SÔBER – Martes 14 de mayo de 2002, Sala Aqualung (Madrid)

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La víspera de San Isidro se presentaba este año más especial que de costumbre debido al concierto que Sôber iba a ofrecer en la sala Aqualung, encuadrándose dentro del programa de actividades del Festimad, para presentar en directo a sus seguidores madrileños las canciones que forman su último trabajo, Paradysso, que había aterrizado en las tiendas de discos tan sólo el día anterior. Por lo que a mí respecta, las instrucciones de Starbreaker para esa noche habían sido breves pero concisas: ‘Te cambio una entrada para el concierto a cambio de una crónica del mismo’; de manera que, antes de pasarme por el castizo parque de Las Vistillas y empezar con las rondas de cerveza, di una pequeña tregua a mi vapuleado órgano hepático asistiendo entusiasmada al recital de mis convecinos. El recinto de la Aqualung había sido literalmente tomado hasta completar su aforo por buena parte de los incondicionales del cuarteto madrileño, entre quienes reinaba un clima de expectación y curiosidad al ser los primeros en escuchar in situ esta nueva obra maestra del rock en castellano de paradisíaco nombre.

A las diez en punto, con un retraso de media hora respecto al horario prefijado y bajo una enorme pancarta con el logotipo del grupo presidiendo el escenario, hicieron su aparición los Sôber en medio del fragor de la primera de las muchas ovaciones de las que serían causantes y merecedores a lo largo de la noche. Al compás de una intro pregrabada de teclados, Alberto Madrid cogía sus baquetas y se pertrechaba tras la batería, a la vez que Antonio Bernardini y Jorge Escobedo ajustaban las correas de sus respectivas guitarras y el otro hermano Escobedo, Carlos, se situaba con su bajo al frente del micrófono. Todo listo y… ¡acción!. Los inconfundibles acordes de “La prisión del placer”, el tema que abre su ya clásico ‘Morfología’ (1999), nos muestran de inmediato dos hechos: A) Sôber son unos profesionales como la copa de un pino que han salido al escenario dispuestos a entregarnos lo mejor de sí mismos y de su talento; y B) Por una vez, parece que podemos disfrutar de un concierto con una excelente calidad acústica que no desmerezca el buen hacer de los músicos. Ambas fueron las características fundamentales de la noche: la magistral seriedad y calidad de Sôber al ir desgranando uno por uno los temas de su set list y el formidable sonido que acompañó en todo momento la ejecución de los mismos.

El show no había hecho sino empezar, y así nos lo comunica Carlos, quien con unas escuetas palabras nos presenta ‘Paradysso’ –álbum, por cierto, que ha sido mezclado en Los Ángeles por Ed Stasium (Ramones, Biohazard, Soul Asylum, entre otros)- y nos invita a disfrutar con él. Abordan “10 años” y desde su cañerísimo inicio pudimos percibir la madurez y la solidez compositiva que Sôber ha alcanzado durante estos últimos años, que se traducen en unas melodías sorprendentes que se entremezclan con unas letras muy curradas, ambiguas y profundas a partes iguales. A continuación le llega el turno a una canción bien conocida por todos los presentes, se trata de “Versus”, el genial inicio del ‘Synthesis’ (2001), momento que es aprovechado por el primer –y único- “mosher” de la noche para hacer su numerito acrobático desde el borde del escenario hasta las cabezas de sus compañeros de concierto. Después de la distorsión guitarrera de “Versus”, el cuarteto madrileño continuó dando cancha a su último plástico interpretando “Lejos”, otra arrolladora avalancha de sonido cuyo inicio recordó vagamente a la mejor época de RATM. A ésta le seguiría, como el mismo frontman y vocalista nos avisó, una vieja canción muy querida por todos: “Cubos”, que siempre ha sido uno de mis temas favoritos de Sôber, con una estructura muy ramoniana que demuestra que se puede extraer sin problemas genialidad de la simplicidad. Para la ocasión variaron el principio del tema haciendo aún más ansiado el comienzo de su famoso riff, aunque la reacción del público fue menos entusiasta ante esta canción de lo que yo esperaba; en fin, yo personalmente fue con uno de los temas con los que más disfruté, máxime cuando vi a Carlos Escobedo levantar el brazo y hacer el inmortal signo de los cuernos del metal.

Como el esquema del concierto se basaba en intercalar las composiciones de ‘Paradysso’ con las ya clásicas de la banda, en ese momento descargaron “Arrepentido”, la tercera parada de su último trabajo, tímidamente coreado por unos pocos y unánimemente ovacionado por todos, a la vez que una base pregrabada desataba los ánimos al adivinar lo que se avecinaba: “Vacío”, una de las insignias del combo madrileño desde la grabación del ‘Synthesis’. Saltos, coros y entusiasmo colectivo para acoger a esta extraordinaria canción, que fue seguida por “Si”, en la que la banda y el público consiguieron crear uno de los momentos más mágicos de su actuación bajo la repetida frase final de “Echa a volar”. El repaso de sus viejos temas continuó con “Oxígeno”, para la cual el juego de luces del show, hasta ese momento protagonizado por el amarillo, viró hacia el azul y el morado, consiguiendo un efecto visual realmente único y especial.

Era la hora de conocer otra nueva criatura de Sôber: “Mis cenizas”, un tema que se cuela rápidamente en tu cerebro y que muy probablemente tendrá un lugar inamovible en el set list de la inminente gira del grupo. Y entonces Carlos nos anuncia que llega el momento de una versión, un pedazo de clásico del heavy metal de toda la vida que consigue emocionarme con sólo escuchar su nombre: “United”, ese temazo que el trío Tipton/Downing/Halford compusieron para su ‘British Steeel’. Esta versión ya se la curraban los Sôber en su anterior gira, sin embargo, el público permaneció bastante pasivo y fueron muy contadas las voces que lo corearon [Toc toc, ¿hay alguien? Era un tema de Judas Priest…¡de JUDAS PRIEST! (Parece que hay demasiada gente que cree que la música fue inventada por Korn y se niegan a escuchar nada de un músico que no vaya en chándal].

Un minuto exacto de descanso es lo que se toma la banda entre bastidores después de “United”, volviendo a la carga con varios trallazos representativos de cada uno de sus tres últimos discos: “Si me marcho” en nombre del ‘Synthesis’, después “Paradysso”, que corroboró, por si a alguien le quedaba un atisbo de duda, que el trabajo al que da nombre va a dar muchas horas de satisfacción a nuestras orejas, y, como gran final, “Loco”, para recordar por última vez en la noche al ‘Morfología’ y que provocó un auténtico delirio colectivo nada más empezar a sonar sus primeras notas. Al finalizar el concierto, una rápida mirada al reloj me dice que son las 11:15 y que no era sólo una sensación, sino un hecho, que el concierto hubiera sido corto, pero intenso y lleno de calidad; hora y media repletas de buena música y de temas muy conocidos y otros aún por descubrir en profundidad, que me dejaron con muchas ganas de asistir de nuevo a más recitales de esta excepcional banda y disfrutar de nuevo con la síntesis paradisíaca de la morfología de Sober.

Texto: Nieves Meliá (Rust In Pears)