BRÉTEMA “Susurros” (2024)

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Reseña originalmente publicada en catalán en El Rock-Òdrom

El último día del mes de mayo, la neblina levantó el vuelo con el calor de los primeros rayos de sol y vio la luz “Susurros”, el primer trabajo discográfico de Brétema.

Estos Brétema (niebla en gallego) son un proyecto De Hard Rock de influencia americana que cuenta con una alineación repleta de reconocidos músicos de solvencia más que contrastada de la escena española. Así, nos encontramos con Pacho Brea (Ankhara, Hybris, Megara, las bandas de versiones Diabólica y Soulmate y su propia carrera en solitario, entre otras aventuras) en la voz, José Rubio (Trilogy, Warcry, Nueva Era, Ronnie Romero, Evil Hunter) y Robert Beade (Evil Hunter) en las guitarras, Juanjo Cobacho (Medina Azahara) en el bajo y las voces y Joaquín Arellano “El Niño” (Saratoga, Ñu, Ankhara, Cuatro Gatos, José Andrea y un largo etcétera) en la batería.

“Susurros” ha sido grabado y producido magistralmente por el propio José Rubio en los estudios de su propiedad, los Meigasound ubicados en Castrelo de Miño (Ourense), mientras que el artista José Antonio Vives se ha hecho cargo de la portada y el diseño del disco compacto, que contó en su día con “Oscura luz” y “Vuela” como sencillos previos a la publicación.

Respecto a la vertiente lírica, los textos del disco han sido escritos por Pacho Brea (exceptuando “Decirte adiós” que es obra de Yiyi Vega) y casi todos versan sobre el amor desde diferentes ángulos y perspectivas, salvo “Tiempo” que pone el foco sobre la necesidad de la concienciación y la conservación del medio ambiente.

En relación a la instrumentación, la composición también recae en buena parte sobre el cantante gallego (suyos son los arreglos de “Oscura luz”, “Susurros”, “Alguien para amar” y “Tiempo”), si bien ésta se diversifica en partes iguales entre Rubio y Juanjo Cobacho, quien a la vez también colabora con Robert Beade en “Mi mundo”.

Entrando al detalle con “Susurros”, nos encontramos ante canciones de Hard Rock clásico (melódico, pero no azucarado) con cuerpo, alma y sonido actual, y con la esencia de los lejanos (y añorados por muchos) años ochenta del siglo pasado. Este último comentario puede advertir mi condición de boomer del metal, pero que nadie se engañe: ya hace muchos años que dejé atrás las estériles dicotomías entre old metal y new metal, entre true y false… y simplifiqué mi particular clasificación en “música que me gusta” y “música que no me gusta”, así de fácil. Y como seguramente habrás adivinado, este primer trabajo de Brétema estaría dentro del primer grupo. Si además su música tiene la capacidad de transportarte a tiempos pasados durante los compases iniciales de algunas pistas, la experiencia va más allá de lo estrictamente sonoro.

La encargada de abrir el elepé es “Oscura luz” con el riff de José Rubio y los platos de Joaquín Arellano como únicos protagonistas antes de la entrada de la armonía y la posterior irrupción de la banda a pleno rendimiento: base rítmica imperial, guitarras que dejan constancia de su excelencia con detalles a diestro y siniestro y voz que luce también en esta faceta más melódica. Los primeros versos dan paso al intenso estribillo que en la segunda vuelta nos sorprenderá con un breve y oscuro interludio que desembocará en el solo coronado por una nueva armonía y nos preparará para el letal compás final.

“Susurros” ha sido el primer video-clip oficial extraído del álbum (grabado, producido y dirigido por Patricia Gulisano) y para mí es el tema que mejor ilustra esta naciente propuesta. La fabulosa apertura con el riff inicial y el sangrante dibujo solista (¿no te evoca a los Scorpions cuando éstos tenían veneno en su aguijón y celebraban las noches en la gran ciudad?), el pulsante ritmo que imprimen las guitarras a las frases de Pacho y la regalada melodía de la estrofa principal (apoyada aquí por las segundas voces de Juanjo) hacen que esta pieza ejemplifique perfectamente lo que la formación quiere transmitir.

