Me encuentro una vez más la mañana de un 31 de diciembre ante el reto que siempre supone enfrentarse a un folio en blanco (documento nuevo de Word, siendo precisos) para expresar lo que siento un día como hoy, siempre especial por lo que supone cerrar un año para dar la bienvenida al siguiente.
Como cada año, en este momento es inevitable echar la vista atrás para ver lo que nos ha acontecido, tanto en lo personal como en lo colectivo, en estos 365 días que terminan hoy. En lo personal, aunque sea un tópico, cada año me doy más cuenta de que lo importante es la salud. En este sentido, a pesar de que ya tengo algunos achaques, producto de que los años no pasan en balde, no me puedo quejar. Mi preocupación, en este sentido, también está al lado de buenos amigos, algunos de ellos pertenecientes al mundo de la música, que tienen otras “goteras” de las que, afortunadamente, están en vías de recuperación.
En lo colectivo, esta vez cerramos el año sin erupciones de volcanes, nevadas históricas ni otros desastres naturales que nos amenacen. Incluso el Covid, ese virus asesino que nos cambió la vida en 2020, ha aflojado lo suficiente (con la ayuda de la medicina y las vacunas, no nos engañemos) para que hayamos podido recuperar buena parte de nuestra vida anterior, eliminando casi todas las restricciones que nos han tenido secuestrados varios años. Espero que la nueva amenaza que supone la situación que se está viviendo en China no nos haga retroceder el camino que ya hemos andado.
Pero, a falta de catástrofes naturales, la humanidad siempre ha sido capaz de crear las suyas propias de forma artificial. A la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la terrible guerra consecuente hay que sumar las guerras civiles de Siria, Afganistán, Somalia y Birmania, la situación dramática en países como Irán y Sudán, además de los miles de muertos causados en la guerrilla en Apure (Colombia), por el narcotráfico en Mexico y por otras causas en Indonesia. El demonio de las guerras, tan antiguo como la Humanidad, parece que nunca tendrá fin, llevándose por delante a muchos miles de personas inocentes.
Si recordamos personajes conocidos que nos han dejado en 2022, encontramos a fallecidos del mundo de la política (Mijail Gorbachov, la Reina Isabel II de Inglaterra y, sobre la bocina, el papa emérito Benedicto XVI), de la interpretación (Juan Diego, Paco Merino, Alicia Hermida, Angela Lansbury, Sidney Poitier, Ray Liotta, etc.), del periodismo (Ángel Casas, José Luis Balbín, Jesús Quintero “El loco de la colina”, José Luis Fradejas y Juan Pablo Colmenarejo) y mitos del deporte como Pelé, Bill Russel o Paco Gento.
Como esta es una web de Rock, quiero hacer mención especial a algunos de nuestros héroes que nos dejaron este año, como Alec John Such (Bon Jovi), Alan White (Yes), Dan McCafferty (Nazareth), Taylor Hawkins (Foo Fighters), Mark Lanegan (Screaming Trees), Gelo Barrio (Los Suaves), Diego Prieto (Travesía), Javier Kierchebén (Beethoven R.), Christine McVie (Fleetwood Mac), Vangelis, Jerry Lee Lewis y mi siempre admirado Meat Loaf.
Y, aunque sus estilos queden algo lejos del nuestro, también quiero recordar a otros artistas como Olivia Newton-John, Pablo Milanés, Mario Martínez (La Unión) o Andy Fletcher (Depeche Mode), quienes también nos dejaron en este 2022 que ahora acaba.
En cuanto a The Sentinel, este año ha sufrido otra crisis que casi acaba con sus ya 22 años de historia. El hecho de seguir tirando del carro en solitario a veces provoca un agotamiento mental que hasta he podido solventar, pero que nunca se sabe cuándo será definitivo.
Aun así, afronto el nuevo año con optimismo. Siempre lo hago, aunque a veces no lo parezca. Para ello me baso en lo más importante: la música y las personas. A pesar del sentimiento derrotista generalizado que hay en torno al futuro del Rock, yo sigo encontrándome con algunos discos grandiosos, algunos conciertos inolvidables y algunos músicos increíbles que siguen llenando mi corazón, tantos años después de que este viejo rockero descubriera la música que le cambió la vida. Ellos son la esperanza que hace nos hace seguir aferrados a un estilo musical que tantos sentimientos ha despertado en nosotros durante nuestra existencia.
Y, sobre todo, la gente. Mi gente. Familia, amigos y las personas vinculadas a este apasionante mundo del Rock. A aquellos cuya relación pasó de ser periodística a algo más personal, sin que ese paso de ídolos a amigos haya menguado la admiración que siento por ellos. También a los que ven en esta web y radio una opción sincera para llevar su música al público. Y, por supuesto, a todos los lectores de la web y oyentes del programa de radio. Espero que 2023 nos sea propicio a todos y que dentro de otros 365 días estemos todos aquí, en este punto de encuentro que supone The Sentinel para todos nosotros.
Os deseo a todos un feliz año 2023, próspero, con alegría, trabajo y mucha salud.
Larga vida al Rock and Roll
Santi Fernández “Shan Tee”