Editorial Marzo 2024 “Corrupción, también en el Rock”

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Por si hubiera alguna duda, la sociedad es la que es porque la forman personas. Esta perogrullada quiere decir que las virtudes y los defectos que tenemos como colectivo humano se aplican a todos los ámbitos de la vida, ya sea la política, el deporte, la música o nuestra vida diaria. Por eso no debería sorprendernos que aquellas actitudes deleznables que nos irritan y nos indignan aparezcan en todas las esferas de nuestro país. Y de otros también, por cierto. Afortunadamente, también podemos decir lo mismo de las virtudes que tenemos (que las hay) y que a veces se nos olvidan.

En estos días ha salido a la palestra la trama de corrupción del ViñaRoad, un concurso de bandas organizado por el conocido festival ViñaRock, cuyo objetivo es aparecer en dicho festival, si se avanza lo suficiente en el concurso como para quedar en las dos primeras posiciones y, además, se recibe el visto bueno de los organizadores. El premio consiste en una actuación recortada en un horario poco agraciado, con un pago de 500 € para afrontar los gastos de desplazamiento, alojamiento o cualquier otro gasto de la banda.

Hace un tiempo, el grupo madrileño Alotrolado decidió inscribirse en el concurso e intentar con ello participar en uno de los festivales decanos de nuestro país, algo que sin duda ha hecho también un buen número de bandas, con la misma loable intención.

La sorpresa llegó hace unos días, cuando Alotrolado denunció que les ha llegado una oferta por la cual, previo pago de una cantidad de dinero, adulterar los datos del concurso y que la banda tuviera así una gran cantidad de votos falsos para asegurarse su paso a la fase definitiva. Es de suponer que esa oferta no se le ha hecho exclusivamente a Alotrolado, sino que el resto de grupos han podido ser susceptibles de ser objeto de esta trama. Si alguno ha cedido a ello es algo que desconozco y que presumo nunca llegará a saberse.

En dicho ofrecimiento aparece una tabla con las tarifas y precios correspondientes al número de votos que se quieran comprar, así como la afirmación de que todo se hace por “métodos 100% legales y comprobados en concursos anteriores”, jactándose incluso de haber sido gracias a este sistema por el que se eligió el ganador en la edición del año pasado.

Puestos al habla con los componentes de Alotrolado, me consta que esta actitud corrupta fue rechazada de inmediato y la han puesto en conocimiento de los responsables del festival, teniendo la callada por respuesta a pesar de que la queja tiene acuse de recibo por escrito. Que cada uno saque sus conclusiones.

La banda Alotrolado me ha hecho llegar los pantallazos que prueban todas estas afirmaciones, que no voy a publicar por respeto a la confidencialidad con la que el grupo me los ha hecho llegar.

La realidad es que, supongo que debido al revuelo organizado por esta denuncia, el concurso ViñaRoad ha sido cancelado y en su web hay un escueto mensaje indicando que “El concurso no está activo ahora mismo”.

Desde hace mucho tiempo se utiliza el sistema de votos públicos para acceder a un festival, tocar en una sala, escalar en un ranking de discos en algún medio o cualquier otro asunto en el que se requiera la opinión popular. Por regla general, nunca he accedido a estos requerimientos ya que me parecen un fraude. En este sistema no se premia a quien mayor calidad atesora, sino a quien tiene el mayor número de amigos dispuestos a votarles.

Por si fuera poco, la mayoría de estas votaciones implica registrarse, compartir nuestros datos con el promotor de la idea para ser utilizados en el futuro y hacerles publicidad gratuita del evento en cuestión.

Soy consciente de que la mayoría del aforo de los grupos pequeños se compone de amigos y familiares de los músicos. A los propietarios de las salas les conviene, ya que su único objetivo es vender entradas y consumiciones. Y muchos grupos, por desgracia, se conforman con tocar siempre delante de sus amigos, ya que conquistar nuevos seguidores suele ser una ardua tarea difícil de conseguir. Por eso no es extraño ir a ver un concierto compartido con varios grupos y que la sala se vacíe o se llene alternativamente dependiendo de la banda que esté en el escenario, llegándose al caso de haber más público en el grupo telonero que para el cabeza de cartel.

Lejos quedan los tiempos en los que la calidad musical era un valor necesario para tocar en una sala. Ahora sólo importa su capacidad de convocatoria. Un grupo necesita que sus músicos sean buenos relaciones públicas o que tengan muchos amigos. Da igual si no saben tocar, las puertas de las salas estarán abiertas para ellos. Ese filtro que ponían las salas escuchando previamente su música ha quedado en mera anécdota. Dada la facilidad actual para grabar un disco con medios caseros y que suene decentemente, tampoco tenemos el filtro en los lanzamientos discográficos. El talento y la calidad ya no son necesarios a la hora de convencer a una Discográfica para que les fiche y les financie la grabación de un disco, como sucedía en el pasado. La situación actual en la que la mayoría de los grupos se autofinancian sus propias grabaciones provoca que los grupos con más visos de subsistir son aquellos que tienen más recursos económicos, más amigos y más tiempo libre para dedicarse a su hobby. Porque, desgraciadamente, los músicos que pueden sacar rédito económico a su actividad son muy escasos y la mayoría se ven obligados a considerar a su grupo como una afición, como el que se va a esquiar o a jugar al fútbol-sala.

Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo nunca he estado de acuerdo en esa afirmación, pero sí es cierto que algunas cosas se echan de menos.

Santi Fernández “Shan Tee”