Sin pensarlo mucho, mis primeras vacaciones, después de años sin poder disfrutar plenamente de ellas, por motivos que ahora no vienen al caso, sería viajar al país del sol naciente. Al atractivo de una cultura totalmente diferente a la nuestra, incluido el choque cultural interno entre la vanguardia más tecnológica y costumbres arraigadas en siglos de historia, se unía la imagen que tenemos los occidentales, más concretamente los melómanos rockeros, de ser uno de los países más rockeros, sino el que más.
Para testimoniarlo ahí están todos esos discos de algunos de los más míticos artistas, y también otros más desconocidos del público generalista, de nuestro estilo musical favorito. Un mito que nacía tres décadas atrás con el Made in Japan de los Purple, y que ampliaron Judas Priest, Scorpions o Michael Schenker, por poner algunos clásicos familiares. Añádele el peregrinaje de todas las bandas por aquella remota tierra, la tierra prometida del rock, las importaciones de CDs, basadas en los contenidos extras exclusivos, y finalmente, mantener la llama del estilo, aún en los peores momentos de la década de decadencia, los noventa.
Algo más de trece horas de vuelos, seis de escala (no hay vuelos directos desde España, a no ser que pertenezcas a un afamado equipo de fútbol) y aterrizo en el aeropuerto de Tokio, Narita. Casi veinte horas que el cambio horario transforma en veintisiete.
Metido en el tren camino del centro de la ciudad, descubro el nombre del mítico guitarrista Ritchie Blackmore como rótulo sobre lo que, desde mi posición, parece un comercio. La cosa promete. Pero no es más que un espejismo, a partir de ahí van desvaneciéndose mis expectativas. Se suceden las paradas. La gente entra y sale. No observo personas con un aspecto más o menos rockero entre los pasajeros. Tampoco en el metro. Parecen “de moda” las camisetas con dibujos y mensajes. Ninguna relativa a nuestra afición musical favorita.
Es el país de la educación y la seguridad. Me asombra observar las riñoneras abiertas y puestas a la espalda, a disposición de cualquier mano amiga de lo ajeno. De camino al hotel, un motorista aparca frente a una tienda. Se baja, se quita la chaqueta, la deja sobre el sillín y… entra despreocupado en la tienda. Será la primera de un sinfín de anécdotas similares.
El país del móvil. No pueden vivir sin el juguetito. La mayoría lo lleva en la mano, colgado de la muñeca o del bolso, las mujeres.
Pronto echo de menos nuestra gastronomía. Arroz, más arroz, verduras y pescado, serán mi dieta durante casi veinte días. Es raro ver alguna persona obesa.
Debido al clima, muy húmedo y caluroso, el bochorno te castiga a diario. Es, además, época de lluvias. Me confunde. Algunas veces, camino por las calles mientras me riega la fina lluvia, pero el agobio y la sed están presentes. Las máquinas de bebidas te asaltan en cualquier acera de cualquier ciudad. Por cientos. Incluso veo máquinas con latas de medio y de litro. La cerveza, en general, es aceptable, se deja beber. Hay algunas marcas foráneas pero, en la medida de lo posible, me limito a las locales. No están mal de precios. El alcohol es prohibitivo, además de ser medido antes de servido. Un país de sorpresas diarias, demasiadas para comentarlas todas.
Unos días en la capital, de turismo y toma de contacto, un tour por algunos sitios pintorescos e históricos del país, y vuelta a la capital para las compras, donde la música encabeza de mi lista de prioridades.
Si tienes este país en tu lista de “visitar algún día” debes saber que funcionan con dinerito contante y sonante. Exceptuando hoteles y restaurantes (y no en todos) no aceptan tarjetas de crédito. No les gustan, te ponen mala cara o simplemente te requieren el pago en metálico. En Nara, la primera capital del país, cuya visita realicé junto a una pareja suiza, compartiendo guía, me contaron sus problemas para pagar con tarjeta y encontrar sitios para sacar dinero. Finalmente lo hacían en las estafetas de correos. Advertido con anterioridad al viaje de este detalle, llevaba todo mi dinero en yenes, sin olvidar la tarjeta para posibles contratiempos. Nara, curiosa ciudad. La primera, al menos que conozca, cuya calle principal, en la parte centro, tiene hilo musical.
En mis primeros paseos por Tokio, cada vez que encuentro un kiosco busco la afamada revista Burrn!, o alguna análoga. No la encuentro. Desilusión. Cientos de revistas de Manga, anda que no están salidos estos chicos y, mínimo, una decena periódicos, pero nada de tipo musical. Posteriormente la encontraría en una gran librería con sección de revistas incluida. El kiosco de prensa no tiene el mismo enfoque que le damos por aquí. Más tarde descubriré que la prensa musical también es sección en las grandes tiendas de discos. Lógico, por otra parte. Inclusive en tiendas especializadas las puedes encontrar.
