La reflexión mensual que me brinda este editorial no va esta vez dirigida a aquellos que de alguna u otra forma estáis metidos en el mundo de la música, sino a aquella parte del “público de a pie” que desconoce cómo funcionan estas cosas. Así que me perdonen los primeros si ven en este texto algo evidente y de Perogrullo, pero hoy quiero dirigirme a los segundos.
Desde que tengo uso de memoria he visto a seguidores de los grupos hacer la misma pregunta: “¿Cuándo venís a mi ciudad? ¿Por qué no tocáis aquí en vuestra gira?” Ahora que las redes sociales han facilitado la conexión entre los artistas y su público, estas preguntas se repiten con mucha mayor frecuencia. Y, por mucho que para algunos la respuesta sea obvia, muchos otros no la ven. Así que voy a intentar explicar lo que para los implicados es algo evidente.
Cuando un grupo va a hacer un concierto, ya sea de forma puntual o en medio de una gira, hay dos opciones:
- Un promotor decide organizar el concierto, para lo cual contrata al grupo en cuestión con el que negocia el precio (caché) que va a cobrar por el show. Este mismo promotor también se encarga de alquilar la sala, publicidad, organización y todo lo relativo al concierto. El grupo lleva sus músicos, su infraestructura, su staff y resto de elementos necesarios para la realización del concierto. Según haya funcionado la venta de entradas, el promotor puede ganar o perder dinero, asumiendo ese riesgo. El grupo, en todo caso, cobraría le caché estipulado, ni más ni menos.
- El propio grupo, normalmente ante la inexistencia de un promotor interesado, decide asumir todos los riesgos, encargándose las todas las funciones relativas al concierto, incluyendo las organizativas. En este caso, si la venta de entradas no funciona de la forma esperada, los propios músicos deberán afrontar las pérdidas económicas.
Como excepción a la norma, es cierto que se han dado casos en los que un grupo se ha negado a tocar en una determinada localidad. Normalmente se trata de grupos internacionales que no han querido acudir a algún país por motivos políticos o sociales, ya sea porque el país en cuestión sea una dictadura, esté en guerra o no se respeten los derechos humanos. Pero estos casos han sido históricamente mínimos y siempre deben ser tomados como una excepción a la norma.
Básicamente, los grupos acuden a todos aquellos lugares donde se les contrata. Y si no hay promotor que organice un concierto, deben pensarse mucho si deciden optar por la segunda opción, ya que el riesgo de descalabro económico es muy alto. Si no lo fuera, habría un promotor local interesado. Por ello, es lógico pensar que los músicos sean reacios a invertir su dinero en transporte, organización, alquiler del local, alojamiento, etc. y haberse hecho un montón de kilómetros para, al final de día, haber tenido pérdidas económicas. La realidad, al final, puede contra la pasión.
No lo dudéis: los músicos quieren tocar. Cuantos más conciertos, mejor. Y en cuantas más localidades diferentes, mucho mejor. Así que nunca penséis que vuestro grupo favorito no quiere ir a vuestra ciudad, porque eso no pasa. Pensad que no hay promotor interesado en ello y reflexionad el motivo. Normalmente el problema de fondo consista en que no hay expectativas de que esa inversión no sea rentable porque el público no acuda al concierto.
Por ello, si en cada ciudad, pequeña o grande, se extiende la costumbre de acudir a los conciertos, los promotores estarán más animados a traer bandas a su localidad. Pero si sus inversiones salen ruinosas porque el público no acude, dejarán de intentarlo. Es la pescadilla que se muerde la cola.
En la música, no hay nada más deprimente que ver a un grupo tocando en una sala casi vacía. Y cuando ese grupo se ha desplazado para el concierto, es un drama. Por eso, la solución empieza por el propio público. Id a los conciertos, disfrutad de la música en vivo. No sólo ayudaréis con ello a la escena y a los propios grupos, sino que os haréis un favor a vosotros mismos.
Santi Fernández “Shan Tee”