GABRIELLE DE VAL A LA CONQUISTA DE INGLATERRA. DIARIO DE A BORDO

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PRELUDIO

Conocí a Gabrielle de Val en 2011, poco después de la edición de “Back”, primer disco de The Val. En aquella época, tras comentar el álbum para The Sentinel, le hice una entrevista para la web en la que ambos sentimos una cercanía personal que terminó desembocando en una relación de amistad que ha ido consolidándose en estos 13 años.

Hace un par de años, Escape Music descubrió a Gabrielle de Val y quiso lanzarla en solitario. El resultado fue el disco “Kiss in the Dragon Night” (2023), en el que se contó con la participación de grandes músicos de reconocido prestigio mundial. Este disco fue presentado en España en una rueda de prensa oficiada en la sede de la SGAE en Madrid, a la que fui invitado a colaborar como ponente. En dicha rueda de prensa, Gabrielle hizo un pequeño set acústico acompañada de Gustavo Martín, excepcional guitarrista que yo mismo le presenté años atrás para su participación en un pequeño festival benéfico.

Al término de esta presentación, tanto Gabrielle como Gustavo me pidieron ayuda para formar una banda completa que pudiera defender este disco en directo. Por supuesto, acepté encantado, tiré de contactos y pocos días después el grupo se había completado con la presencia de Javier Gómez “Cozy” (batería), José Luis Gallera (bajo) y Gustavo Di Nóbile (teclados), todos ellos músicos muy competentes que encajaban perfectamente con lo que andábamos buscando. Por todo ello, siempre he considerado que esta formación lleva “un poquito de mi”.

Tras un primer concierto en una sala madrileña, otro en Zaragoza y un set acústico en Madrid, la mediación de Escape Music propuso a Gabrielle de Val su participación en una gira por España junto a Kingdom of Madness (grupo formado por Mark Stanway y otros músicos de la primera etapa de Magnum) y Jaime Kyle, cantante norteamericana que sería acompañada por la misma banda de Gabrielle de Val en sus conciertos por nuestro país. Esta pequeña gira finalmente fue de tres conciertos (Barcelona, Vitoria y Madrid).

Tras este tour, el grupo de la cantante hispano-alemana recibió la propuesta de Bruce Mee, director de la revista Firework Magazine y organizador de conciertos en Reino Unido, para que Gabrielle de Val participara en el Tower Festival que se celebraría en junio de 2024 en Manchester. En él, Gabrielle actuó en formato acústico, acompañada por Gustavo Martín y José Luis Gallera, en lo que sería en la primera actuación de este proyecto fuera de nuestras fronteras.

De vuelta en España, la banda hizo algunos conciertos puntuales mientras se gestaba el paso (hasta ahora) más importante de su trayectoria: Bruce Mee, encantado con la acogida del público en el Tower Festival, invitó a Gabrielle de Val a participar en el Firefest, el mayor festival de Hard Rock Melódico que existe, y que volvía a organizarse tras 10 años de ausencia.

Poco después, la oferta se formalizó: Gabrielle de Val actuaría en este festival de tres días de octubre en Manchester, en compañía de grandes nombres del Hard Rock melódico mundial. Y no sólo eso: aprovechando la estancia de la banda en el Reino Unido, el grupo Kindom of Madness quiso contar con Gabrielle de Val para una actuación en Wolverhampton, localidad británica que dista 140 kms. desde Manchester.

Además, en el concierto de Gabrielle de Val en el Firefest contaría con tres invitados de lujo que se añadirían para algunas de sus canciones: la cantante canadiense Tanya Rizkala (Epic), el guitarrista sueco Robert Sall (W.E.T. y Work of Art) y el cantante irlandés Robin McAuley (Grand Prix, McAuley Schenker Group), quien era también el artista principal que cerraría el segundo día de festival.

Al poco de confirmarse todos los detalles, Gabrielle de Val y el grupo me hicieron una propuesta irrechazable:

  • ¿Te vienes con nosotros a Inglaterra?

Me lo pensé poco. La idea de acompañarles me atraía enormemente, tanto por vivir la experiencia desde dentro como para aprovechar y hacer un reportaje de todo lo que aconteciera. Este mismo reportaje que estás leyendo ahora mismo y que espero que refleje las sensaciones que yo viví.

 

JUEVES 10 DE OCTUBRE: INICIO DE VIAJE

Llegó el momento de salir de España rumbo a la Pérfida Albión. Y para que la experiencia fuera completa, quise que ésta comenzara justo en la puerta de mi casa.

Para mi traslado al aeropuerto conté con Emi Fernández, cantante del grupo Caress y taxista de profesión. Y no es un taxista cualquiera. Conocido en el gremio como Taxisoul, es famoso por cantar en el taxi mientras efectúa las carreras, a veces acompañado por los clientes que se animan a cantar con él, como demuestran los videos que publica en sus redes sociales. Una experiencia muy divertida que recomiendo a cualquiera que necesite un taxi en algún momento.

El traslado a la Terminal 4 de Barajas fue muy agradable, con Emi y yo charlando animadamente de sus proyectos. Desgraciadamente para mi, esa misma noche Caress actuaba en Madrid, pero a la hora del show yo ya estaría en Manchester.

Una vez llegado al aeropuerto me dirigí a los mostradores de Iberia, donde ya esperaba Gustavo Di Nóbile. Pronto aparecieron Gustavo Martín, José Luis Gallera y su mujer, Raquel, quien también nos acompañaría en esta aventura. Finalmente llegaron Cozy, Gabrielle de Val y Pedro, su marido, con lo que la expedición estaba por fin reunida. La ilusión se palpaba en el ambiente y nuestros corazones se aceleraban por la emoción de lo que se acontecía.

En el aeropuerto nos encontramos con más amigos como José Luis Martín y la encantadora pareja formada por Jose y Marta, habituales de los conciertos en Madrid, quienes viajaban para ver el festival y que con su presencia nos harían sentirnos más arropados en tierra extraña.

Tras pasar los siempre tediosos trámites de la facturación, controles policiales y de pasaporte, por fin embarcamos en el avión que dos horas más tarde nos dejaría en Manchester. Una vez allí, recogido el equipaje y pasados los correspondientes controles británicos, salimos al exterior del aeropuerto, donde nos esperaba un gran furgón de la organización para llevarnos al hotel. El furgón lo conducía Matt, quien sería nuestro chófer en todos los días que estuvimos en Inglaterra y que resultó ser un encanto, muy profesional en lo suyo y con una simpatía y buen rollo que nos dejó una impresión inmejorable.

En el traslado del aeropuerto al hotel me senté junto al conductor para tener la experiencia de ver cómo se conduce en Inglaterra por el lado contrario a España. Y he de decir que en el tramo de autovía iba tranquilo, pero en cada rotonda tenía que agarrarme al asiento por la sensación de ir en dirección contraria. ¡Cosas de la Commonwealth!

Gabrielle de Val y Pedro se alojaban en un hotel diferente, así que siguieron camino. El resto de nosotros formamos un grupo de 6 que hicimos piña durante toda nuestra estancia en Inglaterra: Gustavo Martín, Gustavo Di Nóbile, Cozy, José Luis Gallera, Raquel… y yo. Una vez repartidas las habitaciones, yo compartiría estancia con Gustavo Di Nóbile.

Una vez nos dieron las habitaciones, subimos el equipaje y quedamos en recepción para ir a cenar algo. Mientras esperábamos me di cuenta de un detalle importante: La mayoría de los grupos que participaban en el festival estaban alojados en nuestro mismo hotel, con lo cual era habitual encontrarte con músicos en el comedor, el ascensor o cualquiera de las áreas comunes. Algo que se reveló muy interesante en los días posteriores.

