THE MISSION – Jueves 9 de mayo de 2002, Sala Repvblicca (Valencia)

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Primera Parte: La Misión

No penséis que esta división de la crónica del evento del pasado jueves día 9 de mayo se debe precisamente a motivos estéticos o visuales, sino más bien a dos capítulos bien diferenciados de la historia: el concierto y cómo llegar a él. Y es que, si en ocasiones anteriores hemos tenido algún que otro problemilla para asistir a algún concierto (sobre todo en esta sala), lo de este día fue algo paranormal. Los sucesos procedieron de la siguiente manera…

Minutos antes de la cita con Santaje (único acompañante de servidor en la expedición –desgraciadamente eran The Mission, no Rhapsody-) en una de las gasolineras principales de nuestra localidad me dispongo a cargar el equipo en el maletero de mi veterano 2 litros. Pues bien, raudo y veloz (que llego tarde) abro la portezuela y… clonch, me quedo con el asa en la mano (¡¿?!). Bueno, ya pegaremos eso más tarde. Pero no contento con eso, al dirigirme a abrir la puerta del conductor observo que los chavalillos del barrio han vuelto a hacer de las suyas: mirror mirror on the waaall… el espejo retrovisor izquierdo ha sido víctima nuevamente de otro de los cañonazos de mi vecinillo del tercero (que juega en la división infantil del Benidorm C.D.). Buena puntería, tron! Pasa ná, estos mínimos detalles no van a afectar para nada a la conducción. Pero un momento… esto sí! ¿Qué le pasa a esta rueda? Holaaa, holaaa… Pues eso, o es un pinchazo o es que al coche le ha engordao el culo. Aviso: te pongas como te pongas vamos a ir a ver a los Mission, así que mejor por las buenas… Vamos a por Santaje.

Una vez en la gasolinera tiro de inflarruedas y de surtidor, y marchando que es gerundio. Por lo menos vamos bien de tiempo. Por el camino voy poniendo a Santaje al día de lo que se cuece en el foro, que aunque no escriba mucho soy asiduo lector del mismo. En el loro gentuza como The Gathering, Sisters Of Mercy y Type O Negative, buen falso metal para los oídos, cosa que al reproductor no parece apetecerle (el tío nos escupió alguna que otra cinta). Y cómo no, el bólido a cien, a lo Barón Rojo.

Tras unas risas y unos cuantos kilómetros vamos acercándonos a lo que es la entrada de Valencia, donde hay que elegir (puro Dragonlance, señores): o seguir bordeando la urbe por la izquierda (dirección Madrid / Barcelona) hasta llegar a la altura de Mislata (donde se encuentra la sala) o adentrarnos en ella directamente. Como la primera opción nos suele dar siempre algún que otro quebradero de cabeza (y de cintura), esta vez elegiremos atajar rectos.

A lo lejos podemos divisar una considerable aglomeración de vehículos con el mismo destino que el nuestro (bueno, más o menos), y comprobar que, efectivamente, estamos accediendo a una de las capitales de provincia de nuestra geografía. Pues bien, ¡que empiece la crazy! El cochecito leré que empieza a hacer extraños. Ayayayyyy… ¿Qué pasa aquí? Se paró, pero en serio. Hasta aquí hemos llegao. Si no le gustaba la música lo podía haber dicho, pero esto no se hace, caca. Tras unos minutos de silencio Santaje y servidor rompemos a reír: se nos jodió el bocata que teníamos previsto para antes del concierto. En fin, tiraremos de asistencia en carretera, que para eso nos desangra la Mutua anualmente.

Tras fijar nuestra posición exacta (gracias a la meretérica, todo sea dicho), la chica de la compañía de seguros nos asegura (valga la redundancia) que una grúa estará ahí en breve. Y qué breve! En escasos minutos tenemos a dos pintillas socorriéndonos con una grúa que parece extraída de Mad-Max. Lo máximo. Y allá que vamos: el Opel Vectra 2.0 i a nuestras espaldas y nosotros en la cabina de la grúa con los currelas hablando de los Mission, del Heavy Metal y de la tía que acababan de sacar del puente más próximo. Por cierto, cuatro personas ocupando dos plazas, a tope. Tras el correspondiente intercambio de datos y sacar del vehículo lo indispensable nos dejan en la misma puerta de la sala. Coño! A la primera!