Gracias a Internet, esta estupenda herramienta, había descubierto que tocarían Arch Enemy durante mi estancia en el país del sol naciente. Es una de mis ilusiones antes de partir, presenciar en directo a la “afamada” audiencia japonesa en su salsa. Prefería un grupo local, a ser posible de primera línea, pero tampoco le hago ascos a la banda sueca. Aparte, los he podidos disfrutar cuatro meses antes en Madrid. Será curioso comparar. Me perderé a Concerto Moon por la idiosincrasia del idioma. Tocaban el día siguiente a mi aterrizaje.
Según me informa una amiga japonesa que vive en Barna, las entradas se suelen agotar con anticipación. En este caso tan rápido que ponen una segunda fecha en la capital nipona, como colofón a la gira. Son una banda popular a un nivel underground. Llenan salas medianas y clubs. Así pues, pongo un anunció en su página web, con el ánimo de que alguien lea el mensaje y se compadezca de un lejano viajero. Me contesta una japonesa, toda amabilidad. Me conseguirá un ticket, con el posterior desembolso por mi parte, lógicamente, y encima se ofrece de cicerone, al menos por un día. A la postre serían dos. La educación japonesa. Exquisita. Terminará por abrumarme el tradicional saludo de gracias japonés. Días después de acabar el viaje, aún bajo la cabeza cada vez que doy las gracias. Inercia.
Tras encontrarme con Satoko (así se llama mi ángel de la guarda nipón) en el laberinto que es la estación de Shinjuku, me guía por todas las tiendas de discos especializadas en heavy de la zona. Allí están la mayoría. Toda la zona anexa a la estación es totalmente comercial y todos los edificios son comercios, restaurantes y locales de esparcimiento. Desde los sótanos hasta el último piso.
Es lo primero que me sorprende. Como para andar buscando sin saber. La mayoría de pequeñas tiendas no están a píe de calle, como estamos acostumbrados aquí. Lo segundo, el tamaño. La mayoría no son más grandes que el salón de una casa media hispana. Rondan los 15-20 metros cuadrados. La falta de espacio. La habitación del hotel, sin ir más lejos. La cama y una cómoda con nevera incorporada. Casi no cabe la maleta en el suelo. Aprovechan el poco espacio disponible al límite. En el baño, puedo orinar prácticamente desde la bañera. La pequeña bañera, el lavabo y el inodoro son de plástico, prácticamente de una pieza. Los dos primeros comparten grifería. En las tiendas de discos, LPs y CDs por todos lados. Paredes, suelos, cajas y cajas. Los organizan como los libros, de canto, para aprovechar al máximo el espacio. Como en todos los lugares, las hay mejores y peores. Más caras y más baratas.
También existen las grandes cadenas, tanto internacionales, caso Tower Records, HMV, Virgin, como locales, Disk Union, Recofan. Aquellas en la misma disposición a lo acostumbrado por aquí. Con las locales, te encuentras con las distintas secciones de la tienda, distribuidas en pequeños comercios, a veces, por diferentes manzanas de un barrio, en lugar de diferentes plantas de un mismo edificio. Disk Union Shinjuku, sección metal, por poner un ejemplo, está en el quinto piso de un edificio frente a un extremo de la estación del metro. Dos pisos más arriba esta el metal extremo (black, death…). El rock progresivo, en un sótano, dando la vuelta a dos manzanas, tres calles más arriba. Cruzando la calle está el jazz y, cinco pisos más arriba, el rock clásico. Toda la música de consumo actual, a 50 metros antes de llegar a la de jazz.
Las multinacionales son enormes, y tienen varias sucursales repartidas por la ciudad y por las principales ciudades del país. De hecho, Tower Records de Shibuya, otro barrio de Tokio, esta considerada la tienda de discos más grande del mundo. ¿Siete, nueve pisos? ya no recuerdo, cada uno como la suma de las tres plantas de Madrid Rock de Gran Vía juntas. Algo más, quizás. Tienen ordenadores en los que puedes consultar todos los títulos disponibles, sin tener que molestarte en buscar por las estanterías. Se pueden, inclusive, escuchar temas o discos enteros.
La sucursal de la HMV en Shinjuku ocupa casi toda la séptima planta de un enorme edificio comercial, situado frente a la salida oeste del edificio de la estación, con una gran plaza separando ambos. La estación tiene tres niveles, uno de ellos dividido en dos secciones. Como ya he mencionado antes, un auténtico laberinto y una pesadilla para el forastero. Rodearla son veinte minutos a paso ligero. Paciencia me recomendaron antes de salir, y qué verdad es.
En una de las especializadas, Disk Heaven, me sorprende la cantidad de material, tanto de origen europeo como sudamericano, que tienen. Al menos unas 150 referencias españolas. Todas de importación. Uno de los dependientes se declara fan del heavy español, al conocer mi origen. En concreto me pregunta por la separación de Muro. Se lo confirmo. El hombre me mira incrédulo. Por lo visto, le encantan. Le comento que el cantante tiene un nuevo proyecto. Al decirle el nombre de éste, se pone a buscar entre los cientos de cajas que, prácticamente, le sepultan. Lo ha recibido hace poco. Saca el disco, lo desprecinta, quita lo que está sonando, un grupo sudamericano, por el acento del cantante, y lo pone. Me muestra otro disco, de unos tales Stravaganzza, hispanos también. Me pregunta si los conozco. Lo niego. Me los recomienda. Me encojo de hombros. Joder con éstos nipones.