Tras un escaneo por los alrededores del hotel decidimos cenar en un restaurante cercano, de la franquicia Nandos. En ausencia de Gabrielle yo era el que tenía mayor nivel de inglés, así que normalmente me encargaba de la comunicación con el personal local. Mi frustración no tardó en llegar, ya que apenas entendía lo que me decían, a menos que me hablaran muy despacio, lo que no solía suceder. Al día siguiente me enteré de que el acento de Manchester es especialmente difícil y era comprensible que yo tuviera esas dificultades. El caso es que, improvisando un poco y dejando nuestro destino un poco a la suerte, conseguimos cenar en condiciones antes de volver prontito al hotel. Había sido un día muy largo y los siguientes lo serían aún más.

 

VIERNES 11 DE OCTUBRE: WOLVERHAMPTON

Era el día de nuestro primer concierto en Inglaterra. Wolverhampton está a dos horas de Manchester, así que la idea era salir después de comer, actuar allí y volver después del concierto. Por tanto, teníamos la mañana libre para hacer un poco de turismo.

Nos citamos para desayunar a las 8:30 en la cafetería del hotel. Nada más llegar se confirmó lo que había visto la tarde anterior: Todo el restaurante estaba lleno de los músicos que actuarían en el festival, así que el ambiente era muy bueno.

Lo que no era tan bueno era el desayuno. El café de la máquina sabía a rayos y los zumos no eran mejores. El resto, lo habitual: croissants, huevos revueltos, bacon, unas magdalenas pequeñitas que no merecen llevar el mismo nombre que las que hay en España y, lo único que me gustó, yogur natural casero. Los guiris parecían medio satisfechos, pero los españoles echábamos de menos lo que tenemos en casa. Y es que ya se sabe, donde no hay aceite de oliva no hay civilización.

El hecho de compartir estancia con los músicos del festival daba pie a multitud de anécdotas. Una de las primeras fue en un desencuentro que tuve con la máquina de café. Por más que le daba al botón no conseguía que saliera aquel líquido que no merece tener el nombre de café. Cuando llevaba unos segundos apretando el puto botón, escuché una voz a mi espalda que me decía entre risas: “You have to put your finger on the button, if you press it hard the coffee doesn’t come out. Same thing happened to me and I was going crazy until I discovered it” (Tienes que apoyar el dedo en el botón, si lo pulsas fuerte no sale el café. A mí me ha pasado lo mismo y me he vuelto loco hasta que lo he descubierto).

Me giré y quien me lo decía era Michael Bormann, cantante de Jaded Hard. Le agradecí el consejo, bromeamos un poco, le deseé que tuviera buen concierto y saqué mi café. Un tío majo.

Después del desayuno nos fuimos a patear un poco la ciudad. Gustavo Martín se había traído desde España su guitarra Parker Fly desmontada en varias piezas, pues ese modelo tiene esa facilidad. A José Luis Gallera la organización le ponía, como al resto de músicos, un instrumento a su disposición elegido entre una amplia gama de posibilidades. Aun así, tanto Gustavo como José Luis quisieron alquilar otra guitarra y bajo, respectivamente, para tenerlo de reserva y estar cubiertos ante una eventualidad en pleno concierto. Miramos en un mapa la ubicación de la tienda de alquiler y estaba a media hora a pie desde el hotel, así que decidimos ir andando para aprovechar la circunstancia y ver la ciudad. Hay que decir que tardamos el doble de lo previsto, pues nos íbamos parando a hacer fotos, dando pequeños rodeos para ver sitios de interés y, en definitiva, hacer un poco de turismo. Desde nuestra perspectiva de turistas españoles hacía bastante frío, pero muchos de los transeúntes, sobre todo jóvenes, iban en manga corta, pantalón corto e incluso con camisetas de tirantes. Y yo con el plumas y el gorro de lana, preguntándome si eran ellos o yo quien tenía el termostato roto.

Una vez llegamos al destino nos encontramos con una nave con cientos de instrumentos disponibles. A su cargo, un joven muy amable (algo común en los habitantes de Manchester, como pudimos comprobar todos los días) nos atendió y nos entregó los instrumentos reservados. Debido a su peso, Gustavo y José Luis se volvieron al hotel en Úber, mientras que el resto del grupo (Gustavo Di Nóbile, Cozy, Raquel y yo) nos volvimos andando. Entre otras cosas, yo quería pasar por el Hard Rock Café para comprarme una camiseta, algo que hago en todas las ciudades donde voy, siempre que es posible y hay un establecimiento de la franquicia.

Tras llegar al hotel fuimos a comer a una pizzería cercana donde servían unas pizzas gigantes (66 cm. de diámetro) y un generoso surtido de grifos de cerveza. Buena elección, nos gustaron las pizzas y el trato del dueño. También nos gustó la camarera, una joven con larga cabellera rubia con tirabuzones, muy simpática también. De hecho, debo decir que todo el mundo con quien tratamos en Manchester mostró amabilidad y simpatía exquisitas.

Nos pedimos una de las pizzas gigantes y antes de terminarla ya habíamos pedido otra. Cuando estábamos acabando de comer aparecieron Gabrielle y Pedro, ya que se acercaba la hora de la recogida en el hotel por parte de nuestro chófer Matt. Además, Gaby había quedado con Tanya Rizkala para conocernos personalmente. Durante estos meses de preparación ellas habían hablado por e-mail para preparar la colaboración en el Firefest y había que improvisar un pequeño ensayo para que todo fluyera en el momento de subirse al escenario.

Llegamos al hotel y los músicos subieron a las habitaciones a coger sus instrumentos y demás cachivaches necesarios para el concierto. Como yo no tenía que coger nada, me quedé en recepción a esperarles. A los 5 minutos, las puertas del ascensor se abrieron y un torbellino con melena negra rizada y alborotada salió como un cohete.

  • ¿Tanya?

Ella se volvió de inmediato. Al verme pensaría “¿y este quién es?”. Me presenté y le dije que Gabrielle aparecería enseguida, como así sucedió. Se dieron un abrazo y comenzaron a hablar sobre la necesidad de coordinar un pequeño ensayo la mañana del día siguiente, aunque fuera en una de las habitaciones del hotel, para que todo saliera perfecto en el concierto. Yo me metí en la conversación y pronto me di cuenta que Tanya es una mujer con una vitalidad extraordinaria, que habla por los codos y que estaba tan ilusionada como nosotros por la inminente actuación en el Firefest. Además, como se alojaba en nuestro mismo hotel sería fácil coordinarnos. En eso quedamos y Tanya se fue antes de que empezaran a bajar a recepción los miembros del grupo.

Llegado al momento, con puntualidad británica apareció Matt con su furgo para llevarnos a Wolverhampton, un viaje que duró dos horas y cuarto, ya que sufrimos un par de atascos que nos retrasaron un poco. En el camino, mucho buen rollo, bromas y fotos de los parajes por los que pasábamos. Y también impaciencia e ilusión por el primero de los dos conciertos que estaban programados en Inglaterra, en este caso junto a los ya conocidos Kingdom of Madness.

Finalmente llegamos a Wolverhampton y Matt aparcó en la zona reservada a artistas. La sala se llamaba KK’s Steel Mill y es propiedad de K.K. Downing, ex guitarrista de Judas Priest y actualmente con su proyecto KK’s Priest. El recinto era muy atractivo. El interior estaba dividido en dos partes, separadas por un telón que podría ser retirado si la afluencia era muy grande, pero en casos como el nuestro el público se reunía en la parte delantera, que tendría capacidad de unas 400 personas (a ojo de mal cubero como el mío). La otra mitad de la sala estaba ocupada por el puesto de merchandising, una barra para la bebida y un espacio libre para estar tranquilos cuando no hubiera actuación.

