MIGUEL RÍOS “Rock & Ríos” (1982)

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“Buenas noches, bienvenidos, hijos del Rock and Roll, os saludan los aliados de la noche…”

Que levante la mano el que no haya oído esta canción, santo y seña del rockerío patrio de comienzos de los ’80.

Vamos a hacer un poco de historia: En los años 60, Miguel Ríos es uno de los abanderados de la música “ligera”, como se le llamaba entonces. Lejos de la imagen aburguesada que tenemos de él en la actualidad, su actitud en los últimos años del franquismo le causaron más de un problema, pasando algunas noches “a la sombra” por su afición a los “cigarrillos de la risa”. Estuvo tocando palos y moviéndose en busca de un hueco en la música, haciendo desde twist a baladas para el gran público. Personaje conocido, tocó el cielo con su famoso “Himno a la Alegría”, basado en el último movimiento de la 9ª Sinfonía de Beethoven. Con esta adaptación tuvo un gran éxito a nivel internacional, siendo uno de los primeros cantantes en traspasar nuestras fronteras. Años más tarde Richie Blackmore tuvo la misma idea para su Difficult to Cure.

A nivel interno también había tenido gran éxito con un par de baladas, “El Río” y “Santa Lucía”, que le dieron fama y espacio en todas las emisoras de radio nacionales.

A principios de los 80, con el arranque definitivo del Rock en España, Miguel hizo una apuesta arriesgada: se lanzó a grabar un doble disco en directo con mucha ambición. Para ello no reparó en medios, montó una especie de Big Band rockera que le diera apoyo y se lanzó a la aventura.

La mega banda estaba compuesta por muchos y buenos músicos, a saber: 4 guitarristas (Paco Palacios, Antonio García de Diego, John Parsons y un semi-desconocido Salvador Domínguez), un bajista (Tato Gómez), dos baterías (Sergio Castillo y Mario Argandoña), un teclista (Mariano Díaz), y el fichaje estelar de Thijs Van Leer, el flautista-teclista de Focus, grupo holandés de culto en la escena folk-rock.

La grabación se preparó minuciosamente tras 9 días de ensayos, y se efectuó finalmente los días 5 y 6 de marzo de 1982 en el Pabellón del Real Madrid.

El disco empieza arrasador con ese “Bienvenidos”, compuesto para la ocasión y que se convirtió en el himno por excelencia de Miguel Ríos para el resto de su carrera. Pero el nivel no baja en todo el disco. Grandes canciones interpretadas de forma magistral se suceden una tras otra: “El Sueño Espacial”, “Año 2000”, “Generación Límite”, “Un caballo llamado muerte”…, estas últimas compuestas a pachas con Javier Vargas, enganchan al oyente por su trepidante ritmo y sus letras directas.

El sonido es excelente, más aún teniendo en cuenta que estamos hablando de 1982.

Tras el comienzo arrasador, un estudiado cambio de tempo nos lleva a sus temas más lentos: “El blues del autobús” (con letra de Víctor Manuel), “El Rio” y “Santa Lucía” demuestran cual va a ser una de las claves del éxito del disco: la comunión con el público. Las miles de personas asistentes al concierto corean los temas de forma impresionante, como no se había hecho hasta la fecha en España.

Tras estos minutos suaves y emotivos se vuelve subir de revoluciones y, apoyados en dos composiciones de Salvador Domínguez, “Banzai” y “Reina de la Noche”, la velocidad de crucero se torna atronadora de nuevo. Precisamente “Banzai”, la canción más dura del disco, fue uno de los temas estrella del disco, con una parte cantada con el público que pone la carne de gallina. Lo que hizo Salvador Domínguez con esa canción después de este disco ya es historia.

Los temas se siguen sucediendo: “Los viejos rockeros nunca mueren”, “Rocanrol Bumerang” y un extenso “Al-Andalus” en el que Miguel vuelve a usar (quizás abusar) del yo-canto-y-vosotros-me-seguís que tanto exasperó a algunos, visto el éxito obtenido (que se lo cuenten a José Carlos Molina…)

El momento más emotivo es, sin duda, la interpretación del “Himno a la Alegría”, con el público volcado en la parte lenta, y ejecutado de forma magistral en la rápida.

Un par de temas más (“Nueva Ola” y “Rockero de Noche”) dan paso a un homenaje a los grupos de rock que en esos plantaban cara al Pop de la Movida Madrileña. En un medley muy conseguido se unieron canciones de Moris (“Sábado a la noche”), Burning (“Mueve tus caderas”), Tequila (“Rock and Roll en la plaza del pueblo”), Leño (“Maneras de vivir”) y Topo (“Mis amigos donde estarán”), realmente emocionante para los que amamos esta música.

El concierto (y el disco) termina a todo tren, con las rápidas “El Laberinto” y “Lúa, Lúa, Lúa” (dedicada a la hija de Miguel, del mismo nombre), mezcladas con algo llamado “Salida #3”, que no era sino un solo de las dos baterías al unísono, algo realmente impactante que años después se lo vimos hacer a Genesis.

El disco fue un éxito absoluto. No conozco las cifras de ventas, pero da igual: Rompió todos los records. El año siguiente, viendo que la fórmula daba resultado, Miguel se embarcó en una gira llamada “Rock de una noche de Verano”, acompañado de Leño (que daban sus últimos coletazos como grupo) y Luz Casal (que daba los primeros). El éxito de esa gira le hizo emprender otra al año siguiente, llamada “Rock en el Ruedo”, llamada así por tocar únicamente en Plazas de Toros. Esa gira fue un fracaso tal que Miguel Ríos no se ha vuelto a acercar por el Rock desde entonces.

Después de 20 años sigue siendo el disco en directo por definición del Rock en España. Le pese a quien le pese.

Santi Fernández «Shan Tee»