La crisis del Coronavirus ha cambiado nuestras vidas. En el momento de escribir estas líneas llevamos mes y medio de confinamiento “y lo que te rondaré, morena”. Las primeras medidas de apertura se están empezando a tomar, con mucha prudencia, con la esperanza que no haya un repunte de casos propiciado por la propia naturaleza del virus o por los descerebrados que se están saltando las restricciones marcadas.
Si pensamos en un futuro a largo plazo, tarde o temprano nuestras vidas tenderán a normalizarse, en el sentido de poder salir a la calle libremente y empezar a recuperar nuestras vidas. Hasta qué punto lo podremos hacer es algo que sólo el tiempo lo dirá.
En lo que respecta a la música, las restricciones se van a prorrogar mucho en el tiempo. Lo mismo podríamos decir de otras manifestaciones culturales (teatros, cines, etc.) y deportivas (asistencia a eventos). En lo que a nosotros respecta, los conciertos van a tardar mucho en volver. Es de dominio público que todos los conciertos de aquí a final del verano están suspendidos, por mucho que aún no tengamos todas las confirmaciones oficiales (seguramente por motivos legales con las aseguradoras). Mi opinión personal es que no habrá más conciertos de ningún tipo de música hasta algún momento de 2021.
Este golpe está siendo durísimo para grupos, músicos y todos los estamentos dedicados de alguna forma a la organización y gestión de la música en directo. Sobre todo, evidentemente, para aquellos que la música es su fuente de sustento principal. Dada la crisis que azotaba al rock desde antes del Covid-19, son muchos los músicos que no habían tenido más remedio que buscarse un trabajo al margen de la música. En estos casos, cada cual saldrá mejor o peor parado dependiendo de las condiciones de su actividad laboral. Pero ¿qué pasa con los que sí viven estrictamente de la música? Si bien no hay muchos músicos que vivan exclusivamente de la actividad de sus grupos, sí encontramos un buen número que dependen de actividades relacionadas directamente con la actividad musical, ya sea dando clases o integrándose en una de las muchas orquestas que cada verano amenizan las fiestas de los pueblos y que este año tienen un verdadero problema que amenazará su subsistencia.
Es el momento de estar más unidos que nunca. O de empezar a estar unidos, dicho desde un punto de vista más realista. Las primeras voces para buscar soluciones ya han empezado a escucharse. La manager Ana Laballo nos ha dado voz en el veterano programa “Informe Semanal” de RTVE, aunque fuera de forma breve. Y uno de los más comprometidos con la escena, Óscar Sancho (cantante de Lujuria) ha llamado a una tormenta de ideas a ver si entre todos podemos encontrar la forma de que el rock nacional no se vaya a pique. Junto a él, somos varios los que estamos haciendo propuestas que quizás puedan aplicarse cuando tengamos luz verde para retomar la música en directo. Aún no se pueden saber en qué fechas ocurrirá ni en qué condiciones, pero tendrá que llegar el momento en que los conciertos se puedan retomar. Y entre todos tendremos que buscar las condiciones propicias para que esta vuelta sea lo mejor posible. Hasta entonces, mucha gente lo va a pasar mal. De la música y de fuera de ella. Sólo nos queda pasar este trago lo mejor posible, así que os deseo lo mejor a cada uno de los que estáis leyendo este editorial.
P.D.: No quiero dejar pasar la ocasión que me brinda este editorial para agradecer de corazón toda la preocupación y las muestras de apoyo que me han llegado por todas las vías posibles, preocupándose por mi estado de salud. Estoy gratamente impresionado por la cantidad de vosotros que me habéis hecho llegar vuestros buenos deseos. Afortunadamente, ya estoy fuera de peligro y recuperado del todo.
Texto: Santi Fernández “Shan Tee”
Foto: Darren McVeigh (MetalPlanet Music)