El hecho de que Kingdom of Madness residan en Wolverhampton les evitaba el viaje, así que nosotros sólo iríamos a tocar y nos volveríamos después de nuestro concierto, para que Matt pudiera volver a Manchester a tiempo de hacer otros servicios a grupos del Firefest. Eso nos impediría ver el concierto de KOM pero nos ahorraba tiempo. Esta circunstancia nos llevó a no dejar nada en el puesto de merchandising, ya que no estaríamos demasiado tiempo allí.

Lamentablemente, este viaje de ida y vuelta a Wolverhampton nos impediría asistir como público al primer día del Firefest, por lo que no pudimos ver a Graham Oliver’s Army, Lionheart, Coney Hatch y Heavy Pettin’.

Nada más llegar subimos a la zona de camerinos, ubicada en el primer piso. Por el pasillo, numerosas fotos de grupos que habían tocado en esa sala, la mayoría muy importantes. Y por supuesto, muchas fotos de K.K. Downing tocando solo o acompañado. El camerino era muy cuco, con una zona de vestuario y un cuarto de baño con ducha incluida. Dejamos allí nuestras cosas y bajamos a la sala, donde Kingdom of Madness estaban ya probando sonido. Les saludamos, ya que les conocíamos de la gira española, y esperamos nuestro momento para probar.

Cuando Kingdom of Madness terminaron su prueba llegó nuestro turno. A diferencia de aquel concierto en Madrid, esta vez sí había tiempo suficiente para hacer una prueba completa y dejarlo todo bien preparado. Pero los hados se iban a aliar en nuestra contra.

La prueba empezó mal y sólo fue a peor. Sin saber el motivo, Cozy no iba a utilizar el mismo kit de batería que Micky Barker y nos habían traído otro distinto, que ni siquiera estaba montado. Cuando Cozy fue a verlo, empezó a echar pestes y con razón. Ese kit lo trajeron de un local de ensayo y era realmente malo. Incluso le faltaban piezas, como la pinza del charles. Mal rollo.

Como yo no soy músico y sólo iba de acompañante, me ofrecí para hacer cualquier cosa que les ayudara. Básicamente, subía a camerinos para bajarles cualquier cosa que necesitaran. En ese momento me hicieron varios encargos y subí a por ellos. Cuando bajé, me encontré a Cozy sentado en la batería de Micky Barker, en la tarima del escenario. Sorprendido, me acerqué y le pregunté.

  • ¿Qué ha pasado? ¿Cómo lo has conseguido?
  • Micky me ha visto cabreado, me ha preguntado qué tal era la batería y le he dicho “It’s a fuckin’ shit” de mala hostia. Por lo visto, él no sabía nada de este problema y me ha contestado “Do you want to play with my drums?”, así que le he dicho que sí… y aquí estoy.

Primer problema superado. Pero no sería el último.

Cuando el resto del grupo empezó a probar, Gustavo se empezó a quejar de pérdida de señal en sus in ears, el sistema de auriculares que reemplaza a los tradicionales monitores y le permite escuchar de forma personalizada al resto del grupo. El problema era difícil de identificar, porque si Gustavo se acercaba al emisor, en un lateral del escenario, aquello funcionaba bien, pero en su sitio en escena, justo al otro lado, se entrecortaba y dejaba de funcionar. Gustavo intentó varias soluciones sin éxito, porque el problema parecía ir y venir. Y en esas condiciones no podía tocar. Finalmente, decidió prescindir del sistema, buscar un monitor y adaptarse de la mejor forma posible. Y que sea lo que Dios quiera.

Esta decisión se tomó demasiado tarde, porque apenas quedaba tiempo de prueba antes de que se abrieran las puertas para la entrada del público. Aun así todo quedó bastante bien, aunque a mí me daba la impresión de que la guitarra quedaba demasiado baja. Había una chica joven como técnico de sonido a quien le comenté el problema y me hizo la señal del pulgar hacia arriba indicándome que lo tenía controlado.

Finalizamos la prueba de sonido en el mismo momento que se abrieron las puertas para el público, así que nos subimos al camerino hasta la hora indicada para el comienzo del concierto.

Cuando bajamos nos encontramos la sala con poco público, unas 50 personas, aunque bien es cierto que durante nuestro concierto fue afluyendo más gente hasta terminar con unos 200 asistentes. Es posible que la diferencia sea debida a que siendo un viernes laborable haya personas que no pudieran llegar antes o que, como sucede en España, hay gente que decide ir sólo a ver al grupo principal. O la suma de las dos.

Debo decir que el público inglés es muy respetuoso con los músicos que están sobre el escenario. Unos aplauden y otros atienden sin expresar muchas emociones, pero no se escucha el murmullo de los asistentes hablando entre ellos mientras dura la actuación, algo que por desgracia es habitual en España.

El concierto empezó con “Natural High”, con el grupo saliendo como una tromba. El público estaba expectante, no creo que nadie conociera a la banda, que sonaba como un reloj… pero sin guitarra. Confirmando mis temores, a Gustavo Martín apenas se le oía. Me di la vuelta y miré con cara de asesino a la técnico de sonido, pero no creo que se diera cuenta. Con “Fuel To The Fire” la cosa seguía igual, así que me fui a la mesa y le pegué cuatro gritos a la técnico, diciendo que la puta guitarra no se escuchaba. Entre el sonido del concierto y la mala leche que yo llevaba, los gritos fueron contundentes. Mientras yo voceaba, una parte de mi cerebro me decía “ahora es cuando esta tía te dice que quién coño eres tú y te manda a tomar por culo”. Sin embargo, la mujer asintió y se puso a toquetear la mesa de mezclas. Yo me di por satisfecho y volví a primera fila.

La tercera canción fue “Candle In The Window”. Al poco de empezar me acordé de la tercera Ley de Murphy: “si algo puede ir mal, irá mal”, porque la guitarra de Gustavo empezó a sonar rara y, de repente, se apagó. “Esto es por mi culpa, la técnico de sonido me odia y me está puteando”, pensé. Pero no, en este caso el problema venía de la pedalera de Gustavo, que decidió ponerse en huelga. Durante DOS MINUTOS, Gustavo dejó de tocar la guitarra para toquetear la pedalera, quitando y poniendo enchufes, apagando y encendiendo como si aquello fuera Windows 10 y, desesperado, intentaba hacer que reviviera. Mientras tanto, el resto del grupo seguía tocando de forma muy profesional, sacando adelante la canción sin guitarra.

De repente, se obró el milagro. Justo cuando iba a llegar la parte del solo, la guitarra de Gustavo resucitó y empezó a sonar. Y no sólo eso, sino que su volumen ahora sí era acorde a lo que necesitábamos. La técnico de sonido me había hecho caso. Y Gustavo hizo de maravilla el solo que tocaba, sin fallos de concentración. Este tío es muy bueno.

A partir de ahí, todo salió rodado. La banda sonaba de lujo, con todos los instrumentos en su sitio y Gabrielle cantando de maravilla. Y el público se empezaba a enganchar a la propuesta. Gaby anunció “Tiger”, versión de Abba que da nombre al disco que acaba de salir como Gabrielle de Val & The Dragonlords, con temas extras de “Kiss In A Dragon Night” y otros cantados con varios cantantes. Y tuvo muy buena acogida, aunque el éxtasis vino con “Moonlight Shadow”, que el público cantó con ganas. Llegado el momento del solo, Gustavo lo bordó, llevándose los aplausos de un público que poco a poco iba llenando la sala y a los que Gabrielle se metió en el bolsillo desde el principio.

