SCORPIONS + DREAMAKER – Martes 20 de julio de 2004, velódromo Anoeta (San Sebastián)

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Mucho ha llovido desde la gira del “Crazy World” allá por el año 1992, y es que ese año fue la última vez que tuve la oportunidad de ver a Scorpions en directo. He de reconocer que durante estos últimos once años he tenido un estado de total indiferencia hacia ellos, debido al cambio de rumbo musical que sus trabajos han experimentado durante esta época. Pero después de escuchar su último trabajo editado este año esa indiferencia ha desparecido radicalmente, hasta el punto de tener a “Unbreakable” entre mis discos favoritos en lo que llevamos de año. Por eso cuando me enteré de las fechas de su gira por España, me propuse no perderme su concierto en la ciudad que más cerca se encuentra de donde vivo, como es Donosti-San Sebastián.

Decir que nada más llegar a “La Bella Easo” me encontré con la feliz noticia de que el concierto se había cambiado de ubicación, y es que en un principio se tenía anunciado en el polideportivo Anoeta, pero debido a la masiva venta de entradas, este se trasladaría al velódromo Anoeta, el cual tiene evidentemente una mayor capacidad para albergar más publico, y lo que es más importante, su acústica es infinitamente mejor que la que posee el polideportivo. Esto no produjo ningún contratiempo al personal que asistimos, ya que ambos pabellones se encuentran uno al lado de otro.

Para cuando mi mujer y yo ya estábamos acomodados en nuestros asientos el concierto de Dreamaker estaba bastante avanzado, y es que un inoportuno atasco, debido a unas obras en mitad de la autopista que une Bilbao con San Sebastián, hizo que llegásemos con el tiempo justo.

Lo primero que pude comprobar fue el pésimo sonido del que gozaban Dreamaker, sobre todo por el excesivo volumen que hacía que sus instrumentos se mezclasen, dando forma a una bola de decibelios difícil de descifrar, especialmente el sonido del bombo de la batería de Jorge Sáez, que en cada golpe producía una vibración en mi pecho que parecía que lo iba a romper.

Los temas que pude escuchar pertenecían a su único trabajo hasta la fecha, “Human Device”, el primero fue “Enemy” en el cual Elisa nos dijo que pensaríamos en algún enemigo si lo tuviésemos y que se lo dedicásemos a él. Seguidamente sonó “Forever In Your Arms”, esta vez Elisa lo dedicó a los fans, explicando que sin ellos no se podría seguir adelante. Me sorprendió agradablemente las tablas que tiene esta mujer sobre el escenario, supo conducir a la gente de las primeras filas hacia su terreno, no paraba de moverse, y se le notó unas muy buenas maneras llevando las riendas del grupo. Desde su etapa en Dark Moor ya me gustaba como cantante y a pesar del mal sonido de esa noche, en directo su voz merece ser destacada.

Ya casi despidiendo su actuación se marcaron un potentísimo medley con versiones de Metallica como fueron “Master Of Puppets”“One”, y la arrolladora “Creeping Death”, aquí sí que la gente empezó a menear la cabeza, demostrando que la inclusión de estas versiones fue un total acierto por parte de Dreamaker. Y ya para despedirse presentaron el tema “Welcome To My Hell”.

En resumen; lo poco que vi de Dreamaker me agradó bastante, y repito, si no llega a ser por el mal sonido, hubiesen salido mucho más reforzados. Eso sí, en el escenario lo dieron todo y es que sabían que tenían mucho publico delante. Desde aquí desearles toda la suerte del mundo y animarles que sigan para adelante con ese nervio que demostraron tener.

Después de ser atracado en el bar del velódromo (6 € por un cubata de Cacique en vaso de plástico, sin limón y con Coca-Cola de garrafa) las luces se apagan a eso de las 22:15 y en seguida se empiezan a distinguir las sombras encima del escenario de Klaus Meine, Rudolf Schenker, Matthias Jabs, James Kottak y Pawel Maciwoda. Suenan los primeros acordes de “New Generation”, un tema quizás no muy apropiado para abrir un concierto, pero que en absoluto me hizo ascos, ya que el buen sonido del que gozaron toda la noche se empezaba a notar.

Sin darme cuenta por la emocion me encontré a Klaus Meine presentando el siguiente tema “Love`Em Or Leave`Em”, también de su último y flamante trabajo “Unbreakable”. Aquí ya se percibía la gran noche que nos esperaba, y al público ya se le veía prácticamente entregado a los pies de los teutones. Rudolf Schenker ya empezaba a recorrerse el escenario de un lado para otro y al resto de la banda se le veía totalmente compacta, feliz y disfrutando del trabajo que estaban realizando. Klaus Meine con una voz cuidada, potente, limpia, todos los adjetivos serían cortos para definir el estado de este hombre, el cual lucía una pandereta que casi finalizando el tema salió despedida en dirección a un roadie que estaba situado en la otra punta del escenario, el hombre debía estar frío porque falló estrepitosamente en la parada y la dichosa pandereta se estrelló contra el suelo. Fue el único fallo de la noche, porque durante el resto de ella hizo unos paradones del instrumento dignos de los mejores tiempos de Irìbar.

Llegados a ese momento, empezaron a sonar clásicos de su carrera, así el tercer tema de la noche fue “Bad Boys Running Wild” de su magistral “Love at First Sting”, 20 años tiene ya ese tema y sigue sonado fresco, actual. En este punto ya comienzo a fijarme en James Kottak, el cual no es que este muy sobrado de técnica, pero de pegada el tío anda como un bestia. Sinceramente, era todo un espectáculo verle aporrear todo lo que se le ponía por delante.