Una vez hechos los emplazamientos para llamadas posteriores al depósito y demás nos dirigimos al bar contiguo a la sala, no sin antes llevarnos el susto de la tarde/noche. Llamada de la compañía: ¿es usté David Fernández? Mire, que tenemos aquí la grúa en el punto indicado y me dicen que no hay nadie. ¿Dónde se encuentran? Lalalalaaaaaa lalalalaaaaaa… Quién se ha llevao mi cocheeeee… dónde estaraaaaaaa… Sudores fríos y pensamientos entrecruzados, en la más pura vena Blind Guardian (sí, de esos que aturden los sentidos). ¿Habrá sido una compañía privada o algún delincuente aprovechándose de nuestra necesidad e ingenuidad? ¿Volveré a ver algún día mi coche? El diablo, ¿mito o realidad? Bueno, dejémonos de hostias. A todo esto mensaje de Kiky al móvil: tengo un montón de CD’s promocionales para criticar! Sí, pa críticas estoy yo…

Bueno, tras unas cuantas llamadas tanto a la compañía como a la gente de la grúa todo se aclara: en efecto no son colaboradores de la Mutua, pero ésta se hará cargo igualmente de los gastos. Menos mal. Ah, y tampoco era una banda organizada. Buff…

Con siete años menos de vida y un estrés de notemenés, finalmente nos dirigimos a la barra a degustar un buen bocata rehogado con zumo de cebada (miremos el lado bueno, sin coche que pilotar… ¡ahora puedo pribar!). Pues no, no hay pan. Joder! Se me jode el coche, no hay pan… je je. Pues ni corto ni perezoso me voy a la gasolinera de al lado y los pillo allí. Al final habrá bocadillo. Hay que reponer fuerzas para el concierto, sobre todo hoy. Una vez repostados estamos listos: es hora de ver a uno de nuestros grupos de juventud, o sea, de siempre…

Segunda Parte: The Mission

Una vez en la sala y como era de esperar, el aforo a un cuarto de su capacidad (a parte de ser The Mission era un jueves, claro), y el escenario listo para sentencia, sin teloreno alguno (como nos habían dicho en taquilla, vaya información). En él un telón negro de fondo con el símbolo del grupo, y también de fondo música de ambiente. La gente empieza a impacientarse. Ya pasadas las 22 h. enchufan la intro, y qué larga se nos hace. Llegó la hora. Humo en escena y salen los toros al redil: el primero un buen golpe de efecto para el que suscribe… ¿dónde está Craig Adams, bajista y único miembro fundador junto a Wayne Hussey que quedaba en el grupo? En su lugar un joven bajista de aspecto ecléctico cuyo nombre desconozco, que si bien aporta frescura al combo rompe el equilibro 50% sector veterano 50% sector novel en la banda. Vaya sorpresa. A la derecha otro nuevo, aunque menos, el también joven guitarra Rob Holliday, sustituto de Mark Gemini Thwaite (que todavía aparece en los créditos de “Aura” y que llevaba en el seno del grupo desde mitad de la década pasada, otro caído en combate). Al fondo en la batería el corpulento Scott Garrett, y al frente del frente, claro está, el alma mater indiscutible del concepto The Mission, Wayne Hussey, con sus inconfundibles gafas oscuras, guitarra blanca estilo country en ristre y un tinte rojo en el casco digno de mención. Vamos, que esto empieza.

Lo primero en caer un bloque con tres clásicos inconfundibles: “Beyond The Pale”“Hands Across The Ocean” y una de mis favoritas de siempre, “Like A Child Again”, esta última versión más rockera, lo cual le resta algo de sentimiento, pero en fin, no se puede tener todo, ¿no? A lo largo de ellas se puede apreciar un volúmen algo bajo, pero perfectamente comprensible, ya que permite a los de la mesa extraer el mejor sonido en estos primeros compases de concierto, para poder subirlo en lo sucesivo.

Wayne Hussey se permite saludar al respetable tanto en castellano como en valencià, así como lucir una buena botella de tintorro para calentar la garganta. No es mal método. A continuación cae una de las nuevas, la decadente y orientalista “(Slave To) Lust”, donde Scott empieza a despuntar marcando el ritmo con esa pegada brutal de la que hace gala. En “Severina”, otro de los clásicos imperecederos de la banda, me pregunto si elevará el tono o mantendrá la compostura para evitar posibles gallifantes… pues efectivamente tira de pulmones, y la gente lo agradece.