El resto del concierto fue coser y cantar. Superados todos los problemas, la banda dio de sí todo lo que yo esperaba de ellos y que sorprendió a los presentes que no les conocían. José Luis Gallera da mucho juego en escena y Cozy es un huracán, pegando con contundencia la batería. Y los teclados de Gustavo di Nóbile daban el punto de elegancia. “Kiss In A Dragon Night” (cantado a dúo con José Luis Gallera) y “Think Like A Man” nos llevaron a “Cry Wolf”, tema que da título al nuevo disco que saldrá en 2025 y que iba a ser interpretado en directo por primera vez. Y para finalizar, “Take On The World” dio por terminado el concierto, con el público aplaudiendo de forma unánime.

Desde primera fila se veía al grupo contento y aliviado. Habían sabido lidiar con los problemas iniciales y sacar adelante una situación difícil sin desconcentrarse. Eso tiene mucho mérito.

Tras los saludos finales, el grupo subió a los camerinos y yo me fui con ellos. En todos ellos había alegría, satisfacción y mucho alivio. Abrazos, felicitaciones y comentarios sobre los problemas acontecidos. Llevábamos así 10 minutos cuando llamaron a la puerta del camerino. Abrimos y allí estaba la responsable del merchandising, que dijo algo así como:

  • Por favor, tenéis que bajar al puesto de merchandising, hay gente esperándoos, quieren saludaros y felicitaros. También me están preguntando si tenéis discos a la venta, porque quieren comprarlos. ¡Por favor, bajad cuanto antes!

Nos miramos asombrados y, por supuesto, bajamos de inmediato, llevando una gran bolsa con lo que había preparado: CDs de “Kiss In A Dragon Night” y “Tiger”, además de algunos vinilos picture disc de “Kiss In A Dragon Night”. En efecto, en el puesto de merchandising había gente esperando para felicitar al grupo, hacerse fotos y comprar los CDs. Fueron muchas las felicitaciones que recibieron y los buenos comentarios que nos hicieron llegar. Me llamó la atención uno de los asistentes, totalmente entusiasmado con la banda. Nos dijo que él era guitarrista y que estaba alucinado con el nivel de Gustavo Martín, y que la banda era buenísima. Y que compraría todo lo que tuviéramos disponible. Y así hizo, adquirió los 2 CDs y el picture disc. Y porque no teníamos más cosas, se hubiera llevado lo que fuera. ¡Qué pasión!

Con este subidón de adrenalina el grupo terminó de atender a todo el mundo y subimos a recoger todas nuestras cosas para volver a Manchester, mientras Kingdom of Madness ya había empezado su concierto.

Las dos horas de camino de vuelta a Manchester se nos pasaron en un suspiro, comentando todos los pormenores del concierto, los problemas iniciales y el orgullo por haber sacado adelante un show que empezó muy torcido. Y sorprendidos por la acogida tan calurosa que habíamos tenido.

Llegamos a Manchester pasadas las 11 de la noche. A esa hora en Inglaterra no hay nada abierto para cenar, pero por suerte había un Spar 24 horas en la puerta del hotel, donde pudimos comprar unos sándwiches y hamburguesas.

Gaby y Pedro se fueron a su hotel y nosotros nos bajamos a la pequeña cafetería del nuestro, donde por la mañana se servían los desayunos y que a esta hora no tenía servicio, pero cuyas mesas estaban disponibles para comernos allí los sándwiches y comentar el día. Nada más sentarme vi a lo lejos como Tanya Rizkala salía del ascensor, así que me levanté y fui hasta ella. Al reconocerme me saludó y yo le dije:

  • Do you want to meet the band?
  • Really? Of course!

Así que la traje a nuestra mesa, le presenté a los miembros del grupo y a Raquel, la mujer de José Luis Gallera. Desde el primer momento Tanya se mostró entusiasmada y les agradeció el esfuerzo y la disponibilidad para trabajarse las dos canciones que ella iba a cantar dentro del set de Gabrielle de Val en el Firefest.

Así nos tiramos más de hora y media de animada charla en la que hablamos de música y de la vida en general, hasta que pasada una hora de la medianoche decidimos irnos a descansar, no sin antes concretar que nos veríamos al día siguiente por la mañana, primero para desayunar y después para dar un repaso a los temas en la habitación de Gustavo Martín y Cozy.

 

SÁBADO 12 DE OCTUBRE: ENSAYO EN EL HOTEL

A las 8 y media nos habíamos citado en la cafetería del hotel para desayunar, así que a las 8 yo ya estaba en la ducha. Cuando Gustavo Di Nóbile y yo bajamos, ya estaban Gustavo Martín y Cozy. José Luis Gallera y Raquel no tardaron en llegar. A las 9 apareció Tanya Rizkala, quien se sentó con nosotros para compartir el desayuno. Por cierto, también compartimos las quejas sobre lo malo que está el café en Inglaterra, aunque Tanya se tomó tres, buscando más los efectos de la cafeína para despertarse que el sabor mediocre que tenía. Hablando con ella me contó que, aunque es ciudadana canadiense, todas sus raíces y su cultura son libanesas, por lo que su carácter y sus costumbres son tan mediterráneas como las nuestras.

Cuando terminamos el desayuno nos fuimos a la habitación de Gustavo Martín y Cozy. Allí, Gustavo conectó su guitarra a un Quad Cortex para que Tanya la escuchara por auriculares y tuviera una referencia para cantar. Se trataba de buscar la coordinación entre los músicos y sus voces, ya que los temas los cantaría junto a Gabrielle de Val y con la colaboración vocal de José Luis Gallera. Concretamente, los temas serían “Love Is Tough” y la versión de Europe “Girl from Lebanon”, incluidos en las entregas I y II, respectivamente, del proyecto “Circle of Friends” de Bruce Mee.

Al poco de comenzar a ensayar aparecieron Gabrielle y Pedro, que venían de su hotel, y todos juntos estuvieron coordinándose en este ensayo improvisado en la habitación de Gustavo. Dada la potencia vocal de Tanya y que necesitaba emplearse a fondo para que el ensayo fuera correcto, aunque no tenía micrófono su voz retumbaba por todo el pasillo del hotel con mucha claridad. No recibimos ninguna queja, seguramente porque la mayoría de huéspedes alojados eran también músicos o acompañantes que habían venido al festival.

Cuando consideramos que habíamos tenido suficiente ensayo, nos despedimos de Tanya y nos dimos cita para esa misma tarde en el Firefest, donde queríamos asistir como público para ver las bandas del día. Gabrielle y Pedro también se fueron a su hotel, con ellos también nos veríamos en el Firefest, así que el resto decidimos que antes del festival teníamos que ir a comer algo, por lo que los dos Gustavos, Cozy, José L. Gallera, Raquel y yo salimos a buscar algún sitio decente donde avituallarnos.

Finalmente hicimos algo que no se debe hacer nunca cuando se viaja al extranjero: comer en un restaurante español fuera de España. El día anterior habíamos pasado por la puerta de un local en el que ponía “Tapas & Pinxos” y el reclamo se nos antojó poderoso, así que allí nos fuimos. El restaurante se llamaba “El Kabrón” y, aunque era estilo español, estaba regentado por ingleses. Nada más entrar, un simpático camarero pelirrojo nos dio la bienvenida y nos acompañó a la única mesa libre disponible donde podíamos estar los 6.

