Vaya por delante que la música no es un deporte en el que haya elementos objetivos que den un ganador. Aquí no hay goles, ni puntos, ni gana el más rápido o el más fuerte, por lo que no hay un ranking ni un vencedor en ningún tipo de competición. La música es un arte y, por ende, el componente subjetivo es sumamente importante. Es decir, nadie tiene la verdad absoluta, porque los gustos y preferencias de una persona son tan respetables como los de cualquier otra.
Dicho esto, en mi opinión personal, Dry River es el mejor grupo que ha surgido en España en los últimos años. Tanto en su producción discográfica como en sus presentaciones en directo, siempre me han dejado con la boca abierta, con un despliegue de talento extraordinario. Su forma de entender la música, compleja y asequible a la vez, la destreza técnica de sus componentes y la inspiración con la que han creado sus canciones siempre me ha parecido inmensamente por encima de lo que la situación de la música en España les ha agradecido.
Debo decir también que, cuando llegó a mis oídos que Dry River tenía nuevo disco disponible, antes de escucharlo me asaltaron algunas dudas. Primero, porque cuando el listón está tan alto (sus discos anteriores son verdaderas joyas), es posible que ese nivel se resienta (ya se sabe que lo difícil no es llegar, sino mantenerse). Y, en segundo lugar, porque la banda ha sufrido cambios importantes en una formación que funcionaba como un reloj. La ausencia de Carlos Álvarez se me antojaba crucial, ya que su aportación como guitarrista, compositor y productor tenía un peso específico en la banda que habría que cubrir. Y, por si fuera poco, Martí Bellmunt tampoco está ya para aportar esos teclados y saxo tan característicos.
Inevitablemente, Dry River se ha tenido que reinventar. Para ello, los fichajes del guitarrista Guillermo Guerrero (proveniente de Acid Rain y el megaproyecto Sinfonity, además de tener una amplia formación técnica en Estados Unidos) y el teclista Miquel Centelles han sido cruciales para que el funcionamiento de la banda no se haya resentido. Además, para la producción de este último disco, “Cuarto creciente”, han contado con el prestigioso Carlos Raya (me voy a ahorrar su curriculum porque es más que conocido), toda una garantía. La guinda del pastel ha sido la masterización a cargo de Dave Collins, que ha terminado de darle el brillo necesario para que el disco suene realmente bien.
Una vez con el CD entre las manos, con su bonita y elegante portada, y escuchado el disco con atención las suficientes veces como para formarme una opinión, debo decir lo siguiente: Lo han vuelto a conseguir. Mis dudas iniciales sobre lo que me iba a encontrar han sido disipadas de forma más que satisfactoria. “Cuarto creciente” no tiene nada que envidiar a sus predecesores y mantiene a Dry River en el Top de mis preferencias sobre bandas nacionales en la actualidad.
Por supuesto, los cambios en la formación y los cuatro años transcurridos desde la edición de “2038” tenían, por fuerza, que notarse de alguna forma. Este cambio es más una evolución que una revolución, es decir, desde el delicado piano con que empieza “Culpable” hasta el emocionante final de “Despedida”, tenemos a los Dry River más reconocibles, con esa mezcla de complejidad, versatilidad y frescura que les ha acompañado desde sus inicios. Los cambios de intensidad, la alternancia entre fuerza y dulzura, son una constante en sus canciones.
La elección de los nuevos miembros se muestra totalmente acertada. Guillermo Guerrero es un guitarrista descomunal y Miquel Centelles aporta unos teclados elegantes y siempre adecuados en cada tema. Y sobre los miembros que permanecen, poco se puede decir que no se haya dicho ya. Matías Orero es un gran guitarrista y la base rítmica formada por David Mascaró (bajo) y Pedro Corral (batería) es la mejor que se puede encontrar en el rock nacional, pletóricos de técnica y buen gusto. Y, encabezando la formación, Ángel Belinchón canta mejor que nunca, con un buen gusto que ya es marca de la casa.
¿Qué diferencias nos encontramos en este disco? Pues “Cuarto creciente” nos muestra unos Dry River más maduros, más “serios”, si me permitís la expresión. El disco carece de esos temas festivos que han jalonado sus discos anteriores, potenciando más que nunca su faceta progresiva. Entre ellos no es fácil destacar unos temas sobre los demás, ya que en cada escucha encontramos algo en ellos que nos hace subir puntos en su evaluación. Aun así, no puedo negar que la emocionante “Si estás tú” me ha helado el corazón y que otros como “La libertad” o “Calles inundadas”, con una emocionante letra dedicada a la pandemia, pueden incluirse desde este momento entre mis preferidas de toda su discografía.
Es una lástima que la precaria situación del rock nacional no permita situar a Dry River en el lugar que merece por su calidad. Al menos, lo que sí han conseguido es colmar las expectativas creadas con su trayectoria anterior. Y eso, en su caso, es mucho.
Imprescindible.
Santi Fernández “Shan Tee”