ROCK POR VALENCIA – Domingo 15 de diciembre de 2024, La Nueva Cubierta (Leganés, Madrid)

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Los festivales de Rock con fines benéficos han sido recurrentes en la historia. Desde los ‘70 a nuestros días, el mundo de la cultura en general y del Rock en particular se ha volcado cuando una catástrofe, ya sea natural o causada por el hombre, ha puesto a una parte de la población en un estado de necesidad. No voy a nombrar ejemplos porque en la memoria de todos hay suficientes casos para documentar mis palabras.

La dana que asoló gran parte de la provincia de Valencia y la parte limítrofe de Albacete es la última de las grandes catástrofes que han asolado nuestro país, causando 225 muertes y miles de personas damnificadas que han perdido viviendas, negocios y todo tipo de bienes materiales. Todo ello con la dejadez de los estamentos públicos que, superando todos los límites de lo vergonzoso, llevan desde el primer día utilizando esta desgracia como arma arrojadiza contra el adversario político.

En el otro lado de la balanza, todos hemos visto con orgullo como miles de voluntarios, gente de a pie, se han volcado en ayudar a los afectados. Unos con su ejemplar presencia y otros con aportaciones económicas. A estas iniciativas personales pronto se han sumado colectivos de todo ámbito con el mismo interés solidario, con la intención de recaudar fondos para los afectados. Y, como siempre, el universo de la cultura también se ha volcado en ello.

El mundo de la música siempre ha sido, en este sentido, uno de los más activos. A mediados de noviembre, la escena del Pop organizó una serie de conciertos con destacados artistas del estilo para recaudar fondos en favor de los damnificados. Llegado diciembre es el turno del Rock, que también se ha unido para celebrar un festival benéfico con el mismo objetivo, concretamente donar la recaudación a la Federación de Sociedades Musicales de Valencia y a la Plataforma “Adopta un Comercio”, quienes se encargarán de repartir los fondos recaudados.

Gracias a la experiencia y profesionalidad de Amadeus Global, con Johan Cheka a la cabeza, el festival se organizó en un tiempo record, contando con la participación desinteresada de grandes grupos del Rock nacional, así como la cesión gratuita de un gran espacio como La Nueva Cubierta de Leganés. Desde aquí vaya por delante mi agradecimiento a todos los implicados en este complejo evento, sin cuyo esfuerzo personal no hubiera sido posible llevarlo a cabo.

Desde el momento en que esta iniciativa llegó a mis oídos, yo lo tenía claro. Yo tenía que estar allí. Compré mi entrada el primer día y apunté con ilusión la fecha en el calendario. No soy muy amante de los festivales y la perspectiva de estar 12 horas seguidas en uno de ellos me asustaba un poco, pero la decisión estaba clara. Además, me apetecía contar a los lectores de The Sentinel mis experiencias, en una crónica que pretende dejar constancia de lo que sucedió en un día histórico, siempre bajo mi punto de vista personal.

Acompañado de buenos amigos, llegué a La Nueva Cubierta antes de que abrieran las puertas. Nos pusimos de los primeros en la cola y entramos al recinto a las 11:30 de la mañana, dispuestos a no perdernos nada de lo que nos ofreciera la larga jornada. Nos colocamos en la grada, justo en frente del escenario. Y a esperar. Mi intención era bajar a la “arena” durante los conciertos y volver junto a mis amigos en los intervalos, cosa que cumplí a medias.

Debo decir en favor de la organización que la jornada cumplió a rajatabla los horarios previstos, con un tiempo mínimo entre grupo y grupo, ajustándose a los pequeños contratiempos que siempre suceden con tantos músicos entrando y saliendo del escenario. ¡Chapeau!

A las 12 de la mañana comenzó el evento con Raquel Piqueras, del programa “El Pirata y su banda” de Rock FM, dándonos la bienvenida y ejerciendo de DJ (pinchadiscos, que decíamos en mis tiempos mozos), llenando durante todo el día con su simpatía y buen rollo todo el tiempo en el que no había grupos tocando en el escenario, así como presentando a las bandas cuando les tocaba el turno de actuar. Debo decir que la asistencia de público no fue muy grande durante toda la jornada matutina (aproximadamente un cuarto del aforo) para conseguir una afluencia mayor durante la tarde, llegando a un buen número a partir de las 7, aproximadamente.