  • Welcome to “elcabrioun”
  • It’s pronounced “El Kabrón”. We are Spanish! – le dije guiñándole un ojo.

Al camarero le entró la risa y después nos tomó la nota de las bebidas, dejándonos la carta para que fuéramos mirando las opciones disponibles. A los 5 minutos apareció otro camarero distinto:

  • ¡A ver qué vais a tomar por aquí! – nos dijo en perfecto castellano.

Era el único camarero español del restaurante y había venido a atendernos por este motivo. Nos explicó las opciones y nos orientó sobre lo que debíamos pedir y lo que no. Al final nos decidimos por un par de tapas para cada uno: de croquetas (de jamón o de boletus, según cada cual) y de pincho de tortilla española. La elección no estuvo mal, pero nos quedó un pelín escaso y un pelín-bastante caro.

Cuando terminamos de comer, nos fuimos al Festival.

Afortunadamente el Manchester Academy donde se celebraba el Firefest estaba cerca del hotel, en plena Universidad. Hasta allí teníamos sólo 15 minutos andando, así que esa fue la opción elegida.

Cuando llegamos al local, me sorprendí gratamente con su aspecto. Se trata de un pabellón de gran capacidad, sin ningún elemento que dificulte la visión del público y con un equipo de sonido y de luces realmente bueno. De hecho, todos los grupos gozaron de las mismas condiciones de luz y sonido, excelentes en ambos casos.

Dentro de la sala, nada más entrar, estaba el puesto de merchandising, donde además de varios vendedores, el propio Bruce Mee, organizador del evento, estaba atendiendo a quien quisiera adquirir camisetas, CDs o cualquier otro elemento de las bandas participantes en el festival. En un lateral de la sala había una amplia barra para pedir bebidas y, al fondo, un imponente escenario bastante grande, bañado por un juego de luces muy bien diseñado.

Desgraciadamente no llegamos a tiempo para ver las primeras bandas del día, así que nos perdimos a Lost Weekend, Atlantic, Mad Max y Kingdom of Madness, que también participaban en el festival y de los que nos perdimos dos conciertos en 3 días, contando el de Wolverhampton.

Al poco de llegar vimos en la sala a Jose y Marta, con quienes habíamos coincidido en el avión que nos trajo de España, y también vimos Tanya Rizkala con unos amigos, a quien saludamos y con quien compartimos impresiones. Faltaba poco para el siguiente concierto, así que pensé en acercarme al escenario para ver el show de cerca. A diferencia de las salas de España, donde suele hacer bastante calor (para que el público consuma más bebida, según las malas lenguas), dentro de Manchester Academy hacía fresco, por lo que no me quité mi gorro de lana con el logo de Atlas que me había llevado y que me protegía del frío inglés. Esto hizo que, cuando me di la vuelta para ir hacia el escenario, una persona a quien no conocía me miró y me dijo en perfecto castellano:

  • ¡Coño, los Atlas! ¡Yo les vi en Barcelona!

Gratamente sorprendido, me puse a hablar con él, quien me contó que pertenece a una especie de asociación llamada BarnAor que, como su nombre indica, reside en Barcelona (y Cataluña en general) y son seguidores del Hard Rock melódico, y que había ido con algunos de sus compañeros a ver el festival. Le dije que me iba a acercar al escenario y se vino conmigo, así que nos pusimos con el resto de miembros de BarnAor.

Por fin empezó la siguiente actuación del día, concretamente de SKAGARACK, veterana formación danesa de los que tengo su primer disco homónimo de 1986 y a los que perdí la pista tras su separación en 1993. Nunca tuve oportunidad de verles en directo y esta era la ocasión perfecta.

O eso creía yo, porque no me gustaron. Y no porque la banda no tuviera calidad, ya que el grupo sonaba bastante bien, sino por el lamentable estado vocal de su vocalista y líder Torben Schmidt, totalmente afónico y con síntomas de estar acatarrado. Sinceramente, no sé si esa afonía era temporal por enfermedad o es que la edad le ha pasado factura, pero la voz no le llegaba ni para hablar entre canciones presentando el siguiente tema. Esta circunstancia lastró definitivamente su concierto, a pesar del buen hacer del resto de la banda, en especial el guitarrista Jan Petersen.

Skagarack repasó sus mejores temas, pero la sensación de ver a Torben Schmidt sufrir de esa manera para intentar cantarlos pudo con todo lo demás.

Durante su concierto me giré un par de veces para ver la zona donde estaban los miembros de BarnAor y entre ellos vi varias caras conocidas de la escena rockera madrileña. Decidí esperar a que terminara el concierto de Skagarack para ir a saludar a Dani Argilés “Argi”, guitarrista de Rock melódico que de vez en cuando me ha enviado algunos de sus temas para que los incluyera en mi programa de radio. Con él estaba su pareja Lucy y su amiga Claudia, disfrutando del festival. Dos mujeres encantadoras con las que estuvimos disfrutando del resto del festival.

La siguiente banda en aparecer en el escenario fue CATS IN SPACE, grupo británico relativamente nuevo (formados en 2015) aunque con músicos veteranos, del cual tenía buenas referencias, así que me interesaba ver cómo se desenvolvían.

Debo decir que esas buenas referencias se quedaron muy cortas. Por lo visto en ese escenario, estamos ante una de las mejores bandas de Hard Rock Melódico que se pueden encontrar en la actualidad. Salí totalmente maravillado ante esta formación, su calidad instrumental, su juego de voces y sus canciones. Con una actividad discográfica trepidante (6 discos de estudio y 2 en directo en 9 años) la banda es extraordinaria. Quedo pendiente de dar un repaso exhaustivo a su carrera, porque el grupo lo merece. En mi opinión, de lo mejorcito que vi en todo el Firefest.

De vuelta con mis compañeros de viaje, los músicos de Gabrielle de Val, poco a poco fueron abandonando la sala. Gustavo Martín no se encontraba bien y, temiendo ponerse enfermo la víspera de su actuación en el Firefest, se despidió y se fue al hotel, acompañado de Cozy, quien no quiso dejarle solo y fue con él para acompañarle y luego volvió con nosotros. Gustavo Di Nóbile también decidió irse por prudencia ante lo que se acontecía el día siguiente.

El siguiente grupo era TOUCH, una banda neoyorkina formada a finales de los ’70, separados en 1982 y vueltos a reunir casi 20 años después, en 2020, con su formación original. No soy un gran conocedor de la banda, pero sé que gira en torno a Mark Mangold, su teclista y principal compositor.

El concierto arrancó y descubrí en Touch algunos elementos progresivos ausentes en el resto de grupos del festival, junto a un parecido que yo encontré con Uriah Heep. Efectivamente, Mark Mangold es el elemento más destacado junto con el guitarrista y cantante, Craig Brooks, cuya aguda voz aguantó relativamente bien todo el concierto, con algunos altibajos en forma de vergonzantes gallos. Con todo, debo decir que Touch me aburrió soberanamente. Les vi carentes de chispa, cansinos y en ningún momento consiguieron engancharme. Únicamente su tema “Don’t You Know What love Is” me pareció de lo poco salvable, sin más.

Al término del concierto me reuní con mis compañeros. José Luis Gallera y Raquel decidieron tomar camino del hotel y yo decidí quedarme hasta el final, bien acompañado por el grupo de españoles que hacían piña en las primeras filas y también por Gabrielle y Pedro, quienes tenían interés en ver a ROBIN MCAULEY, quien cerraba la noche.