Sigo a lo mío. Descubro el “Volumen Brutal” de los Barones. Copia japonesa, por supuesto. Alegría. Esta en mi listado de discos a buscar. Además dos copias. Una con y la otra sin Obi. Me llevo las dos. Alguien se alegrará a mi vuelta. Será el título, de segunda mano, con el que más me tendré que rascar el bolsillo, de todo el material sonoro con el que vuelvo a casa. El colega de la tienda al verlo, se altera. El “Resistiré” resulta ser uno de sus temas favoritos de todos los tiempos. Quita al Silver y me endiña tres, o cuatro, ya pierdo la cuenta, versiones de la susodicha canción, mientras yo sigo en lo mío, buscar y rebuscar. Joder con éstos nipones.
Para quien no lo sepa, el Obi es la tira publicitaria que llevan los discos japoneses a uno de los lados. También es una fuente de información acerca del mismo. Grupo, título, precio… hasta la edición que es… si sabes japonés. Algunas veces se reeditan títulos con motivo de la gira de un artista por aquellas tierras, y eso se refleja en el Obi. Por eso, entre otras cosas, dicho “papelote” tiene connotaciones de coleccionismo. En el caso de los Barones, la copia con Obi me cuesta el doble que la otra. El estado de ambos vinilos es muy similar a la vista.
Otro día, en otra tienda de discos de nombre Shinjuku Records, me encuentro con la banda taiwanesa Seraphim. Como un servidor, están de “gira” por el país. Ellos presentando su disco “Ai”. Yo, melómano-turística. Es una tienda donde no tienen discos de bandas autóctonas. Entro y empiezo mi búsqueda, mientras observo a unos orientales haciéndose fotografías. Al pasar junto al mostrador veo y ojeo un disco abierto. Se me acerca uno de ellos y, en inglés, me dice que es el disco que estamos escuchando en ese momento. Me pregunta si los conozco y mi opinión. A lo primero le digo no. A lo segundo, como primera impresión, lo comparo a Nightwish. También tienen vocalista femenina en línea operística. Me pregunta por mi nacionalidad. De Madrid, España, le contesto. Me suelta, en un castellano bastante aceptable, que se llama José, Pepe. Él es el manager y el resto, los miembros de la banda. En ese punto, le miro extrañado. Algo no me cuadra. ¿De Taiwán? ¿Pepe? Por mi cara se imagina mi confusión y me aclara que estudió castellano en la universidad. Evidentemente, su nombre es chino. Igualmente tienen vínculos con nuestro país. Estuvo en un Midem, la feria de las discográficas de Cannes, y consiguieron distribución en Europa a través del sello hispano Arise Records. Sí, lo conozco, afirmo a su demanda. Finalmente, compro el disco y me lo firman. No creo que tenga muchas oportunidades de cruzarme de nuevo con algún grupo taiwanés. Para ellos es un honor que un occidental del otro lado del mundo les compre el disco. Para mí, por lo poco oído en la tienda, un souvenir más. Obviamente esto no se lo digo. Aunque nunca se sabe. Me invitan al show, pero cuando estén sobre el escenario de un club de Tokio, estaré llegando a Kioto. No nos hicimos una fotografía para la posteridad. La noche anterior olvidé mi cámara en un restaurante. Estaba claro donde iba a comer de nuevo. Por lo demás, no tenía ninguna preocupación por ella, confirmado después. Allí estaba. ¿He mencionado algo sobre de la seguridad y la educación en éste país?
Consecuencia del poder adquisitivo de los nipones y lo asequible de la música, para ellos claro, el mercado del disco es muy dinámico. Para nuestro nivel, caro. Entre 4/8 € sobre nuestro precio nacional. Es por eso que la piratería no ha hecho tanta mella como en otros lados. Los “pocos” rockeros que quedan siguen comprando discos a diestro y siniestro. Abunda el material usado. De hecho, la mayoría del material que adquiero es de segunda mano. La oferta es enorme. Me gustaría volver a casa con más vinilos, pero el inconveniente se llama facturación, espacio-peso. El problema de las restricciones aéreas.
Me horroriza pensar los precios que luego alcanzan por aquí. Encuentro vinilos y CDs desde 200 yenes (sobre 1,5 €). Lo más habitual es pagar entre 600 y 1200 yenes. También encuentro la típica tienda de coleccionista, de donde huyo, literalmente, al contemplar los precios. Más tarde encontraré alguna de esas “joyas”, por el importe que pedían, a precio de ganga. Las grandes cadenas locales tienen buenas secciones de discos usados. Alguna, inclusive, trabaja únicamente este tipo de material. En todos los formatos, LPs, CDs y DVDs. Visto el estado de la mayoría del material, CDs y DVDs evidentemente, pondría la mano en el fuego afirmando que algún listillo venda este material como nuevo en occidente.