A las 13:00, el primer artista en salir al escenario fue el gran MIGUEL RÍOS. Me sorprendió que una leyenda como él abriera el festival, quizás el motivo fuera animar al público a acudir desde el inicio o que su concierto, en formato acústico, fuera el adecuado para empezar el día. Y es que Miguel Ríos nos regaló un set acústico entrañable, acompañado por las guitarras de José Nortes y Jorge Ruiz, además de Gaby Pérez con una lap steel guitar, un tipo de guitarra plana que se toca sobre las piernas, deslizando una barra de metal o vidrio sobre las cuerdas para producir su sonido, habitual en el country y el blues.

Como no podría ser de otra forma, su intervención comenzó con “Bienvenidos”, adaptando parte de la letra para recordar a Valencia. Continuó con “El blues del autobús”, “Generación límite” y una emocionante “Santa Lucía”, siempre coreados con el público que ya se había dado cita en el enorme recinto. En los intervalos, Miguel Ríos se dirigió al público agradeciendo el esfuerzo de organizadores y compañeros músicos, entre los que se reconoció el decano, para llevar a cabo este festival. Dado el poco tiempo disponible, sentí que se extendía demasiado en las partes habladas, quizás fuera sólo mi percepción personal.

Miguel Ríos abandonó el escenario y en menos de cinco minutos ya estaban BURNING dispuestos a hacerle el relevo. Era la primera vez que veía a la banda desde que Johnny Cifuentes decidiera rehacerla por completo hace pocos años. Comenzaron con “Qué hace una chica como tú en un sitio como este”, cantada a coro con el público. Al término, Johnny invitó al escenario a Miguel Ríos, que volvía a las tablas para cantar conjuntamente “Dieron las diez”, con Miguel Ríos leyendo la letra en un móvil. Aun así, un momento entrañable. De nuevo con Burning solos en escena, terminaron su set con “Esto es un atraco” y la inefable “Mueve tus caderas” con la que se despidieron.

Llegaba el turno para LUIS CRUZ Y LA FURGOBAND, en el que el gran guitarrista madrileño se presentaba con su proyecto en solitario. Comenzaron su actuación con dos de sus mejores temas, arrancando con la frenética “Mi guitarra y yo” a la que siguió “Silencio”. Lamentablemente, los problemas de sonido no permitieron disfrutar de una calidad sonora adecuada, algo que se repitió a lo largo de buena parte de la jornada. Tras sus dos temas propios, Luis Cruz invitó al escenario a Lele Laina. Dada la pertenencia de ambos músicos a los míticos Topo y que el batería que les acompañaba era Jesús Sánchez Almodóvar “Almo”, en la actualidad también en Topo, disculparon la ausencia de José Luis Jiménez en el festival, dado que está recibiendo un tratamiento médico que le impedía acompañarles. Aún en su ausencia, pudimos disfrutar de la siempre emocionante “Colores” y la imprescindible “Mis amigos dónde estarán”, con la que cerraron su participación.

De nuevo con Raquel Piqueras como maestra de ceremonias, el siguiente grupo en actuar serían los históricos MEDITERRÁNEO, grupo alicantino nacido en los ‘70 que debo reconocer no me atrae demasiado. Su mezcla de Rock, Funk, Pop y Ska tiene fieles seguidores entre los que no me encuentro, así que quise aprovechar para ir a comer algo, dado que ya eran las 14:30 y mi estómago reclamaba atención. Mis amigos decidieron salir fuera del recinto a buscar algo con más calidad que los bocadillos y perritos que había dentro de la sala, pero por un lado mi interés en no perderme nada y por otro el aliciente de que el importe de la comida también iría a los afectados de la dana, me hizo decidirme por quedarme en la cola de acceso al stand cercano al escenario. Tras de mi se puso Luisma Hernández, bajista que más tarde actuaría con Obús. No le conozco personalmente y, además, él estaba acompañado de su familia, así que me limité a decirle que yo era quien cerraba la fila en ese momento.

Esperando mi turno para comer fui viendo el concierto de Mediterráneo y, aun valorando su talento y sus ganas, volví a sentir que ese grupo no es para mí. El último tema que tocaron fue el único que yo reconocí, llamado “Número 1 en USA”, que alcanzó notable éxito en 1980, cuando yo era un tierno infante de apenas 14 años.

Una vez en el puesto de comida, al ver los precios creí iba a sacar de la pobreza a los afectados yo solito. Menuda clavada. Me llevé un bocadillo de jamón normalito por 8 € y una botella de agua por 3 €, ya que me negué a pagar 5 € por un vaso de plástico con un refresco rellenado de una botella de 2 litros. En fin, todo sea por ayudar a la causa.

Tras Mediterráneo había un parón de media hora en las actuaciones, en el cual Raquel Piqueras siguió poniendo música y hablando al público con su habitual simpatía, hasta que llegaron las 13:30, momento de uno de los grupos que más me atraían del cartel.