La tierna “Dragonfly” de su reciente “Aura” no se hace esperar, y Wayne nos vuelve a conmover nuevamente con esos punteos bandurriescos de los que siempre ha hecho gala, amén de esos cantos desesperados y esos dejes tan característicos que nos enervan sobremanera, puro delirio. Es hora ya… de dejarse llevar. “Garden Of Delight” nos devuelve al pasado otra vez, pero “Trophy / It Never Rains…” y “Shine Like The Stars” enseguida retoman el presente, los cuales dan buena muestra de que el nuevo trabajo está teniendo un éxito considerable, ya que lo más lógico en todos los conciertos es que los temas más recientes sean los que menor respuesta reciban, mientras que esta noche no sucede así.

Una de las sorpresas de la velada viene de la mano de “Sea Of Love”, uno de los temas extraídos del célebre “Carved In Sand” y que el menda no se esperaba ni por asomo. Comienzo narrativo y pum, cuando te quieres dar cuenta, la sala, que ya se encuentra a medio aforo, está metida de lleno en el concierto, fiel reflejo de Hussey & Co., a los que se ve disfrutar. “Swoon” pasa un tanto desapercibida, ya que el disco de procedencia “Neverland” también lo fue en su día, pero el nuevo single “Evangeline” eleva el clímax de nuevo. Y para cerrar el primer bloque dos pelotazos; en primera instancia, mr. Hussey, púa en mano y con el correspondiente efecto en la pedalera, echa una mirada cómplice a la guitarra de Holliday y comienzan los primeros acordes de “Wasteland”. Apoteósico. Y seguidamente uno de los mejores temas de la carrera del grupo, paradójicamente extraído de uno de sus peores trabajos, el extenso y dramático “Daddy’s Going To Heaven Now”, durante el cual, a pesar de percibir que una parte considerable del respetable desconoce el tema en cuestión, es perceptible también cómo el ánimo se va tornando en euforia a medida que el tema va in crescendo, el cual concluye con un Hussey encaramado en el bombo de la batería de Scott, el cual la destroza literalmente en un orgasmo sonoro que cierra el bloque central de una manera magistral. En serio, me faltan palabras.

Tras un amago de despedida que no nos tragamos aparece nuevamente Wayne en escena, esta vez solo, el cual se acopla en un taburete bien situado por el roadie de turno y con una guitarra acústica bajo el brazo. Evidentemente se va a marcar algo en solitario para deleite del personal. En este formato suenan el añejo “Love Me To Death”, durante el cual incita al público a cantar la estrofa central, y no puede evitar echarse una risa al comprobar la pobre respuesta del público, el cual reacciona aplaudiendo, así como “Black Mountain Mist” de aquel acojonante “Children”. Y como obsequio el “Can’t Help Falling In Love” de Elvis, esta ya mejor apoyada por el respetable, con la cual se despide nuevamente.

La boca se me seca por momentos, tanto por el clímax del concierto (y de la sala) como por el hecho de no saber a ciencia cierta cómo vamos a volver a nuestra casa, así que me dirijo a la barra aprovechando la pausa. Desde la misma diviso cómo vuelven a aparecer en escena los miembros del grupo, el bajista con una caja en la mano bien provista de agua para el personal, lo cual siempre es de agradecer. Una vez los instrumentos en la mano cae otro de los imprescindibles, el emblemático “Butterfly On A Wheel”, que nos encoge de nuevo y nos hace elevar la voz de manera automática. Y de postre flan de huevo: “Never Let Me Down”“Crystal Ocean” y los célebres “Tower Of Strength” y“Deliverance”, en los cuales Hussey, ya completamente desatao, pasa el micro al respetable para descojono colectivo, e incluso llega a subir en el último a un individuo para que se desgañite agusto, a lo Manowar pero sin mariconadas.

Y… bueno, no hay más. Esto es lo que dio de sí el evento. Vuelve la música ambiente y nosotros volvemos a casita. A la salida compra de la pertinente camiseta de recuerdo y llamada a la aseguradora para ver cómo coño regresar a nuestros hogares. Gracias al cielo tienen todo previsto, y un furgón-taxi nos recogerá y nos llevará a casa. Otro concierto más que dudo se nos olvide, máxime cuando nos costó sangre, sudor y lágrimas presenciarlo. Por cierto, voy a llamar ahora mismo a ver cómo se encuentra mi coche…

Texto: David Fernández “Bubba”