La otra cara de la moneda, son los conciertos. Son prohibitivos para nuestro nivel. Casi el triple de lo que pagamos aquí. Al menos los Arch Enemy.
Durante la comida, Satoko y un servidor cambiamos impresiones sobre nuestra pasión común. El heavy en Japón está de capa caída. Le comento que no es la impresión que se tiene desde fuera. Todos los grupos quieren tocar por allí, llevarse alguna grabación bajo el brazo. Algunos discos sólo se editan allí, otros salen con anticipación al resto del mundo. Otros grupos han sobrevivido gracias a los fans nipones. Los mismísimos Arch Enemy, adorados por ella, han editado un CD-EP con motivo de la gira japonesa. Meses más tarde verá la luz en el resto del mundo. La cruda realidad es que no tiene la aceptación y poder de convocatoria de antaño. Similar situación a la hispana o europea. Los grandes llenan grandes recintos. De ahí, un salto a grandes y pequeñas salas oclubs. Nada intermedio.
A primera hora de la tarde nos dirigimos al concierto. Empiezan a las seis y media. Media hora antes abren las puertas, Al menos en este tipo de recintos. De nombre Shibuya-Ax, está situado en un complejo donde asimismo están la TV nipona y un enorme campo de béisbol, deporte nacional por excelencia. Sin olvidar el sumo, por supuesto. El anterior concierto en Tokio, que abría la gira nipona (éste lo cierra) fue en un local algo más pequeño. Llegamos con media hora de anticipación a la apertura de puertas. Me llaman la atención varios detalles:
– Se pueden contar con los dedos de una mano los chavales y adultos, alguno hay, masculinos por supuesto, con el pelo largo.
– Hay pocas chicas, lógico por otra parte para una banda tan heavy, pero la mayoría o están solas o van acompañadas de otra chica.
– La cantidad de camisetas de la banda que lleva la gente. Parecen uniformados. Evidentemente, muchos repiten.
– La gran cantidad de gente diseminada por la explanada delante del local, sin acercarse a las puertas. Nadie hace cola. ¿Nadie? Efectivamente.
Diez minutos antes del horario de apertura de puertas, se abre una de ellas y salen varios tipos. Aquí por lo que advertiré, la puntualidad, a todos los niveles, es sagrada. Uno lleva un megáfono, los otros unos mástiles de unos tres metros con su correspondiente banderola con algo escrito, en japonés por supuesto. Los acoplan frente a la fachada, con una separación entre ellos de unos tres metros. Satoko saca las entradas. Mira los números y me hace una seña. Nos dirigimos a la tercera. El resto del personal hace lo propio. En unos instantes somos como un ejercito. En filas detrás de nuestro correspondiente estandarte.
El tipo del megáfono suelta una arenga y desaparece. A la hora establecida, sale de nuevo. Grita algo a través del megáfono y los de la primera bandera se dirigen a la única puerta abierta. En menos de cinco minutos desaparecen dentro del local. Nuevo grito. Satako me avisa. Nos toca. Los porteros son educados, pero rigurosos. Adiós cámara. Se quedará en consigna. El puesto de merchandising no tiene mucho movimiento. Evidente, por otra parte. Hicieron negocio el primer día.
Entramos en la propia sala de conciertos. Es cuadrada, tiene platea superior, con asientos, y la parte de abajo, donde estamos, mucho mayor y sin asientos. Abajo, la parte posterior es sobreelevada. En el medio las mesas de sonido y luces, en un espacio acondicionado para ello. Todo el patio inferior tiene barandillas, forradas de cuero y goma espuma, anti-avalanchas, formando secciones. Calculo una capacidad de unos 2500 espectadores. Ese día se llenará. El escenario es enorme. Tan ancho como la propia sala.
El show es igual al de Madrid… ampliado 15-20 minutos. He asistido a conciertos en media Europa, y esta gente no me parecen muy diferentes de otros públicos. Únicamente las primeras filas. En los tres primeros temas, saltan y saltan sin parar. Tengo agujetas solo de verles. Lo vuelven a hacer en otros tres o cuatro temas, a lo largo del show. Seguramente los más populares entre el público nipón. Satoko se ha puesto en primera fila. Yo me retraso en cuanto empieza la marabunta. Hasta el inicio de los Enemy, y durante los teloneros, una banda local de death metal, olvidable sin mucho esfuerzo, la gente guarda la compostura. Te puedes acercar hasta el mismo borde del escenario sin dificultad. Una vez se apagan las luces, para dar paso a la banda estrella, es otro cantar. Aquello es el caos absoluto. El respeto y la educación desaparecen. No cantan, ni gritan mucho, pero aplauden como locos entre temas y al finalizar el concierto.