En mi opinión, en la actualidad DRY RIVER es uno de los mejores grupos del panorama rockero nacional, pero en este festival les costó demostrarlo. Con un sonido infame, estos grandísimos músicos no pudieron hacernos llegar su talento como en las ocasiones en las que les he podido ver en conciertos propios. Además, me sorprendió negativamente que los teclados, tan importantes en este grupo, estuvieran grabados en vez de contar con la presencia de su teclista habitual, Martí Bellmunt. Desconozco si ha sido una excepción o si será permanente, cosa que no me gustaría en absoluto.

A pesar de todo, la banda demostró su valía: Ángel Belinchón es un gran cantante, con buena voz y mucha simpatía. El dúo de guitarras es impresionante, con Matias Orero y Guillermo Guerrero dando un clinic constante, y la base rítmica es una barbaridad, con David Mascaró (bajo) y Pedro Corral (batería) a un gran nivel, como es habitual.

Como digo, tengo especial predilección por este grupo, así que disfruté con su set, compuesto por “Fundido a negro”, “Perder el norte” y “Camino”, aunque espero con impaciencia su próximo concierto en Madrid para desquitarme de los elementos negativos de su participación en este festival.

Los siguientes en actuar fueron LUJURIA. Me aposté en las primeras filas para ver de cerca la salida de la banda, que suele ser garantía de energía y pasión por el Heavy Metal. Y no me equivoqué, ya que tras la presentación de Raquel Piqueras el grupo arrancó con ganas, sobre todo con la aparición en el escenario de su vocalista, Óscar Sancho, ataviado con un abrigo largo de cuero lleno de tachas, una gorra a lo Rob Halford y ondeando una bandera. No se puede ser más heavy.

Lujuria tienen sus virtudes y sus defectos. Lo saben y maximizan sus puntos fuertes hasta el punto de que casi da igual todo lo demás. A fuerza, pasión y actitud no les gana nadie. Arrancaron con “Escuadrón 69” a la que siguió “No soy carne de cañón”, aumentando aún más su energía. Sin embargo, desde mi posición apena escuchaba la voz de Óscar, lastrada por la lamentable calidad sonora que llegaba en mi posición. Desesperado por el mal sonido, volví a mi sitio en la grada frente al escenario, descubriendo que la calidad sonora desde allí era “menos mala”, así que en los grupos siguientes ya no me moví de allí. Desde la grada escuché “Joda a quien joda” y el final de su set con su himno “Corazón de Heavy Metal”.

Lujuria nunca será mi grupo preferido, pero nadie encarna como ellos la actitud y la pasión por el Metal.

El siguiente en actuar sería ARMANDO DE CASTRO BAND. El legendario guitarrista haría doblete en esta jornada, pues más tarde saldría en la actuación de Barón Rojo. Sin duda, Armando de Castro es uno de los músicos con más prestigio de la historia del Rock español, se lo ha ganado al escribir algunas de las más brillantes páginas de nuestro estilo, pero no consigue despegar en su faceta en solitario. Lo intentó como Armando Rock, después como Black List y este último intento como Armando de Castro Band parece que va por el mismo camino. Ni los temas le acompañan, ni la banda que lleva llama la atención ni el mal sonido que sufrió le ayudó en absoluto. Su set estuvo compuesto de algunos temas de sus etapas en solitario como “No More”, “Juego de necios” o “Waiting For The Big Time”, con una acogida del público bastante fría. Es una pena, porque a pesar del entusiasmo con que se le ve sobre el escenario, su bien ganado prestigio no se ve correspondido por lo que actualmente ofrece al público.

MEGARA era una de las bandas más jóvenes del festival. Su Metal Alternativo no terminaba de encajar con la tónica general del día, pero cumplieron bien. Liderados por su vocalista Kenzy, sus ganas de agradar y la contundencia de su propuesta cautivaron a buena parte del público. Además, su energía en el escenario era contagiosa, haciendo valer su mayor juventud frente a otros compañeros de festival bastante más veteranos. La calidad de sonido de que dispusieron también fue mayor, ayudándonos a disfrutar más de su set con temas como “Arcadia” y “Truco o trato”, destacando sobre todos ese “11:11” que les llevó a la última edición de Eurovisión representando al pequeño país San Marino.

