Editorial Noviembre 2003: “Rock, ¿sólo música o pecado capital?”

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Tranquilo/as, que no os voy a martirizar con eso de la marginalidad del rock y sus funestas consecuencias, esta vez propondremos algo más constructivo. El caso es que, cavilando un poco, he llegado a la conclusión de que esto del rock, o mejor dicho, de la música en general, tiene su manifestación propiamente dicha en lo que todos conocemos como pecados capitales, y a los hechos me remito.

La lujuria: dicho pecado suele asociarse a los placeres de la carne, pero en nuestro caso es perfectamente transponible a los placeres auditivos, ya que éstos pueden ocasionar en incontables ocasiones orgasmos de igual o mayor calibre que los primeros, y no en vano pueden llegar a ser sustitutivos. Es por ello que, una vez adivinados los efectos de tan suculento manjar, su hermana la avaricia haga rápidamente acto de presencia en nuestro cuadro comparativo (tiendas, rastros, catálogos, intercambio… todo vale), así como la gula, melliza suya, ocasione estragos en forma de empacho o trastornos varios a más de uno (mucho y de todo, como dirían por ahí).

Suele pasar hasta en las mejores familias que, una vez descubierto el objeto de nuestro estudio, la pereza invada al sujeto pasivo en cuestión de épocas (¿Los 70? ¿Los 80? Anda ya… –aunque ahí estén los cimientos del rock que se practica hoy día-) o estilos (¿Hardcore? ¿Death Metal? Puro ruido… –lo que decía mi señora madre de una Doncella de Hierro, menos mal que no hice caso-), o simplemente la soberbia le impida apartarse aunque sea por un instante de su acomodada ‘postura del misionero’ y probar valores nuevos. De las malvadas hermanastras, la ira y la envidia, muchas cosas se podrían decir, pero sería apartarse en exceso del núcleo y rebuscar en los estercoleros de la periferia, cosa que, sinceramente, no interesa a nuestro estudio.

¿Qué hacer en nuestro caso? Es obvio que, como seres imperfectos que somos por naturaleza, no vamos a abandonar así como así tales hábitos, pero sí podemos en cierta medida ponderarlos. En ese sentido se recomienda encarecidamente inclinar la balanza en favor del primer grupo, aun a riesgo de padecer un reventón o caer en bancarrota, y evitar en la medida de lo posible el segundo, todo sea por una mayor cultura musical, que a fin de cuentas es de lo que se trata y lo único que podemos extraer de todo esto, que no es poco.

Bubba