Como curiosidad, una más, comentar que los teloneros no tocan ni 25 minutos, fanfarria incluida. No creo que tocaran más de cinco, o seis temas a lo sumo. Me dicen que es lo habitual. A veces incluso menos.
Con el final del recital, y el encendido de las luces, vuelvo a observar a la gente. Mis estimaciones sobre la gente portadora de la camiseta de gira del grupo andan sobre el 60-70% de la audiencia. Ahora es cuando realmente entiendo el interés de muchas bandas por venir a tocar al culo del mundo. No son nada baratas. No alcanzan el precio de la entrada, pero sí cuestan más de lo que solemos pagar los europeos. Si encima compraron el CD conmemorativo de la gira, empieza a sumar. Satoko me confirma mis sospechas. Con su nivel adquisitivo, no tienen miramientos a la hora de arrasar el puesto de merchandising. Es lo habitual. Como quien compra palomitas en el cine. Quién pudiera. Sana envidia.
Por la noche “coincidiremos” en un afamado restaurante musical internacional con algunos miembros de la banda y su entorno. Irradian felicidad, serenidad y cansancio. No es para menos. La gira ha sido un completo éxito, tanto en el ámbito musical como económico. Chris, uno de los guitarristas, me indica mi posición en el concierto, frente a él. No debía ser muy difícil entre tantos ojos rasgados. Le comento lo de la duración del concierto y la disparidad con Madrid, escasos meses antes. Sonríe y se encoge de hombros. Por cierto, en este local es donde pago la cerveza más cara en todo el viaje. Casi 10 euros, al cambio. 30 con los “zumos” de mis dos acompañantes.
Terminamos en un club de rock y metal, muy cerca de mi hotel. Un bar musical de concepto similar a sus homónimos occidentales. Al no haber mucha gente, charlo con el barman, a la postre dueño del garito. Más bien, él me entra, imagino por mi condición de foráneo. Tiene curiosidad sobre nuestro país, nuestra música, garitos similares al suyo, y precios. Como la afluencia de publico es mínima, son altas horas de la madrugada y entre semana, le ruego me ponga algo de música nipona interesante, para conocer grupos. Tras un intercambio de información me mira con incredulidad. Conozco más grupos locales que él. Tampoco había de ser un lince para superarle.
Como desgraciadamente nos pasa a algunos, muchos tampoco le tienen mucha estima al metal autóctono. Tienen mayor aprecio y consideración por las bandas foráneas. En una tienda, Disk Union, creo recordar, mientras esperaba el ascensor vi un cartel de un festival con varias bandas locales. Las paredes eran auténticos tablones de anuncios, las del propio ascensor incluido. Pregunté a los tres o cuatro que aguardaban conmigo y no supieron darme referencias de ninguna de las bandas participantes. Uno, incluso, me lo dijo claramente, no le gustaba el metal japonés.
Entre los papelotes publicitarios que me entregan en la sala del concierto, me entero del próximo concierto, en el mismo local, de la banda nativa Earthshaker, un día antes de mi vuelta al hogar. Junto a Loudness, la banda nipona con más proyección internacional a mediados de los ochenta. Editaron varios discos con Music For Nations en Europa. Otro sueño que se hace realidad. Para evitar toda la parafernalia de las banderas, por la barrera del idioma, acudiré con la hora pegada al culo. Vista la exquisita puntualidad será llegar y besar el santo. No esta lleno. Algo más de dos tercios del aforo. No hay telonero. Los años de experiencia se notan. Se mueven con soltura, sobre todo el guitarra y el cantante, que parecen co-liderar el grupo. El mejor de la banda es, sin duda, el guitarrista. Vieja escuela. Lo único que me desagrada son las charlas del cantante, cada tres o cuatro temas. Cinco minutos de parloteo que cortan, desde un punto de vista foráneo, el ritmo al show. Los demás están encantados. Debe ser simpático y gracioso. No paran de reírle las parrafadas. La audiencia esta entradita en años. Pero no es obstáculo para que algunas féminas suelten algún grito o le nombren, cual fans adolescentes.
Antes de ir a este concierto, en mi vuelta al hotel cargado con las compras, en la zona comercial de Shinjuku, mi “barrio” durante mi estancia, me encuentro un músico callejero tocando instrumentales a lo Satriani. Lo observo durante un rato. Se mueve igual que si estuviera sobre un escenario. Lo más curioso es verle dando las gracias respetando el protocolo japonés, firme y agachando la cabeza, eso sí, sin dejar de tocar, cada vez que alguien echa unas monedas o le compra una maqueta. Termino comprándole una. En otra ocasión me paré a escuchar, un buen rato, a una solista con piano eléctrico, en un estilo a lo Kate Bush, que no lo hacía nada, pero, nada mal. Hay zonas delimitadas donde suelen ponerse. Incluso bandas completas, con baterías e instrumentos eléctricos. Un final muy musical para el viaje.
