con himnos como “Rag doll” o “Dude (looks like a lady)”. Tyler se mete en su papel de tipo descarado y chulo para cantar unas rimas de lo más extravagantes marca de la casa. “Lick and a promise” contiene la esencia del hard rock que más tarde se pondría en boca de bandas como Poison o Mötley Crüe, lejos de complejidades y perfecto para animar una noche de juerga. La que cierra, “Home tonight”, es fruto de las sesiones de piano de Steven Tyler, de modo que no puede tratarse más que de una balada por las que tanta predilección tiene el “toxic twin”: agradable, iluminada y comercial a más no poder. Si no fuera por el sonido de la grabación, cualquiera le echaría al tema diez años más y con Desmond Child de por medio.

El álbum se hizo con el “galardón” de oro en cuestión de semanas. Una nueva gira le siguió, compartiendo cartel con diversos grupos (Black Sabbath, Jeff Beck, Ted Nugent,…), y su primera incursión en tierras europeas (donde eran unos perfectos desconocidos y la gente no respondió a su llamada; incluso fueron criticados por la prensa británica al atreverse a finalizar su show del Hammersmith Odeon con “Helter Skelter”!) y niponas (con la adaptación del quinteto al atento examen de sus seguidores en el escenario y las muestras de fanatismo más inverosímiles).

“Rocks” puede resumirse en pocas palabras como la culminación de la primera etapa de Aerosmith. Populares, en la cumbre de su carrera y justo antes de comenzar un periodo de crisis con la grabación de “Draw the line”, a la que le sucedería un tour ruinoso (shows cancelados o a medio acabar por un Tyler colocado hasta la médula y sin control alguno). Así eran Aerosmith a finales de los setenta: puro genio y figura hasta en los excesos.

J. A. Puerta