TOPO – Viernes 10 de junio de 2022, sala Independance Club (Madrid)

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Hay grupos que nos llevan acompañando tanto tiempo que son parte de nuestra vida. Ir a verlos es como visitar a un familiar con el que pasar una tarde magnífica recordando viejas historias y algunas otras nuevas que se van añadiendo al repertorio de anécdotas. Estas historias son canciones que después de toda una vida acompañándonos, las hemos hecho nuestras. Los años pasan para todos, para los músicos que se suben al escenario y para los que disfrutamos con ellos desde abajo. Por todo ello, cada concierto es una nueva reunión con esos amigos, con esos familiares con los que sabes que vas a pasar una tarde estupenda y emocionante.

La cita era en la céntrica sala Independance Club de Madrid. Un bonito local con un aforo de 600 personas para conciertos, cifra que se mostró más que sobrada. Desconozco el porcentaje de ocupación que tuvimos, ya que no me moví de la primera fila, pero me atrevo a aventurar que estaríamos en torno a la media entrada. Esto es lo que hay a día de hoy, en estos tiempos post-pandemia en el que la oferta de conciertos de rock en directo supera en mucho la demanda de un público insuficiente para tal volumen de eventos que hay cada fin de semana en la capital.

Eso sí, el dicho “No estamos todos los que somos, pero somos todos los que estamos” se cumplía fielmente. Entre el público encontré un montón de caras conocidas, muchas de las cuales no veía desde antes de la pandemia. Viejos amigos, algunos músicos y muchos amantes del Rock nacional, como no podía ser de otra forma. Y una media de edad entrada en años, como era de prever.

En su visita a mi programa de radio unos días antes, José Luis Jiménez me prometió un concierto intenso en el que iban a tocar muchas canciones, muchas de ellas históricas, alternadas con temas del nuevo disco, “Duros y dulces años”. Y doy fe de que cumplió su palabra, a pesar de tener que adaptarse a la realidad actual en la que los conciertos terminan muy pronto para dar tiempo a la sala a desalojar y abrir de nuevo en sesión discoteca. Es lo que hay a día de hoy. Esto produjo que Topo ofreciera un show intenso y muy comprimido, minimizando el tiempo entre canción y canción para ganar esos minutos que les permitieran acometer el set-list previsto en su totalidad.

Con puntualidad exquisita, Topo salió a escena a las 9 de la noche. Los históricos José Luis Jiménez y Lele Laina, con una energía sorprendente a su edad (son ya septuagenarios los dos), acompañados como siempre del extraordinario guitarrista Luis Cruz, plenamente asentado desde hace muchos años en la banda en esta segunda etapa, tras aquella primera en los ’80 cuando grabó “Ciudad de músicos”. En la batería, Jesús Sánchez Almodóvar, más conocido como “Almo”, encargado de los tambores en Topo desde hace ya algún tiempo.

Sin saludo previo, el concierto comenzó con “Batalla naval”, uno de los temas nuevos incluidos en el último disco, “Duros y dulces años”. El tema, dedicado a una fiesta popular de Vallecas, únicamente era conocida por los que seguimos al día la actualidad de Topo. Aun así, fue bien recogida por el público, incluso por los que la desconocían, ayudada por las ganas de ver al grupo en directo.

Unas breves palabras de José Luis Jiménez, como fue la tónica del concierto, dieron paso de inmediato a “Los chicos están mal”, con el alborozo del público al reconocer uno de los muchos grandes himnos de Topo que tendríamos ocasión de escuchar. Sin solución de continuidad, el tema se enlazó con “Marea negra”, uno de los grandes clásicos no sólo de Topo, sino del Rock español.La banda sonaba limpia y clara. José Luis Jiménez era el protagonista indiscutible, con una energía y ganas de rocanrolear impropias de su edad. En los laterales, un más serio Lele Laina, concentrado en su labor a la guitarra y cantando algunas canciones del repertorio, y Luis Cruz, sobresaliente toda la noche, uno de los mejores guitarristas nacionales que podemos ver sobre los escenarios. En la parte trasera del escenario, “Almo” se mostró como un batería competente, con técnica y pegada, bien adaptado al repertorio de Topo.

Este repertorio estaba calculado para ir intercalando algunas canciones del nuevo disco entre los grandes clásicos de la banda, para que el concierto no decayera. Una de ellas fue “La bruja del Rock”, tema dedicado a Tina Turner, primero que fue cantado por Lele Laina, que dio paso a “Días de cine”, recordando aquel disco “Ciudad de músicos” en el que participó Luis Cruz y único sin la presencia de Lele Laina. Como detalle curioso, la banda añadió un arreglo al inicio del tema y en el puente, con la mítica intro de batería de la filmográfica “20th Century Fox”.