De vuelta en el hotel, recogida de bártulos y a pensar en la facturación. Si te pasas de lo establecido, no es nada barato. A la ida me percaté del peso de la maleta. Calculo 300 gramos por vinilo y la relleno hasta mi estimación de los 20 kilos permitidos. El resto en bolsas. Los CDs se han quedado desnudos, sin cajas. Todas fueron a la basura. Cada disco metido en su correspondiente libreto y las traseras, juntas, por otro lado. Todo en la mochila. Al final no habrá ningún problema, excepto la molestia de llevar tanto peso como equipaje de mano.
Y esta es toda mi aventura por el lejano oriente, desde el punto de vista musical. Como anexo, paso ahora a hacer unas breves reseñas sobre el material de origen japonés, pasando por alto a las bandas occidentales, que terminó acompañándome a casa.
Texto y fotos: Monraymon
A N E X O
44 MAGNUM “Danger” (1983)
Banda de heavy metal que llego a editar discos en Europa siguiendo la estela de los Loudness.. Cantan en japinglish* (ver final).
ANTHEM “Heavy Metal Anthem” (2000)
Grupo de heavy metal cuya carrera se desarrollo desde mediados de los ochenta a principios de los noventa. Volvieron en el 2000 con un joven guitarrista y este disco recopilatorio. Re-grabaron los temas y añadieron la aportación de Graham Bonnet a las voces.
AZRAEL “Sunrise in the dreamland” (2003)
Cuando empieza la fanfarria ya te das cuenta por donde van a ir los tiros. Sexteto a lo germano, de buen nivel. Tienen al menos un par de discos, que yo viera. Pero si no te gusta el estilo…. Temas cantados en inglés por un vocalista al que no se aprecia su origen. Normalmente, los y las cantantes de allí tienen cierto deje que los delata.
ARS NOVA
Grupo liderado por la teclista y compositora Keiko Kumagai. En sus inicios un trío femenino. Pero en estos días debe ser difícil encontrar mujeres músicos con nivel y gustos setenteros. Desde que perdió a la bajista, tras el tercer disco, usa elementos masculinos invitados. Encontré dos discos de los tres buscados. Su segundo, ”Transi” (1994), en una línea EL&P, con elementos a lo Crimson y a lo Goblin (una de las debilidades de Keiko) y el último “Biogénesis” (2003), con tintes mucho más actuales y modernos, dentro del prog, con invitados italianos y, devolviendo favor, Arjen Lucassen, con el que ha colaborado en su proyecto Ayreon, aquel instrumental. El último con algunos temas cantados en inglés.
CARMEN MAKI & OZ “Título japonés” (197?)
Quinteto liderado por Maki A. Lovelace, seguramente de nombre anglicanizado, de voz versátil y potente. La música cabalga entre Renassaince, sin ser tan progresiva, y Uriah Heep, sin tanta presencia del Hammond y armonía vocal. Reedición del 94, supongo, pues el sonido de la banda y su imagen nos trasladan a los setenta. Temas cantados en japonés.
CREATION “Pure electric soul” (1977)
El título de su disco lo dice todo. Hard soul más algo de blues. La banda comenzó su carrera como Blues Creation. Fueron banda de acompañamiento, durante una temporada, del ex-Mountain y ex-Cream Felix Pappalardi. Lo mejor la guitarra de Kazuo Takeda, ahora dedicado al jazz.
DEAD END “Shámbara” (1991)
Cuarteto de hard rock a la americana de finales de los ochenta, principios de los noventa, y look a la usanza. Toques a los Dokken y bandas similares. Disco escuchable con buena producción y nivel. Cantado en japinglish.
D.F.O. “Dark eyes” (2000).
Siglas de Digital Future Orchestra. Quinteto femenino, tres violines, teclados y batería, tocando versiones clásicas en tono pop-rock. El disco lo encontré en la sección prog de una tienda de segunda mano. Costaba lo mismo que un billete de metro. Así que, entre las mozas, el precio y la sección en la que estaba, erróneamente ubicado, terminó en el saco. Es un mini-CD.
EARTHSHSAKER
Creo que no necesitan mucha presentación. Junto a Loudness, la banda nipona más popular en los años ochenta fuera de su país. Llegaron a editar varios discos en Europa en el mítico sello Music for Nations. Hard rock, más duro o melódico, por épocas. Separados a inicios de los noventa y de vuelta con el nuevo siglo. Conseguí algunos del pasado, un par de cuando se les perdió la pista en Europa, tras dejar de editar sus discos MFN, y los últimos, tras su reunión. “Midnight flight” (1984), “Aftershock” (1987), “Pretty good” (1990), “Birthday” 2001), “Earthshaker: -palabra en nipón-“ (2003) y “Faith” (2004). Le daban al japinglish, ahora cantando en nipón.
FAST DRAW “Título nipón” (1989)
Quinteto de heavy metal con una imagen un tanto “particular”. Maquillados en plan siniestro, excepto el ¿vocalista? muy glam. Rara producción, sobre todo choca el sonido de la batería y la presencia del bombo sobre la caja. Otros dándole al japinglish.