Yo tuve la fortuna de ver en directo a Robin McAuley en Madrid a finales de los ’80, cuando vino con Michael Schenker teloneando a Def Leppard. Aquella formación entonces se llamaba McAuley Schenker Group y editó los discos “Perfect Timing”, el magnífico “Save Yourself” y “M.S.G.”. Desde entonces, aunque he seguido su carrera discográfica, no le había vuelto a ver en directo, por lo que tenía mis dudas sobre el estado su voz en vivo a sus 71 años de edad.

Mis dudas se disiparon de inmediato, en cuanto la banda entró en escena como una tromba con el tema “Save Yourself”. ¡Qué potencia, qué poderío! El grupo era un cañón, con Keith Atack imponente con la guitarra, Ged Ryland tocando teclados y segunda guitarra, Wayne Banks al bajo y un jovencísimo Josh Devine, habitual batería de One Direction e hijo de Mick Devine (The Roads / Seven). Y, sobre todos ellos, Robin McAuley estaba pletórico y en plena forma. Inmenso.

Su repertorio mezclaba buena parte de su trayectoria con Michael Schenker, algunos temas propios e incluso uno del disco que grabó como Black Swan, pero nos tenía reservada una sorpresa: En mitad del concierto habló de su primera banda, Grand Prix, de los que orgullosamente formó parte de la NWOBHM. La sorpresa consistió en que en escena aparecieron sus antiguos compañeros Michael O’Donoghue y Phil Lanzon para acompañarle en algunos clásicos de Grand Prix como “Keep On Believing”, “Shout” y el maravilloso “Samurai”.

Pero sin duda, los temas más aclamados fueron los más reconocidos de su etapa con Michael Schenker, tanto la ya nombrada “Save Yourself” como las baladas “When I’m Gone” y, sobre todo, “Anytime”, con todo el público cantando a coro. Yo incluido, por supuesto. El concierto finalizó con una gran versión de “(Don’t Fear) The Reaper” de Blue Öyster Cult, dejándonos un sabor de boca inmejorable.

Un concierto fabuloso que, junto con Cats in Space, fue lo mejor del día.

Gabrielle y Pedro se habían ido a su hotel a mitad del concierto de McAuley, así que me quedé acompañado por buena parte del grupo de españoles desplazados al festival. Tras el concierto me hice una foto de recuerdo con ellos y después me dirigí andando solo al hotel, recordando lo vivido. Cuando entré en la habitación, Gustavo Di Nóbile estaba durmiendo como un bendito, así que me acosté sin hacer ruido esperando que pasara la noche y llegara el gran día.

 

DOMINGO 13 DE OCTUBRE: GABRIELLE DE VAL EN EL FIREFEST

El domingo me levanté pronto. Tengo buen dormir y no me cuesta conciliar el sueño, así que con 7 horas yo ya estaba espabilado. Mi compañero de habitación, Gustavo Di Nóbile, estaba algo más remolón esa mañana, así que después de darme una ducha bajé a desayunar antes de las 9 yo solo y allí esperaría a los demás.

Cuando llegué a la cafetería aún no había llegado nadie de la banda, pero al asomarme vi a Tanya Rizkala tomándose un café y unos croissants. Al verme me hizo señas para que me acercara a desayunar con ella. Al llegar vi que estaba acompañada de un hombre de melena negra y vestido con un chándal. Nada menos que Robin McAuley.

Tanya nos presentó y lo primero que hice fue felicitarle por el extraordinario concierto que había ofrecido la noche anterior, a lo que me respondió con modestia. Mientras desayunábamos también le dije que le había visto en los ‘80 en Madrid, en la gira de “Perfect Timing” y me contestó asombrado por el tiempo que había pasado. También hablamos de su antiguo grupo Grand Prix y le comenté que su bajista, Ralph Hood, había tocado después con el grupo español Tarzen, algo que él desconocía.

Tras un rato más de charla con Robin McAuley y Tanya Rizkala, el simpático cantante irlandés se fue a su habitación a cambiarse de ropa. Tanya y yo nos unimos mis amigos, los músicos de Gabrielle de Val, que en ese intervalo se habían sentado a desayunar en una mesa cercana. Cuando terminamos, cada uno fue a su habitación a prepararse y coger los bártulos para ir al Festival.

Cuando llegamos a recepción ya estaba esperando Robin McAuley y pronto llegó Tanya Rizkala. En ese momento apareció Gabrielle, dándose un cariñoso abrazo con McAuley, con quien tiene una buena amistad. También llegó el resto de nuestro grupo, estando todos preparados para acudir a la sala.

Al llegar a la Manchester Academy, ésta se encontraba aún cerrada al público, así que accedimos por la parte trasera para acceder a los camerinos. En este tipo de festivales sólo prueba sonido el primer grupo y el último, pero los demás tienen 10 minutos para comprobar que todo va bien. Esto nos generaba intranquilidad, sobre todo después del infierno que sufrimos en la prueba del concierto de Wolverhampton.

En ese momento yo me enteré de una cancelación en el programa de este último día de festival: El concierto de Edge of Forever no se iba a celebrar dado que el día anterior el padre de Alessandro Del Vecchio (cantante y teclista) había sufrido un infarto, por lo que el menudo músico italiano había tenido que abandonar precipitadamente Manchester para acudir al hospital donde habían ingresado a su progenitor, que por las noticias que nos llegaron después parece que se está recuperando de forma favorable.

Esta triste circunstancia iba a permitir extender algo las pruebas de sonido entre grupos, además de adelantar algunos horarios para que el festival no terminara tan tarde, algo de agradecer después de tres días de conciertos. Por tanto, el orden del día quedaba así: Supremacy, Gabrielle de Val, Jaded Hard, Midnight City, Jelusick, Overland y Hurricane.

Aun así, la banda fue a hablar con los técnicos para saber qué les esperaba. Afortunadamente, cada noticia que les llegaba era aún mejor que la anterior: ¿in ears? Los pone la organización, así que no van a fallar. ¿Teclados? Dime cómo los quieres, pide y lo tendrás. Y así todo. La batería no hace falta ni tocarla, solo adecuarla a los gustos de Cozy. Y por si fuera poco, el técnico de sonido de escenario era un joven muy espabilado y competente que entendía cualquier necesidad a la primera y que estuvo siempre pendiente las indicaciones de los músicos y de cualquier problema que pudiera surgir.

La parte superior del edificio tenía una zona reservada con varios camerinos, que iban a ser utilizados alternativamente por los grupos en turnos bien organizados para que todos tuviéramos suficiente tiempo antes y después de los conciertos para utilizarlos sin problemas.

Mientras Supremacy hacían la prueba de sonido, nosotros subimos a nuestro camerino para dejar los bártulos. Con nosotros subieron también Robin McAuley y Tanya Rizkala. Al momento, también apareció el guitarrista sueco Robert Sall (W.E.T. y Work of Art), quien también subiría al escenario en el concierto de Gabrielle de Val como artista invitado. Sin ensayo previo, Robert Sall tenía especial interés en hablar con Gustavo Martín, de guitarrista a guitarrista, para saber cuándo tenía que entrar y demás detalles de la actuación.

