Editorial Noviembre 2021 “Rock, tolerancia y libertad”

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Decían que la pandemia nos iba a volver mejores. Que la desgracia nos iba a unir y que de todo esto iba a salir un mundo mejor.

Craso error. Echando un vistazo a la historia de la humanidad, cuando una situación límite acorrala a las personas, los filtros desaparecen y se potencia lo mejor y peor de cada uno, se amplifica tanto lo bueno como lo malo. Y, como era de esperar, eso es justamente lo que ha pasado.

Empecemos por lo malo. Cuando la Covid-19 aún no ha desaparecido, pero parece que está empezando a ser controlada, vemos cómo, en general, nos hemos vuelto más intolerantes, más viscerales y menos racionales. En una pandemia inesperada en la que dirigentes y científicos de todo el mundo han tardado más de un año en encontrar el camino correcto, parece que cada hijo de vecino tenía la solución sobre cómo se tenía que haber actuado, sabe más de vacunas que las autoridades médicas mundiales y sabía de antemano lo que había que hacer y cuándo hacerlo. Se desprecia a quien tiene más preparación y se da más crédito a un “informe esclarecedor” que han visto en Youtube o en una web de chichinabo que a la opinión de los máximos expertos mundiales. Porque estos últimos “nos engañan”, no se sabe muy bien por qué motivo ni con qué intención.

¿Y la política? Eso que todo lo emponzoña, en donde todo vale y en la que la defensa de tus ideas suele resumirse en “los otros son peores” y el “¡y tú más!”. En este tiempo se han perdido amistades por ideas políticas, se ha atacado con saña a quien piensa diferente o, simplemente, no está de acuerdo en los postulados de una corriente política, al más puro estilo de los miembros de las sectas.

Hace pocas semanas, un acto de VOX incluía una pequeña actuación de Sherpa. Como es sabido, José Luis Campuzano lleva un tiempo arrimado a la formación de Santiago Abascal, quien le ha recibido encantado como el agitador social en que se ha convertido, desconociendo su pasado. Sherpa, que ahora comparte los ideales de VOX, a mi me decía en una entrevista que le hice hace unos años: “En el grupo había dos Barones (los hermanos) y dos Rojos (Hermes y yo)”. Tampoco se me olvidan todas las veces que le vi tocando en las fiestas del PCE o haciéndose una foto con algún ministro del PSOE.

Está bien, Sherpa se lo ha buscado. Sus declaraciones mostrando esta afinidad actual a VOX le han granjeado la enemistad de muchos rockeros. El problema reside en que aquellos músicos que aceptan tocar con Sherpa son igualmente atacados, aunque jamás hayan hecho comentarios a favor de ese partido. Se impone la visceralidad al criterio y, como siempre, me viene a la cabeza aquello de “No sé por qué hay gente que ataca al rock, con lo bien que nos atacamos nosotros desde dentro”.

Estos ataques se basan en dos premisas falsas:

1.- EL ROCK ES DE IZQUIERDAS. Va a ser que no. Es cierto que en sus inicios, hace 40 ó 50 años, su razón de ser en España fuera la izquierda, como respuesta a la dictadura que daba sus últimos coletazos. A día de hoy, hay muchos rockeros (músicos y aficionados) de todo pelaje, ideas políticas, religiosas y hasta futbolísticas. Mantener que el Rock es de izquierdas es una utopía sin base, por mucho que escueza.

2.- TOCAR EN EL EVENTO DE UN PARTIDO POLÍTICO MUESTRA TU AFINIDAD. Falso también. Los músicos profesionales tocan allá donde se les contrata. Nos llevamos las manos a la cabeza si un músico de izquierdas toca en un evento de VOX, pero yo vi a muchos músicos de derechas tocar en las fiestas del PCE y nadie se rasgaba las vestiduras.

El Rock, este movimiento musical y cultural que tanto nos apasiona, ha ido transformándose a través de los años. Algunas de sus señas de identidad se han ido perdiendo por el camino. Por ejemplo, lamentablemente el rock ya no es la música asociada a la juventud, que ahora está a otras cosas. La media de edad de los rockeros ha ido subiendo paulativamente sin que haya un relevo generacional suficiente para garantizar nuestra pervivencia. Espero que no perdamos también la libertad que ha ido asociada siempre al rock. Por definición, “libertad” implica poder expresar tus ideas sin miedo, aunque no sean populares o caigan bien a ciertos lobbies que, como en todos los estamentos de la sociedad, también hay en el mundo de la música. Conozco músicos de rock (algunos consagrados) que no se atreven a expresar sus ideas (políticas e incluso religiosas) por miedo a represalias o, simplemente, para evitarse problemas. Eso no es libertad. La frase “Desapruebo lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo” (atribuida erróneamente a Voltaire) debería estar en el ideario de cualquier rockero.

Afortunadamente, la progresiva recuperación de nuestras vidas ahora que el virus parece que está empezando a ser vencido también nos trae cosas buenas. Quizás sean las mismas que teníamos antes, pero ahora les damos más valor. La más evidente es la vuelta de los conciertos, primero los nacionales y pronto los internacionales. También los lanzamientos de nuevos discos, que salvo excepciones se han ido posponiendo en estos casi dos años de pesadilla. Pero, sobre todo, el contacto humano. Después de tantos meses aislados, volver a ver a viejos amigos, compartir vivencias personales, hacer entrevistas presenciales en la radio… Dicen que las cosas se valoran más cuando se pierden. Esta ha sido una buena experiencia que lo demuestra. Espero que nada se tuerza para que, poco a poco, estos casi dos años de aislamiento queden como un mal recuerdo, aunque nadie nos los vaya a devolver.

¿Y tú? ¿has salido mejor de esto?

Texto y foto: Santi Fernández “Shan Tee”