Editorial Febrero 2007: “Reuniones”

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Un grupo no solamente está formado por músicos, también hay otra gente que se encarga de los negocios, la imagen, el marketing, el montaje del escenario o la afinación de los instrumentos, pero quiero llevar esta reflexión exclusivamente al terreno del arte y la imaginación, no al del backstage.

Estamos viviendo una época de reuniones, re-reuniones, reunificaciones, bodas, bautizos y comuniones varias en lo que se refiere a los grandes (y pequeños) grupos que nos aderezaron la vida años ha. Black Sabbath, Asia, ahora Police parece que también se apuntan… en fin, una lista bastante larga de gente que pasó por nuestras vidas musicales y que, por alguna razón más o menos compartida, pretende volver a pasar.

Las razones solo ellos las saben, seguramente habrá quien vuelva a intentar hacer caja si es que tras la separación han tenido algún bache económico. Estoy seguro de que habrá quien lo haga pensando en sus fans, en la alegría que pueden darle a muchas personas volviendo a ofrecer su música en vivo taytantos años después. Y también estoy convencido de que hay quien vuelve a intentarlo por el puro placer de tocar juntos de nuevo, y con esto último me quedo.

Seguramente, quien abandona un grupo y monta su propia banda, o se integra en otro distinto, o se dedica a alguna cuestión relacionada con el asunto, tiene el gusanillo bien muerto. Una reunión de músicos que han estado tocando el tiempo que han durado separados, estoy seguro que no puede ser tan placentera como aquella de quienes matan la larva tras un período más o menos largo o fructífero, después de nosecuantos años de inactividad musical. No puede ser lo mismo porque el salto cualitativo en este último caso es abismal.

Reunir a gente con quienes desde hace diez años, pongo por caso, no volvías a tocar, y disfrutar como un cochino en un patatal, con la madurez de la década sumada, y con la tranquilidad y experiencia en otros terrenos, no puede ser comparable a lo que pueda sentir un músico que lo ha conseguido todo junto a otros que también lo han conseguido, por muy resuelta que tengan sus vidas y sus historias. Supongo que tendrán sus motivaciones, pero la mayor sin duda es hacer música y volver a  disfrutar del inmenso placer que supone crear y ejecutar sin más pretensión que pasar el rato junto a unos cuantos amigos haciendo lo que más nos gusta.

No hay negocio, por lo tanto la satisfacción es plena. Y si estoy equivocado (que seguro que lo estoy, no lo dudéis…) me da igual, allá se las apañe Dio con Iommi, que no se lo cambio. Música de base frente a la de élite, volvemos a la lucha diaria.

Alvar de Flack