FLOWER TRAVELLIN’ BAND “Made in Japan” (1972)
Una especie de locutor hablando, con E,L&P sonando de fondo, empalma con un tema de inicio y desarrollo acústico, engaña sobre el contenido del disco. Heavy psych con toques sabbathicos, tanto en lo musical como en lo vocal.
GERARD “Power of infinity” (2004).
Trío de rock progresivo, aires clásicos setenteros. Una de las bandas nacidas de la ruptura de Novela (ver más abajo). Liderados por el teclista Toshio Egawa, que formó en los Earthshaker de final de los ’80. Comprado en una tienda de segunda mano, principalmente especializada en material de los sesenta y setenta. Estaba precintado y es promo. También hay listillos en las discográficas del sol naciente.
HONJOH MISAKO
Mediocre vocalista, cuyo interés reside en el padrinazgo por parte de los miembros de Loudness, al menos, al inicio de su carrera. “Twin perfect collection” (2002) es un doble CD recopilatorio conteniendo los tres primeros discos de la chica. En los dos primeros la acompañan los Loudness, además de componer los temas originales, en la línea de sus primeros discos. En el primero hay hasta cinco versiones (Riot, Rainbow, Cream, Pat Benatar y Slade). Produce A. Takasaki. En el tercero utiliza a los 5X más el guitarrista de X-Ray. Completa el paquete dos temas en directo, editados en un recopilatorio de las bandas que pasaron por un festival nipón en el 84. “Messiah’s blessing” (1982), “13th” (1983) y “The cruiser” (1983).Otra que le da al japinglish.
JUNXION “Proud” (2003)
Cuarteto clásico de puro heavy metal. La imagen está más en consonancia con las bandas de glam-rock, incluso alguno parece andrógino. Me lo recomendaron en un par de tiendas, y terminé pillándolo. De lo poco comprado sin precintar, o sea nuevo. “Proud” creo es su primer álbum. Cantan en japonés, aún titulando la mayoría de temas en inglés.
LAZY “Título japonés” (1981)
Banda inmensamente popular en el Japón de los setenta. Quinteto de adolescentes, para consumo adolescente, piensa en el fenómeno fan. A lo Bay City Rollers y, en menor medida, a los Sweet más pachangueros. Fueron creciendo y endureciéndose. El batería y el guitarra dejaron la banda para seguir su camino por otros derroteros y formar una verdadera banda de heavy-rock a la que bautizaron Loudness. Un recopilatorio en CD “Best” con 20 temas y su último álbum en vinilo, con temas muy heavies alternados con otros más comerciales y poppies. Curioso escuchar el origen de los mencionados. Y al precio que estaban…
LOUDNESS
Otros que no necesitan de presentaciones. La banda de heavy más popular fuera de su país, ahora en horas bajas. Había que aprovechar el viaje para completar la colección. De mi lista cayeron un single inédito “Burning love” (1982), el maxi “Risky woman” (1986) con tres temas inéditos, y “Loudness” (1992) el primero tras la marcha del cantante americano Vescera, con formación, de nuevo, totalmente nipona.
MUNETAKA HIGUCHI (w/ Dream Castle) “Free world” (1997)
Segundo álbum en solitario del batería de Loudness. Acompañado de una pléyade de estrellas americanas. R. J. Dio, Don Dokken, Steve Vai, Ty Tabor, Terry Bozzio, Stanley Clarke, Billy Shehaan, Jeff Pilson, Tony Franklin… de ahí el nombre de la banda, supongo. Como podéis sospechar, por los participantes, disco variado, dentro de coordenadas hard rockeras y heavies. La mayoría de temas, 7 de los 10, instrumentales.
MINORU NIIHARA “One” (1989)
Único álbum en solitario, al menos que yo sepa, del vocalista de Loudness. Grabado en California con músicos americanos. Steve Smith, Ross Valory, Doug Aldritch, Reb Reach, Michael Landau, entre otros, para un disco de hard rock comercial americano mediocre.
NOVELA
Agrupación bastante sorprendente. Unos temas recuerdan a Rainbow, época Rising, otros al hard melódico americano setentero y otros son puro sinfonísmo. Llevaban una imagen bastante extraña, cercana al glam, combinándola con la sofisticación de las bandas de la new wave o el AOR más comercial. Temas de duración estándar, 4-5 minutos, mezclados con suites o temas en partes de 10-15 minutos. Al estar tan baratos, terminé haciéndome con la discografía, sin saberlo. Tenía uno, traje “Miwakugeki” (1980), “Réquiem/Paradise lost” (1981) y “Sanctuary” (1983). Es curioso saber que se separaron y dividieron en dos bandas de… rock sinfónico. Hasta cierto punto lógico, sería pensar en una banda sinfónica y otra de hard. Cantan en japonés y con los títulos en inglés.