A los pocos momentos, alguien llamó a la puerta del camerino, que ya se iba pareciendo al camarote de los Hermanos Marx. Yo era el más cercano a la puerta, así que abrí y me encontré con un japonés muy educado que preguntaba por Gabrielle de Val. Resultó ser el representante (o el dueño, quizás, su inglés era aún peor que el mío) de la Compañía de Discos que ha editado el disco “Kiss In The Dragon Night” en Japón y que había venido expresamente desde tierras niponas para el festival. Además de saludar a Gabrielle con admiración, así como al resto de músicos del grupo, traía bajo el brazo un buen taco de discos de la edición japonesa, con su “obi” (tira identificativa de todas las ediciones japonesas) y su bonus track incluido, para que Gaby los firmara y llevarlos así de vuelta a Japón para venderlos firmados, lo que les confiere más valor. Doy fe que Gaby se tiró un buen rato firmando ejemplares.

Mientras tanto, la prueba de sonido de Supremacy había terminado y habían subido al camerino contiguo al nuestro. Alguien nos dijo que eran colombianos, así que nos fuimos rápidamente a hablar con ellos y saludarnos en castellano.

Cuando entramos vimos que estaba con ellos Dany González, extraordinario ingeniero de sonido que en su estudio Dynamita ha albergado a estrellas de la talla de Steve Vai o Rage. Un encantador asturiano que está trabajando en la actualidad con Supremacy. La banda también estaba allí y según hablábamos con ellos más nos sorprendíamos. El grupo está formado por el cantante brasileño Gus Monsanto, el bajista Paul Saint-Lyonne, el guitarrista Danny Acosta y el batería Diego Acevedo. Pero lo más sorprendente es la residencia de cada uno de ellos, repartidos por todo el mundo. No debe ser fácil coordinar un grupo cuyo cantante vive en Brasil, el batería en Bogotá (Colombia), el guitarrista en Alemania y el bajista en… ¡Albacete!

En fin, gente joven con mucho talento, muchas ganas de hacerlo bien, músicos muy competentes y encantadores como personas. Ambos grupos se desearon suerte mutua para el festival. Gabrielle y el resto del grupo se volvieron al camerino y yo me bajé a la sala, que ya había abierto sus puertas, para ver la actuación de Supremacy.

Al llegar a la parte del público vi de nuevo a los amigos de BarnAor y a los desplazados desde Madrid, a quienes saludé y con quienes vería el concierto desde primera fila.

Debo decir que Supremacy salieron a comerse el escenario, a pesar de la hora, poco después de las 12:30 del mediodía. La banda es un cañón. Gus Monsanto tiene una voz poderosa, Diego Acevedo es un batería muy competente y la exhibición que dan los chicos de las cuerdas es espectacular, tanto en lo musical como en lo visual. Paul Saint-Lyonne es un bajista de la escuela Billy Sheehan, con movimientos y forma de tocar muy parecidos. Y Danny Acosta es un gran guitarrista, además de no parar de moverse en todo el concierto, ofreciendo un gran show.

Debo decir que no conocía al grupo previamente, así que evidentemente no reconocí ninguna de sus canciones salvo una versión del “Shot In The Dark” de Ozzy Osbourne que disfruté mucho.

Un grupo para seguir en el futuro, sin duda.

Cuando terminó el concierto estuve pendiente de la primera fila para encontrar el mejor sitio para hacer fotos, cosa que conseguí. También me preocupé por testear el ambiente para saber el conocimiento que los espectadores no españoles tenían de nosotros. Y es que entre el público había aficionados de muchos países. La sensación inequívoca es que todos sabían quién es Gabrielle de Val, ya sea por conocimiento de su trayectoria o porque se habían preocupado por documentarse antes de venir al Festival.

Llegó el momento. Los músicos iban probando sus instrumentos y ajustándolo todo. Me di la vuelta y vi a Raquel cerca de mi. Ambos estábamos nerviosos ante el concierto y coincidíamos en ese sentimiento.

A las 13:30, el concierto arrancó con “Natural Hight”. Me sorprendió gratamente lo bien que sonaba todo, cada instrumento en su sitio y, en especial, el espectacular sonido de la batería de Cozy, quien además hizo un concierto brutal, al igual que el resto de la banda.

El primer tema se enlazó con “Fuel To The Fire”, en un inicio de concierto muy enérgico. A un lado, Gustavo Di Nóbile se sentía a gusto con los teclados y el dúo formado por Gustavo Martín y José Luis Gallera bordaron su participación en el concierto, además de flanquear a una Gabrielle de Val a la que se veía feliz, caminando sin parar de un lado a otro del escenario mientras cantaba, muy bien de voz.

El set list iba a ser muy parecido al de Wolverhampton, así que las siguientes fueron “Candle In The Window” y “Tiger”, la versión de Abba que da nombre al disco que acaba de salir como Gabrielle de Val & The Dragonlords.

En este punto del concierto empezaron las colaboraciones. Nuestra amiga Tanya Rizkala subió al escenario y, junto a Gaby, cantaron “Love Is Tough”, que Tanya incluyó en la primera entrega de Circle of Friends. Cuando terminó, apareció el segundo invitado, Robert Sall, para unirse al grupo en la interpretación de “Girl From Lebanon”, versión de Europe que Tanya Rizkala incluyó en Circle of Friends II. Tras un inicio irregular por parte de Tanya y Robert provocado por que no se escuchaban bien, el cover del grupo sueco terminó sonando muy bien.

Robert Sall y Tanya Rizkala se despidieron del público y Gabrielle de Val Band acometió lo que se ha convertido en uno de los momentos más esperados de sus conciertos: la versión de “Moonlight Shadow” de Mike Olfield. El tema, sobradamente conocido por todos los presentes, hizo moverse y cantar a todo el público. Llegado el momento del exigente solo de guitarra, todos los ojos se posaron en Gustavo Martín, quien lo bordó. Me fijé expresamente en las caras de asombro de los guiris que yo tenía al lado y su gesto de aprobación sobre el alto nivel del desconocido hasta entonces (para ellos) guitarrista español.

En ese momento, Gabrielle presentó al invitado más esperado de su concierto: Robin McAuley, que venía de triunfar la noche anterior en estas mismas tablas. Con una complicidad evidente, ambos cantaron a dúo una emocionante “Kiss In A Dragon Night”, con una calidad mutua incuestionable. Uno de los momentos de todo el festival, confirmado por algunos de los espectadores a los que pregunté después del concierto.

De ahí al final, todo fue disfrutar. Con el grupo ya relajado sabiendo que todo estaba saliendo bien, “Think Like A Man”, “Cry Wolf” y “Take On The World” finalizaron el concierto con los aplausos de aprobación de todo el público asistente. La foto del grupo saludando al público inglés (y no inglés) que acudió al festival es una de esas imágenes que se me quedarán grabadas siempre. Me di la vuelta y vi la cara de felicidad de Raquel, quien seguro sentía lo mismo que yo.

El grupo se fue a camerinos y yo me quedé preguntando a los guiris sobre sus sensaciones del concierto. Y sus respuestas fueron unánimes, todos estaban encantados con lo que habían visto y algunos me preguntaban detalles sobre la carrera de Gaby y los miembros de la banda.

Subí a camerinos y me los encontré eufóricos. Eran conscientes del éxito y la sensación de felicidad y de alivio porque todo hubiera salido bien era compartida. Al poco apareció de nuevo el japonés de la discográfica, acompañado de otro japonés bastante más joven, ambos para felicitar al grupo por el concierto.

Después unos minutos de charlas y celebraciones, le aconsejé a Gabrielle que se dejara ver por el puesto de merchandising, ya que teníamos la experiencia de Wolverhampton. Bajé con ella y, efectivamente, no fueron pocos los que querían hacerse fotos, felicitarla por el concierto y que les firmara los libretos del CD que acababan de comprar, las entradas e incluso los set-list que habían cogido del escenario al término del concierto. De hecho, nos costó salir de allí por tanta atención. Cuando lo conseguimos, el grupo ya nos estaba esperando en la furgoneta para ir al hotel a dejar las cosas e irnos a comer.

