La extravagancia inglesa. Rock y arte británicos.

¡ Comparte esta noticia !

Antes de retirarse a un recóndito templo budista, mi maestro shaolin me dejó con una frase lapidaria para que meditase el resto de mi vida. “El rock americano –me advirtió acariciando su barba blanca- se distingue del rock británico muy fácilmente. Con el rock americano te entran ganas de conducir por la autopista. Con el rock británico, de tomar el té con el Sombrerero Loco.” En aquel entonces no lo entendí. Aquello era más poético que un haiku y más complicado que un sudoku. Me quedé petrificado, hasta que poco después me decidí a emprender una búsqueda músico-espiritual para entender todo aquello. De este modo acabé haciendo cuatro años de duro peregrinaje por las tiendas de discos de todo el mundo. Desde la calle Tallers de Barcelona hasta el mismísimo Himalaya. El presente escrito es el resultado final de mis investigaciones.

reportaje_ingles1“Tomar el té con el Sombrerero Loco”. Cuando escuché la referencia a Alicia en el país de las maravillas la entendí en seguida. Yo había crecido leyendo el clásico de Lewis Carroll y viendo algunas de sus adaptaciones cinematográficas. Y como yo, generaciones y generaciones de artistas británicos. Los productos culturales que consumimos de pequeños pueden marcar nuestra forma de ver el mundo hasta límites insospechables. Que se lo digan a Phil Collins y Steve Hackett, las caras más conocidas de Genesis, quienes en 1976 sacaron “A Trick of the Tail”, un memorable disco de rock progresivo. El Sombrerero Loco podía verse en su vinilo. En efecto, me pongo “Ripples” o el tema “A Trick Of The Tail” y es como si me hubiera comido un trozo de aquel mítico pastel que alteraba el tamaño del cuerpo humano.

Collins y compañía debieron de haber sido educados leyendo a Lewis Carroll. Sólo así se explica su fascinación por los juegos de palabras, el humor absurdo, la fantasía, el inconsciente, los sueños, las leyendas medievales, el teatro, la magia. Su música es un puro reflejo de eso. Y junto con Lewis Carroll, podríamos hablar de Tolkien, de C. S. Lewis, de John Keats o de las pinturas y poemas de William Blake. Bruce Dickinson, por cierto, le dedicó un disco entero a este último artista. Todos ellos nutren los programas educativos de la juventud británica. Ahí, los chavales crecen con la fantasía. También los músicos.

Los músicos británicos han recibido una educación artística que, en algunos casos, se refleja en su música. El country nunca ha interesado demasiado en Inglaterra porque es una música que, por definición, habla de la (triste) realidad. Pero el rock and roll americano de mediados de los ’50 fue la oportunidad de oro para muchos artistas del Reino Unido. Y desde luego la aprovecharon. Aquello era un producto mucho más moldeable que el rígido country. En un buen sentido, los ingleses “contaminaron” el rock con su extravagancia.

reportaje_ingles2El ínclito “Bohemian Rhapsody” de Queen, la primera época de David Bowie (descanse en paz) o “A Day In The Life” de los Beatles (su mejor tema sin duda alguna) son algunas de las primeras muestras de esta “contaminación” que sufrió el rock. Los ingleses lo tomaron y lo tiñeron de imaginación. El rockabilly de Elvis nada tiene que ver con el tercer disco de los Beatles, y no digamos ya con los siguientes. Y si me apuráis, la psicodelia americana (Hendrix, Blue Cheer) tampoco es exactamente igual que la inglesa (Cream, por ejemplo). Ésta última es más cultivada y juega con más referencias, porque en el fondo ya tiene una tradición previa. De la misma manera, los ingleses tomaron el hip hop negro y americano y lo volvieron a “contaminar” de colores y de fantasía a principios de los ’90 (Massive Attack). La historia se repite siempre.

¿Cuál es la diferencia sustancial entre América y el Reino Unido en este aspecto? Yo tengo la impresión de que los ingleses han sido educados en una tradición cultural y artística muy distinta a la americana. La cultura americana (de Mark Twain a Ernest Hemingway o William Faulkner) se centra en el “realismo moral” de la sociedad. Las canciones sobre delincuentes, cocainómanos y “fueras de la ley” de Johnny Cash son una trasposición musical de una cultura, la americana, empeñada en retratar la vida moral de los individuos. Bruce Springsteen, por ejemplo, nos habla de currar en la fábrica, de tener que ir al Vietnam o de acompañar a tu hijo al béisbol. Todo muy realista, todo muy americano, algo así como un cuadro de Edward Hopper. Pero el británico David Bowie, en cambio, hablaba de extraterrestres de Marte que se enamoran de una chica. Eso ya es más bien un cuadro de Francis Bacon. No sé si me explico.

reportaje_ingles3Las rimas tontas de Peter Gabriel, el sinsentido absoluto que es la letra de “Bohemian Rhapsody”, la música ácida de Syd Barrett, las letras fantástico-medievales de Wishbone Ash, la primera época de Rainbow, cualquier disco de los ’70 de Uriah Heep, Camel… todo apunta en la misma dirección. Gran parte del arte inglés (música, literatura, pintura) es fantástico por definición. Cuando el Surrealismo arrasaba en la Europa continental de la posguerra, los ingleses no le hicieron caso alguno. Ellos llevaban décadas y décadas usando la imaginación, creando mundos de fantasía y mezclando los sueños con la realidad. Con razón no le encontraron la gracia a las pinturas de Dalí. Y con razón, años después, tuvieron que adaptar el rock and roll yanqui para que encajase con su cultura.

Cuando Judas Priest quisieron comerse el mercado americano sacaron el disco “Point of Entry” (1981). La jugada no les salió bien: a pesar de ser un disco muy bueno, no consiguieron su objetivo. Tendrían que esperarse a “Screaming for Vengeance”, del año siguiente, para sonar en las radios yanquis. Pero “Point of Entry” es una muestra sensacional del tema que nos concierne aquí. Judas Priest cambiaron no ya su sonido, sino su actitud y letras para adaptarse a los cánones de los Estados Unidos. ¿El resultado? Canciones sobre autopistas y largos paisajes que recorrer. “Heading Out To The Highway” o “Desert Plains” son canciones que no parecen inglesas. O, como mínimo, no lo parece su concepto. En cambio, “Starbreaker” o “Saints In Hell” son harina de otro costal.

Naturalmente, hay miles de excepciones. Deep Purple o los Rolling Stones, sin ir más lejos, son bandas británicas que no encajan con todo esto. Pero lo sorprendente es que, las que encajan, encajan a la perfección. “Seventh son of a Seventh son” (1988) de Iron Maiden es otro gran ejemplo de esto. Heavy metal sobre niños lunares, sueños infinitos, séptimos sellos, profecías y clarividentes. Metallica no podía ni soñar con hablar de esto. Megadeth, por citar a otro “grande” americano, representa perfectamente el “retrato moral” americano de la sociedad contemporánea. Repasemos algunos títulos suyos: “Peace Sells”, “Holy Wars”, “Hangar 18”. Política y realismo puro y duro. La fantasía no tiene cabida ahí.

Poco a poco, y siempre a base de coleccionar discos, he ido comprendiendo las enigmáticas palabras de mi maestro shaolin. El arte inglés exprime la imaginación. La música rock hecha por británicos, también. Probablemente, porque la niebla londinense estimula la fantasía, mientras que la Ruta 66, las ganas de viajar. Sí, creo que eso lo resume todo bastante bien.

Jaume “MrBison”