OUTRAGE “Black clouds” (1988) y “The great blue” (1991)
Thrash metal a lo Metallica de la época, incluso en algún tema se asemejan demasiado. Mezclado por S.Kaufmann (Accept/UDO).
RAJAS “Turn it up” (1985)
Banda de hard & heavy melódico. Otros con elementos femeninos, en concreto vocalista y bajista.
SABBRABELLS “Sailing on the revenge” (1986) y “One night magic” (1987)
Otro quinteto de llamativa imagen, lo usual en la época, mediados ochenta. Quizá demasiado glamurosos. Heavy metal clásico ochentero. Me llamaron la atención las portadas y me dejé llevar por el viejo instinto melómano consumista.. Creo que tienen otro más.
SABER TIGRE “Invasion” (1992), “Agitation” (1994), “Timystery” (1995), “Saber Tiger Akihito Kinoshita: Project one” (1997), “F.U.S.E.” (2002)
Banda de potente heavy metal de Sapporo, norte de Japón, cuya carrera gira en torno a la figura de su líder Akihito Kinoshita. Escuche varios temas en la Tower y me gusto y termine trayéndome cinco títulos. Usados, por supuesto. Los que hacen 2º, 3º y 5º de su discografía, cantados por la vocalista Yoko Kubota, de poderosa voz. Project One, a considerar más como un álbum en solitario, con el americano Ron Keel, y la aportación del líder de Anthem, el bajista N. Shibata. El último con un vocalista nipón. Los dos primeros en japinglish, el resto en inglés. Todos siguen la misma línea. Quizás el de Ron tiene ciertos detalles más comerciales, sin salirse del estilo.
SAMURAI “Kappa – Japan´s water children” (1971).
Formación japonesa-occidental. Cinco freaks practicando un estilo prog psych, con tintes pop en las voces, acorde a su época. Dos temas largos, uno de 10 que abre el disco, y otro de 22, instrumental que originalmente ocupaba la cara B del vinilo, con desarrollos más experimentales y extravagantes, piensa en desvaríos crimsonianos. Dos cortos y directos, y un tema tranquilito, etéreo, con flauta, cantado en japonés, el resto en inglés. Es un disco conceptual basado en una vieja leyenda nipona.
SLY “Dreams of dust” (1997)
Clásico cuarteto de heavy metal nacido de la separación de las dos grandes formaciones niponas, Loudness y Earthshaker. El batería y el cantante de aquellos, más el guitarra de éstos y un bajista desconocido, al menos para un servidor. Editaron tres CDs, antes de volver, cada uno al redil. Tenía el primero y encontré el segundo.
SHOW-YA “Immigration” (1987) y “Outerlimits” (1989)
Buen quinteto femenino de hard rock. Unas veces con aires comerciales y otras rayando el heavy. La cosecha, dos de sus discos. Creo que tienen, al menos, ocho o nueve. En vinilo “Immigration” y en CD “Outerlimits”. Ambos a precio de risa. El vinilo precintado. Cantan en japinglish.
TERRA ROSA “Sase” (1990)
Quinteto a lo Rainbow, época JLT, con matices neoclásicos. Vocalista femenina. Buen disco.
TAG MATSUMOTO GROUP “TMG I” (2004)
Creo que no necesita presentación, ya que el disco esta disponible por estos lares. Lo compré en Narita, el aeropuerto, a la vuelta. Cada vez que entraba en una gran tienda de discos, antes o después, terminaban poniéndolo. Creía que era algún grupo americano, la voz me era familiar, hasta que en una HMV vi el video. Aunque no está dentro de mis gustos más afines, me trae recuerdos cada vez que suena. De ahí la compra.
USHITORA “Rise” (200?)
Antes de ir, había leído algo sobre la “New wave of Far East heavy metal” en alguna página web. Este grupo aparecía. Trío femenino, vaya marcha la de las chicas niponas. Es una maqueta. Me enteré al abrirlo en el hotel. Es un CD-R. Buena presentación, incluyendo el propio disco. Cinco temas intensos, y algo oscuros, cantados en inglés.
WOLF “Wolf” (1987)
Por lo que pude vislumbrar, mítico cuarteto de los ochenta. Al menos, los vinilos costaban pequeñas fortunas. Heavy americano de mediados de los ochenta. “Wolf” es su mini de debut con seis temas.
X-RAY “Hard section” (1983), “Shout” (1984) y “Strike back” (1985)
Cuarteto de clásico heavy transformado en quinteto a partir del tercer disco, con la incorporación de un teclista. La música toma unos derroteros más comerciales, potente hard rock melódico, gracias a que su líder y máximo compositor era su guitarrista. La cosecha, “Hard section” , “Shout” y “Strike back”. Ya tenía su segundo disco.
*Japinglish: mi forma de bautizar la manera, o manía, de mezclar inglés y japonés en las letras de las canciones, ya sea metiendo palabras de uno de los idiomas en frases del otro o alternándolos en párrafos y estribillos.
Texto y fotos: Monraymon