Llegaba el turno de ÓPERA MAGNA, cuya procedencia valenciana hacía su presencia aún más necesaria. Su set fue muy contundente, puro Power Metal Sinfónico lleno de fuerza al que le costó abrirse paso por un sonido que a mí me llegaba como una bola en la que sólo sobresalía la voz de Jose Broseta en temas como “Historia” o “La herida”. Era la primera vez que les veía en directo y, entre lo corta que fue su actuación y que no les escuchaba con nitidez, no me siento capaz de hacer una valoración de lo que pueden dar en directo. Eso sí, me gustó sobre todo el tema con el que terminaron, “Heroica”, que da título a su último disco y el que mejor sonó, con diferencia.

Tenía ganas de ver a JUDITH MATEO. Sus conciertos suelen ser muy divertidos y el hecho de basar su propuesta en el violín, amén de la alegría contagiosa que desprende en escena, suelen ser garantía de pasarlo bien. Judith salió al escenario con el cantante Chuse Joven y con dos guitarristas de lujo como Juanjo Melero, que repetiría más tarde con Rock con Ñ, y Guillermo Guerrero, que venía de hacer lo propio con Dry River. No tardé en darme cuenta de que la banda no llevaba bajista ni batería, estando sus instrumentos grabados. ¡Qué poco me gusta eso, siento que es lo contrario al espíritu del Rock!

Aun así, su set fue alegre y divertido, como es habitual en ella, dejándome con buen sabor de boca con temas como “Fiesta Rock” y, sobre todo, con el final de su concierto con las versiones de “Highway To Hell” y “The Trooper”.

Tras la despedida de Judith Mateo hubo un momento de reconocimiento hacia el Pirata, presente en todo el festival pero que participó menos de lo que yo esperaba. Raquel Piqueras le presentó como el gran comunicador que es (además de su jefe), y Juan Pablo Ordúñez se dio un merecido baño de masas, pinchando algunos temas entre los que no podía faltar aquel “Fox On The Run” que fue sintonía de La Emisión Pirata durante tantos años.

El festival continuó con LEO JIMÉNEZ, que tuvo evidentes problemas con el sonido. Comenzó su set con “Grande”, pero desde mi posición lo único que se escuchaba decentemente era la caja de la batería y la voz. El resto era una bola ininteligible que fue mejorando algo con “Volar” y que apenas llegó a un nivel medio decente al final de su breve concierto, recortado en una canción por cumplimiento del horario. Para el final dejó una buena versión de “Es por ti” (Cómplices). Poco puedo opinar de su banda, lastrada por el sonido, pero Leo Jiménez sí dejó constancia de su voz poderosa y su buena energía.

Y con ÑU se obró el milagro. Después de penar con el sonido durante todo el día, José Carlos Molina y su banda salieron al escenario con una calidad de sonido excelente. Quizás no de sobresaliente, pero sí notable alto. Todos los instrumentos en su sitio, en especial la guitarra de Manolo Arias y la batería de Óscar Pérez, brillantes ambos ¡Por fin podíamos escuchar los instrumentos con nitidez!

Y claro, cuando a un grupo como Ñu le das los medios… se convierten en los reyes del Festival. O uno de ellos, al menos. Con un repertorio que consistió en “No hay ningún loco”, “El tren”, “El flautista” y “Ella”, que entró por los pelos en el límite de tiempo, el grupo de José Carlos Molina nos hizo disfrutar de lo lindo.

SARATOGA tomó el relevo. No voy a decir que sonaron igual que Ñu, pero los flagrantes problemas anteriores ya no volvieron. Jerónimo Ramiro y Nico del Hierro son una apisonadora bien engrasada después de tantos años de experiencia conjunta, ahora con Arnau Martí a la batería. Con la contundencia y la caña por bandera, el lucimiento queda a cargo de Tete Novoa, pletórico de voz y lleno de simpatía, además de los solos de guitarra de Jero. Su corto set incluyó algunos de sus clásicos como “Perro traidor” y “No sufriré jamás por ti”, terminando con “A morir”. Tal es la intensidad de esta banda que tras su actuación uno se siente como si nos hubiera atropellado un mercancías.

Llegaba el turno de BARÓN ROJO. Uno de los grupos de mi vida y por ello me duele verles en horas tan bajas. No se les pueden reprochar las ganas de agradar y el interés por contentar a la parroquia, pero la impresión que dan es que su propuesta está agotada. Empezaron con “Concierto para ellos”, dedicando el concierto a los afectados en Valencia, cosa que les honra. Después, intentando estirar el tiempo asignado todo lo posible, enlazaron sin solución de continuidad “Cuerdas de acero”, “Con botas sucias” y “Resistiré”, una buena representación de sus clásicos más imperecederos. Al igual que he comentado en mi párrafo dedicado a Armando de Castro, tanto él como su hermano Carlos tienen el respeto imborrable que les confiere su historia, pero la tozuda realidad nos muestra que sus buenos tiempos quedan ya muy lejos.