Del nuevo bajista, el polaco Pawel Maciwoda poco que comentar, ya que su instrumento nunca fue protagonista, eso sí, estuvo muy activo durante todo el concierto y en canciones como “Through My Eyes” acompañó en las voces a Klaus Meine.

Siguieron con “The Zoo” un tema que si no me equivoco lleva sin fallar en sus repertorios durante muchísimos años, qué decir del manejo del “talk box” por parte de Matthias Jabs, sencillamente perfecto. Aquí si que me hizo retroceder a los tiempos de “World Wide Live” y sentir cierta nostalgia por aquellos tiempos, sobre todo cuando me encontré a todo el velódromo cantando eso de “We eat the night, we drink the time, make our dreams come true, and hungry eyes, and passing by, on streets we call THE ZOO!!!”. Sin palabras.

Llegados a este punto llegó lo que fue para mi la sorpresa de la noche, que no fue otra que la inclusión del tema “We´ll Burn The Sky” del disco del año 1978, “Taken By Force”, si la memoria no me falla creo que es un tema que no tocaban en directo desde la obra maestra “Tokyo Tapes”. Ciertamente no me hubiese importado haber escuchado más temas de aquella época, pero parece ser que salvo contadas excepciones va a ser muy difícil.

“Deep And Dark” fue lo siguiente en sonar y ahí ya me di cuenta de que estaban apostando fuerte por su último trabajo y de que estaban muy seguros de él. Seguido la instrumental “Coast To Coast” que no sonó todo lo bien que cabría esperar, con un sonido un poco distorsionado en muchos momentos del tema. El único tirón de orejas para el técnico de sonido en toda la noche.

Prosiguieron con “Lovedrive”, tema que si no recuerdo mal tampoco es habitual escucharlo en directo, lo que también me hizo esbozar una sonrisa al escuchar los primeros acordes, y volver mentalmente a aquellos años ´80 que tan buenos momentos musicales me hicieron vivir.

De nuevo vuelta al ataque con temas de “Unbreakable”, esta vez turno de “Through My Eyes” y la comercial y pegadiza “Remember The Good Times”, que a pesar de lo que pueda parecer, da una cancha terrible a la hora de menear el esqueleto, y he de confesar que es una de mis piezas favoritas de su último disco.

Y aquí es donde el “show” de James Kottak empezaba a llegar a su punto culminante, ya que en cuanto terminó el primer tema que tocaron del “Crazy World”, “Tease Me Please Me”, comenzó a elaborar su solo de batería. Yo supongo que formaría parte del espectáculo, pero al hombre se le fue totalmente la olla aporreando su instrumento (la batería, se entiende), con una forma brutal de darle a las baquetas, llegó un punto que hizo una breve parada para pedir una botella de cerveza, pegarle un trago y al momento estamparse dicha botella contra su cabeza haciéndola añicos. Quiero pensar que era una botella de esas que utilizan en el cine para los efectos especiales, porque sino no me explico cómo no se abrió la cabeza el angelito este.

Sin tiempo para recuperarse, se escucharon los primeros riffs de “Blackout” y el velódromo empezó a retumbar por todas las partes, aquí mi garganta ya no da para más, pero todavía puedo seguir cantando y botando. “Blackout” sonó fuerte, contundente, con una soberbia ejecución por parte de la banda, más no podían dar. Y es que la siguiente en sonar fue la cañera “Blood Too Hot”, la canción más fuerte y potente de “Unbreakable”, que recuerda a su etapa más dura. Aquí ya nos encontrábamos en hora y cuarto de concierto, y ya me empezaba a preguntar si se habrían olvidado en su autobús las canciones más sosegadas, no es que yo las echase de menos, pero se me hacía extraño.

“Big City Nights” se introdujo en mis orejas sin darme cuenta, de nuevo esa sensación de tener la piel de gallina, sobre todo cuando nos hicieron cantar a todo el pabellón su estribillo, sin ningún tipo de música (igual que en “World Wide Live”, pensé).

Aquí es cuando la banda se retira del escenario para después dar paso a los bises, y dar paso a la parte final del evento con más tranquilidad, apareciendo las dos mejores baladas que probablemente hayan hecho en toda su carrera. Primero “Still Loving You” y después “Wind Of Change”, aquí no puedo evitar arrimarme a mi mujer y agarrar su mano, y es que en su día, ¿quién no le grabó a su novia una cinta de baladas de Scorpions?

No podía faltar “Rock You Like A Hurricane” y no faltó, haciendo que el final de este tema fuera un autentico huracán, sobre todo con Rudolf Schenker, que terminó corriendo de un lado hacia otro del escenario como un poseso dando guitarrazos con su brazo derecho sin parar hasta el final del tema.

Y cuando todos pensábamos que la cosa ya estaba fundida reaparecieron de nuevo en escena para despedir la noche con la preciosa balada “When The Smoke Is Going Down”, una forma muy extraña de terminar el concierto, pero que poco importó después de la tremenda sudada que teníamos allí todos los presentes.

Y aquí sí fue donde la función tocó a su fin después de hora y tres cuartos de concierto, con una sensación de pena porque el asunto se había terminado y porque se había hecho realmente cortísimo, pero con la satisfacción de ver a unos músicos que por ellos no pasan los años y que después de tener un largo periodo de tranquilidad con sus conciertos acústicos vuelven con unas energías renovadas.

Yo no entiendo el calendario chino, pero no me extrañaría en absoluto que este 2004 fuese el año del “escorpión”. Yo de momento y después de lo visto y oído en Anoeta continuo “In Trance”.

Texto y fotos: Víctor Urrutia (Bittor)