El grupo sonaba como un cañón, acompañado por el buen sonido del que disfrutamos, al menos en las primeras filas, de donde no me moví en todo el concierto. No puedo decir lo mismo de la iluminación, con unas luces precarias e insuficientes que tenían a los músicos a oscuras en muchos momentos. Fue una pesadilla para sacar algunas fotos que completaran esta crónica.

José Luis Jiménez se dirigía al público con breves palabras entre las canciones (a veces ni siquiera decía nada) para apurar el máximo tiempo posible. Esta vorágine de actividad le quitó el resuello en alguna ocasión, pero en líneas generales desplegó una energía que ya quisieran algunos otros músicos mucho más jóvenes.

El concierto continuó con uno de los temas menos conocidos de aquel “Marea negra” como es “Guerra fría”, que José Luis dedicó a la delicada situación actual, pero que no terminó de enganchar al público, que se la tomó con algo de frialdad, como se menciona en el título, a pesar de la interesante parte central.

Unas palabras de José Luis para preguntarnos si nos gustaba el blues dieron paso a “Maldito dinero”, primer single del último disco, que continuó por el siempre aclamado “Blues del dandy” que levantó en volandas al público, quien cantó el tema de principio a fin.

Siguiendo con la alternancia entre temas antiguos y nuevos, “Ser urbano” fue la primera referencia al histórico primer disco de Asfalto, al que siguió “Pinta en espadas”, posiblemente el mejor tema del nuevo disco, que José Luis volvió a dedicar a la bélica situación actual.

Uno de los momentos de la noche fue la siempre esperada “Vallecas 1996”, en la que siempre recordamos al fallecido Terry Barrios. El tema, cantado por Lele Laina y todos los presentes en el público, fue uno de los que tuvo mejor acogida. Destacar, como siempre, el descomunal solo de guitarra final de Luis Cruz. Impresionante, se llevó una gran ovación.

Esta fase del concierto en la que Lele Laina tomó voz protagonista siguió con “Pequeño y sucio río”, dedicada por José Luis Jiménez a nuestro río Manzanares, a la que siguió la deliciosa “Colores”, abriendo la recta final del concierto, en la que fueron cayendo los pesos pesados del repertorio, esos clásicos que han marcado a más de una generación, como la histórica “Rocinante”, cantada verso por verso por todo el público, “Ciudad de músicos”, con una aportación brillante de la guitarra de Luis Cruz, finalizando con “Días de escuela”, posiblemente la mejor canción de la historia del rock español, en cuya larga parte central aprovecharon para incluir un solo de bajo con el único acompañamiento rítmico de la batería de “Almu”, quien hizo también un pequeño solo y al que se fueron añadiendo los músicos del grupo mientras José Luis les iba presentando, para terminar con el final de la canción y una despedida “oficial”, a falta de los bises.

Tras unos minutos de reclamo del público, que imagino que serían aprovechados por los músicos para recobrar el resuello, se colocó un taburete en el escenario y apareció únicamente Lele Laina con una guitarra acústica, para regalarnos una deliciosa versión de “El emigrante”, recuperada del histórico primer disco de Asfalto. Entrañable.

Ya con el resto del grupo en el escenario, los bises se completaron con la versión de Sam Cooke, “Tráeme tu amor”, que incluyeron en aquel disco “Prêt à porter”, aunque ya la venían haciendo en directo desde los tiempos de Asfalto, tras la que hicieron “Cantante urbano” (una de mis preferidas) para terminar, como no podía ser de otra forma, con “Mis amigos donde estarán”, con el local convertido en una fiesta.

El concierto terminó y el grupo desapareció del escenario de inmediato. Eran las 11 de la noche y habían sido dos horas justas de concierto. Como habían prometido, un repertorio metido con calzador para no exceder esos 120 minutos y que nos dejó la sensación de haber visto, una vez más, un pedazo de la historia del rock de este país.

Algún día no muy lejano (edad manda), los amantes del rock clásico nacional nos acordaremos del privilegio que tuvimos de ver en directo a grupos como Topo. Posiblemente las nuevas generaciones no lo valorarán igual, pero la sensación de vivir en directo las canciones que han marcado nuestra vida es algo inigualable.

Gracias, Topo. Por todo.

Texto y fotos: Santi Fernández “Shan Tee”

 

Puedes leer esta crónica en catalán en El Rock-Òdrom