Seré escueto, no por aquello de que actualmente no quede tiempo ni para pararse a pensar en lo que uno está haciendo, leyendo, oyendo y/o hablando y todo intento de profundizar sea en vano, sino porque he descartado la idea de abordar esta editorial desde la óptica nostálgica que propicia otro aniversario de la página, el tercero en concreto. Por tanto, cambiaré el discurso existencial al que empujan con pesimista insistencia estos días aciagos por otro de sincero agradecimiento.
Que vamos quemando etapas de nuestra vida para no perder el hábito (siempre sano) de ganarle el pulso al automatismo y reiniciarnos por completo no es ningún misterio de la naturaleza. Algunas de estas etapas comienzan de una manera abrupta, en medio de un vuelo transoceánico y con música de Bruce Dickinson, otras perfiladas dentro de un plan perfecto, con la nieve londinense de fondo cayendo al son del amor perdido de Trembling Blue Stars, y las hay que conllevan cambios drásticos, de camino al hospital en una tarde de primavera con Aerosmith en el equipo del coche.
Al hilo de lo que decía arriba, la reinvención constante a la que nos sometemos responde a una necesidad de enfrentarnos a nuevos retos que nos procuren un futuro por el que ilusionarnos. Ese mismo futuro, ni siquiera planteable en un principio, es ahora una realidad en lo referente a la página, lejos ya de ser el proyecto desordenado de cuatro amigos que pretendían plasmar en Internet las experiencias pasadas en diferentes fanzines. Hay personas involucradas, dedicadas y cuya intención de mejorar y hacer crecer esto que bautizamos como The Sentinel se hace visible a diario. Es una cuestión personal (y pasional) de cada uno, pero también transferible como establecimos en su día, lo que garantiza esta continuidad que ha habido hasta ahora.
Este adiós deja atrás satisfacción, alegría y una sonrisa que esconde muy buenos recuerdos, de modo que ahora permítanme dar carpetazo a esta etapa y, en lo relativo a la misma, despedirme con un fuerte abrazo de mis compañeros, de aquellos que he tenido el placer de conocer en persona a raíz de este espacio y de los anónimos que han entrado alguna vez a leer lo publicado aquí. Muchísimas gracias por tantos momentos especiales.
…and so we lay, we lay in the same grave, our chemical wedding day.
J.A. Puerta