“Alguien para amar” es la primera de las dos power ballads del disco, un sentido tema donde los iniciales acordes acústicos que abrazan la voz descansan seguidamente sobre unos eléctricos que guían los oídos hasta el crescendo instrumental, culminado por el desgarrador y extenso estribillo, mientras que un par de versos cargados de rabia a medio tema nos conducen hasta el solo.

La crujiente y efectiva línea de guitarra rítmica que enciende la mecha de “Tiempo”, así como el espléndido punteo que rige la estrofa principal, hacen de esta pieza una de las más redondas del compacto. Aguzad el oído ante la desenfrenada bacanal de José a finales de la canción. ¡Excelsa su tarea durante todo el disco!

La brutal “Vuela” luce un riff mastodóntico y una cadencia densa y pesada, con la garganta del señor Brea mostrándonos sus tonos más ásperos y firmando un acertadísimo puente. El receso determinado por un fragmento intermedio de ambiente oriental sirve de preludio a una inusitada parte solista. Será por aquello que “la cabra siempre tira al monte”, pero este bien acogido sopapo es más cercano al Heavy Metal de las bandas madre de la mayoría de los miembros de Brétema que al Hard Rock predominante.

En “Perdido en el ayer” el ritmo cuadrado de la batería y el riff en primerísimo plano le dan al corte un toque de american rock que, todavía no sé exactamente el motivo, me trae a la memoria la melodía de saxo de “Backer Street” (aquella parte que se hizo conocida a finales de los años ochenta gracias al anuncio televisivo de una marca de tabaco). Sin embargo, creo que peca de demasiado plano y ha sido uno de los que menos me ha atrapado.

“Decirte adiós” es, junto con la citada “Alguien para amar”, la otra conmovedora balada donde las cuerdas arpegiadas hacen de almohada a la voz desnuda y aquejada hasta el inicio de los versos centrales que confluye con el estallido distorsionado de toda la banda al unísono, mientras que después unos preciosos dibujos de guitarra entre los versos concluyen en un intenso y emotivo solo.

Aunque “Mi mundo” arranca con agradable empuje y rudeza, con las seis cuerdas de acero desgañitándose al final de cada fraseo, el puente y el estribillo no acaban de encajarme con el conjunto de la pieza que, en líneas generales, me ha dejado bastante indiferente. Una lástima porque el comienzo prometía…

Con “Gris” llega otro de los momentos destacables. Desde el riff inicial (hay algo que me recuerda a Dokken cuando estaba George Lynch, evidentemente) hasta el solo estratosférico, pasando por la estrofa principal a dos voces y el significado de la letra, todo en esta canción me parece sublime. ¡Ya no todo es gris!

“Niebla” es la encargada de concluir el trabajo y lo hace con un claro protagonista: Joaquín Arellano “El Niño”. La forma en que ataca su patrón de batería en este cierre es sencillamente espectacular. Pero atención, ¡Juanjo Cobacho tampoco se queda corto! Más adelante las cuerdas vocales del cantante se estirarán en las segundas estrofas, mientras el bajista le acompañará en el coro del estribillo que enlaza con la parte solista de Rubio.

En resumen, un álbum notable y muy recomendable, cuyos músicos saben perfectamente lo que tienen entre manos. No marcará un antes y un después en el mundo de la música (tampoco pienso que sea ésta la pretensión de la banda), pero te deja con ganas de más.

Si durante los próximos días te encuentras por los alrededores de Madrid, Brétema (que en palabras de los propios miembros quiere ser un proyecto duradero y enérgico) estará actuando en directo el 24 de agosto, junto con Avalanch y otras bandas, en Morata de Tajuña en el marco del Tajuña Rock.

Marc Milà