Mientras tanto, Jaded Hard ya había empezado su actuación, de la cual apenas pude escuchar canción y media mientras Gaby firmaba discos y entradas. Sonaban muy bien, pero poco más puedo aportar sobre su actuación.

Como he dicho antes, el hotel estaba muy cerca, así que llegamos enseguida. Nos fuimos a las habitaciones y quedamos de nuevo en recepción para ir a comer. Tanya Rizkala también se unió así que todos nos fuimos a un restaurante que Gaby, Gustavo y José Luis habían conocido en junio, cuando vinieron para tocar en el Tower Festival.

Entramos en el local y conseguimos una mesa para todos, algo apelotonados. La camarera no se lo podía creer cuando Gaby le dijo que era nuestra comida del mediodía, ya que eran las 6 de la tarde.

La comida consistió en unos pasteles de carne o pollo típicos ingleses que me parecieron exquisitos. Y decir eso de una comida inglesa es algo que creí que no iba a decir nunca. El caso es que la comida fue, además, un acto de celebración del éxito obtenido. Comentamos todos los detalles y las anécdotas de concierto. Y estábamos todos felices.

Cuando terminamos de comer eran las 7 y media de la tarde. Nos fuimos al hotel con la idea de acercarnos después a Manchester Academy para ver lo que quedaba de festival. Gustavo Di Nóbile desechó la idea y se quedó en el hotel, pero el resto volvimos al recinto.

Cuando llegamos ya habían terminado las actuaciones de Midnight City y Jelusick, así que sólo quedaban dos conciertos por celebrarse.

Ya dentro del recinto fuimos a ver a los amigos de BarnAor y al grupo de madrileños que se les había unido todo el festival. De vez en cuando, otros espectadores del concierto se acercaban a Gabrielle y los chicos de la banda para felicitarles y hacerse fotos con ellos, sobre todo con Gaby, quien además siguió firmando discos  allá donde iba.

El concierto de OVERLAND me gustó mucho. Steve Overland basó el set en sus canciones en solitario más que en su larga carrera con FM, de la que sólo reconocí “Tough It Out”. El repertorio, con amplia mayoría de medios tiempos, nos mostró a un Overland elegante y exquisito, cantando muy bien y acompañado de una banda en la que estaba, por segunda vez sobre las tablas ese día, Rober Sall, esta vez para un concierto completo. ¡Hay que ver qué buen guitarrista es, pero qué soso sobre el escenario!

Después del concierto de Overland, Gabrielle y Pedro se despidieron para irse al hotel a descansar. Los demás (Gustavo Martín, Cozy, José Luis Gallera, Raquel, Tanya Rizkala y yo) nos quedamos para ver al grupo que cerraba el festival: HURRICANE.

Tenía ganas de verles, sobre todo por el aliciente de ver a Carlos Cavazo, ex guitarrista de Quiet Riot y ahora en esta formación que comparte con su hermano Tony Cavazo al bajo, el cantante Dan Schumann y el batería Mike Hansen.

La propuesta de Hurricane es bastante más dura que la habitual en este festival (algo que también le sucedió a Jelusik, según me contaron), pero era no fue un problema, al menos para mi. Sin embargo, debo decir que no me engancharon en ningún momento, llegando al aburrimiento. Sin duda, Carlos Cavazo era el mejor músico de los cuatro, pero tampoco estaban dando el concierto de su vida, o al menos así me lo pareció.

Mediado el concierto de Hurricane y dado que no me estaba gustando, decidí que el festival estaba acabado para mi. Me di la vuelta y se lo dije a Gustavo, Cozy y José Luis. Y estaban de acuerdo conmigo. Tanya también, visiblemente cansada. Así que me fui a despedir de la tropa española que seguían en las primeras filas dándolo todo y tomamos camino del hotel. Al día siguiente tocaba volver a España.

 

LUNES 14 DE OCTUBRE: REGRESO A ESPAÑA

Nuestro vuelo de vuelta a España salía por la tarde, así que teníamos tiempo para hacer las cosas con calma. Después de unas buenas horas de sueño reparador, Gustavo Di Nóbile y yo bajamos a desayunar, donde habíamos quedado con el resto de la banda. Allí estaba también Tanya, cuyo vuelo salía a media mañana. Desayunamos juntos y sentí la emoción de la despedida. Cuatro días antes no nos conocíamos y ahora siento que hemos forjado una buena amistad. Hablamos de reencontrarnos cuanto antes, nos dimos un abrazo y nos despedimos. También hubo despedidas con más músicos que habían participado en el festival y que estaban en nuestro hotel, sobre todo con los chicos de Supremacy.

Cuando terminamos el desayuno, subimos a las habitaciones a hacer el equipaje y una hora después estábamos ya en recepción para hacer el check-out, atendidos por una simpática empleada de origen rumano que hizo todo lo posible por atendernos en español y que nos dejó las maletas en una consigna para que pudiéramos pasear por Manchester hasta la hora de ir al aeropuerto.

Estábamos cansados, así que el paseo fue corto. Yo me fui con Gustavo Martín a buscar algunos recuerdos para llevar a la familia y a la vuelta fuimos a comer a la misma pizzería que ya conocíamos. El dueño nos reconoció nada más entrar y nos estuvo preguntando por los conciertos. La camarera rubia no estaba.

Finalmente volvimos al hotel hasta que nuestro chófer Matt apareció para llevarnos al aeropuerto. Allí tuvimos un difícil trago en el control de seguridad, ya que estaban especialmente quisquillosos. Por lo visto, mi pasta de dientes era sospechosa y se la llevaron a analizar. Estuve por regalársela. Pero el peor trago lo pasó Gustavo Martín, cuya guitarra desmontada y resto de cacharros tecnológicos no eran aceptados por los encargados de la seguridad. Le hicieron desmontar todo lo posible y pasaron cada parte tres veces por el escáner, sin darnos el OK. Finalmente llamaron al supervisor, quien con un análisis rápido dio el visto bueno.

Fue el último escollo antes de montar en el avión para el vuelo de dos horas hasta Madrid. Una vez en Barajas, previo paso por el trenecito sin conductor que conecta las pistas de aterrizaje con la T4, me despedí de todos ellos en la cinta de recogida de equipajes con abrazos emocionantes, dando por terminada esta aventura que, seguro, no íbamos a olvidar nunca.

Mientras mi Úber me recogía y me llevaba a casa, multitud de imágenes se me agolpaban en la cabeza como en un flash. Sabía que habían sido unos días inolvidables y tenía que compartirlos con los lectores de la web.

Si has leído este reportaje completo, tienes todo mi agradecimiento por tu paciencia. Mi intención inicial era contar brevemente lo que pasó, pero después uno se lía y….

Texto y fotos de conciertos: Santi Fernández “Shan Tee”

Resto de fotos: Gabrielle de Val Team

PD: Gracias infinitas al excepcional grupo de personas con quienes he compartido esta experiencia por invitarme a vivirla con ellos: A Gabrielle de Val, Gustavo Martín, Javier Gómez “Cozy”, José Luis Gallera y Gustavo Di Nóbile, grandísimos músicos y aún mejores personas, por hacerme sentir uno más de la banda. A Pedro y a Raquel por tantos buenos ratos compartidos. A Tanya Rizcaya por su amistad recién descubierta y que espero fortalecer con el tiempo. Y a Bruce Mee por haber organizado este fantástico festival con tanta pasión.

Y gracias a la música por permitirme vivir estas experiencias.