La historia del rock es tan larga y diversa que hay multitud de espejos en los que mirarse a la hora de emprender un nuevo camino. Todo depende de factores tan dispares como las influencias, la edad y, sobre todo, los gustos personales. Todos ello es respetable y debe ser el punto de partida para que cada grupo, cada músico, encuentre su propio estilo y personalidad.
En el caso de Drunken Buddha, ellos siempre lo han tenido claro. Aunque es un grupo de creación relativamente reciente (2012), sus músicos atesoran una experiencia y trayectoria anterior que les hacen no ser unos recién llegados.
Vienen de Gijón y tras los habituales cambios en la formación hasta conseguir la estabilidad, ésta ha llegado con Michael Arthur Long (voz), Diego Riesgo (guitarra), Mario Herrero (teclados), Javier Menéndez (bajo) y José Manuel Martínez (batería). Para foguearse hasta decidirse a grabar este primer disco, se pusieron a hacer versiones de los grandes clásicos de los que siempre habían mamado, como Deep Purple, Free o Whitesnake. Y eso deja huella.
Tanto es así que este primer disco suena de forma descarada al Hard Rock de los 70, a aquellos tantos grupos que pusieron los cimientos de todo lo que ha venido después. Las referencias se concretan todo en los temas “Medecine Man” y “Monster” que suenan decididamente a las primeras etapas de Deep Purple y Black Sabbath, respectivamente. Pero, en general, todo el disco se mueve en esta línea setentera, sensación acrecentada por el añejo sonido de Hammond que acompaña los temas.
Sin duda, Drunken Buddha ha sabido rescatar el espíritu de aquellos años. Tanto en la composición de los temas como en la forma de interpretarlos, el disco rezuma aromas setenteros, en especial de aquella hornada de grupos británicos cuyas influencias se muestran sin pudor en todo el disco. Deep Purple, Free o Black Sabbath, Uriah Heep… parecen revivir en este trabajo.
De voz ruda y sin un registro brillante, Michael Arthur Long dota a su forma de cantar de un feeling con el que salva el envite, imprimiendo mucha garra a la parte vocal. En la parte instrumental sobresale la guitarra de Diego Riesgo, con momentos puntuales de gran mérito. Así mismo, los teclados de Mario Herrero dotan a los temas de ese sonido Hammond retro tan característico. La base rítmica suena compacta y es el sustento apropiado para estos temas y que es parte vital del sonido setentero del disco.
Entre los temas, aparte de los ya mencionados me quedo, sin duda, con “Lady Stardust”, de inicio tranquilo y que va ganando en tempo e intensidad a medida que avanza, para terminar de forma pletórica con una explosión a la guitarra por parte de Diego Riesgo.
No son pocos los grupos que recuperan en estos tiempos aquel espíritu añejo de los 70. Si eres de los que disfrutan con la esencia de aquellos inicios del Hard Rock, apunta el nombre de Drunken Buddha porque no te van a defraudar.
Santi Fernández “Shan Tee”