Asfalto dijo adiós de forma definitiva hace año y medio, pero JULIO CASTEJÓN se encargó de que no faltaran sus canciones en el festival. Acompañado de Pablo Ruiz al bajo y Paul Castejón a la guitarra y flauta (miembros de la última formación de Asfalto), Carlos Parra a los teclados (antiguo miembro de la banda) y dos músicos que le acompañan ahora en su carrera en solitario (Paul Gómez a la guitarra y Luis Oeo a la batería), comenzaron su set con “Crónica de un tiempo raro”. Afortunadamente volvimos a tener un sonido de calidad, lo que ayudó a disfrutar de estas canciones. La gran acogida de “Más que una intención” se disparó cuando, tras una intro de flauta a cargo de Paul Castejón, “Días de escuela” se apoderó de todo el público, llegando al éxtasis cuando aparecieron en escena Johan Cheka (Rock con Ñ) y Ángel Belinchón (Dry River) para cantar junto a Julio este histórico tema.

El festival iba llegando a su final, pero aún quedaban dos balas muy importantes en la recámara. La primera no fue una bala, sino un OBÚS. Y no sólo por el nombre del grupo de Fortu y Paco Laguna, sino porque su actuación fue descomunal. Con un sonido bueno y contundente, el mini-concierto que dieron estuvo entre lo mejor del día. Arrancaron con “Que te jodan” y “Dinero, dinero”, alargada para conectar aún más con el público, además de incluir en su parte intermedia algunos retazos de “Land of 1.000 Dances”. Cerraron su set con “Vamos muy bien”, dejándonos a todos más que satisfechos.

El punto final lo pusieron ROCK CON Ñ, el grupo formado por Johan Cheka (Cráneo), Juanjo Melero (Sangre Azul), Luis Cruz (Topo), Carlos Guardado (Cráneo, Burning), Nacho de Lucas (Asfalto) y Kacho Casal (Topo, Burning), cuyo repertorio consta de algunas de las mejores canciones de la historia del Rock nacional. Empezaron su set con “Reina de la noche”, y tras la primera estrofa salió al escenario Pablo Perea (La Trampa) como una tromba, cantando con su poderosa voz y su presencia escénica este clásico de Miguel Ríos.

De vuelta con Johan Cheka como cantante principal, presentó a Juanjo Melero para dar paso a uno de los temas de Sangre Azul, concretamente “Dueño y señor”, que todos cantamos junto a ellos con pasión. Tras él, Johan comentó que al otro lado del escenario había dos miembros de Topo (uno actual y otro pasado) como Luis Cruz y Kacho Casal, aprovechando para tocar uno de sus temas clásicos como es “Vallecas 1996”. Y como siempre, los dos solos de guitarra que incluyen en este tema nos dejaron con la boca abierta.

Para finalizar su participación, Eduardo Pinilla se unió al grupo, recordando los 30 años que, junto a los también presentes Carlos Guardado y Kacho Casal, habían pasado en Burning. Cerrando el círculo del día, tocaron uno de los temas que había sonado al principio del festival, “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, que sonó de locura.

El festival llegaba a su fin, pero había un fin de fiesta que sería inolvidable, con el “Sábado a la noche” de Moris en el que se unieron a Rock con Ñ algunos de los músicos que habían participado a lo largo del día: Eduardo Pinilla, Armando de Castro, Fortu, Julio Castejón, Pablo Perea, Óscar Sancho, Ángel Belinchón y Chuse Joven, en una imagen de hermandad y camaradería que nunca debería faltar. Y a pesar de los lógicos desajustes de tener a tanta gente sobre el escenario, sonó muy divertido y en él también participamos todos los presentes entre el público.

Tras la despedida con todos los músicos en escena no hubo tiempo para más, ya que la seguridad del recinto nos echó de allí con prisas. Yo me fui cansado después de 12 horas seguidas de festival, pero con la sensación de haber asistido a un día histórico. Cierto que no fue perfecto, ya que esperaba más afluencia de público y, sin duda, el sonido que tuvimos que soportar durante buena parte del día no fue digno de la calidad de los grupos que actuaban. Pero, por otro lado, la sensación de haber aportado un granito de arena en favor de los afectados por la dana en Valencia me daba una sensación de paz.

Ojalá no haya necesidad de repetir un festival solidario porque no se vuelva a producir una desgracia similar. Pero, si se diera el caso, allí estaré de nuevo. Prometido.

Texto: Santi Fernández “Shan Tee”

Fotos: Santi Fernández “Shan Tee” y Manolo Sonseca

 

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