REYLOBO “El octavo pecado” (2021)

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Reseña originalmente escrita en catalán en El Rock-Òdrom

“Hablar sobre los conceptos que tienen valores subjetivos siempre es un riesgo, riesgo que en algunos casos vale la pena y en otros no tanto. La poesía es uno de esos casos, cuando nos adentramos en esa tierra baldía la diferencia de opiniones es tan extensa como variada, pero, al mismo tiempo, ese pequeño hábito que nos permitimos nos deja en el pecho, crítica social, sueños, alegrías, nostalgias y hasta miedo”. Esto me decía Libby una tarde mientras discutíamos sentados bajo un almendro. Éramos jóvenes y grabábamos de la radio la música que nos gustaba y la oíamos una y otra vez hasta desgastar la cinta, al igual lo hacíamos con los pocos libros que poseíamos. Pero éramos infinitamente felices. Ahora al escuchar “El octavo pecado” he recordado esas palabras y por eso creo que Reylobo y la poesía se parecen. Y sí, estoy diciendo lo que crees, para mi este grupo hace poesía, además de contarnos una historia durante todo el disco. Pero si somos observadores, sabemos leer entre líneas y nos dejamos llevar, nos percataremos de cosas que están más allá de la historia principal.

Recuerdo que entre los grupos que escuchábamos había algunos españoles, pero ninguno de Murcia. Estoy seguro de que nos habría encantado, que algunas de sus canciones se habrían hecho himno, ya que se vivía una realidad que necesitaba himnos de lucha, de protesta, de crítica, por eso la poesía estaba tan de “moda” entre los jóvenes y, sin lugar a duda, este disco habría sido un boom total. Sus canciones me han llegado de una buena manera a la médula y han sabido con cada escucha meterse en mi subconsciente, cosa que también hace la poesía. Creo que “La jauría humana” sería una de las elegidas de Libby para sus himnos personales, la veo con esos rizos negros cantando a todo pulmón para que los vecinos escucharan “marionetas de un circo que imponen su ley, vuestra arena es un sitio cruel…

Hay que mencionar que el disco cuenta con la producción, grabación y mezcla de Alberto Rionda (Avalanch, Alquimia) y que ha contado con diversas colaboraciones en algunas canciones, siendo a mi gusto y sin desmeritar a nadie, la de Sonia Rubín una de las que más me han gustado.

Según el mismo grupo, el álbum se define como un disco conceptual que gira en torno a la pregunta existencial: ¿Qué hay después de la muerte? No he de negar que está ahí, pero aquí es donde más se acerca a la similitud de la poesía, pues a simple vista es así, pero después es solo como un eco que está de fondo y los significados de éste van a variar según el oído que lo escuche, así que no veo prudente influenciar su opinión dando todos los significados de cada canción. Ya sabéis qué hacer para despejar esa duda.

Yo, sin lugar a duda, habría defendido “Dogma” a capa y espada como mi favorita del disco. Y seguramente habría habido debate para largo. Entre los posibles argumentos estaría que es donde canta Sonia Rubín. Siempre me criticaba que me gustaban más las voces femeninas, la poesía femenina como Pizarnik que, por suerte, con el tiempo llegó a gustarle. Con paciencia esta canción se habría ganado un hueco en su corazón.

Si ella estuviera aquí todavía, seguramente me preguntaría por qué no apareció “El octavo pecado” en aquellos días que tanta falta nos hacía un disco como este, con esa calidad, con todas esas variantes, con ese ir y venir de sus canciones desde el Power hasta una instrumental mega épica, como es “Origen”. Reylobo va por el buen camino de hacerse una historia en pleno siglo XXI y ya estoy deseando ver qué vendrá después. Por ahora sus canciones me llevaron de nuevo a los brazos de Libby bajo el almendro mientras me lee un breve poema de Pizarnik

Te alejas de los nombres

que hilan el silencio de las cosas

Daniel Huezo