MONTERREY “Al final del camino” (2019)

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Es posible que estemos ante los últimos coletazos de un estilo que nos ha cautivado durante décadas. Los grupos jóvenes suelen explorar las nuevas tendencias del metal, buscando sus influencias y llevándolas más allá. No seré yo quien diga que hacen mal, por supuesto, ya que cada músico debe encontrar el camino que le sea más natural para plasmar su forma de entender la música.

Pero entended a este viejo rockero. Entre tanta novedad contundente y metalera, es todo un placer pinchar un disco como “Al final del camino”, donde todos los aromas de mi juventud reviven desde el lugar de mi corazón donde se instalaron en mis primeros años de acercamiento al rock.

Después de un EP homónimo publicado en 2016, la banda madrileña nos muestra ahora un disco completo, un trabajo en el que estos veteranos músicos vienen a confirmar las buenas sensaciones que nos generó aquel EP, con esa mezcla entre rock sureño y hard rock añejo que se me antoja tan atractiva.

En estos tres años pasados desde la publicación de aquel EP se ha caído de la formación el teclista Pavel Mora. Este no ha sido sustituido, quedando ahora la formación en quinteto, sin teclados, lo que quizás le da a Monterrey un carácter algo más crudo, más rockero. El resto de componentes quedan inalterados: el fundador José de Benito “Pájaro” (ex Sobredosis) comparte tareas guitarreras con Manolo Arias (compaginando su tiempo con Ñu), Julio Gutiérrez “Guty” (también con Leonor Marchesi) se encarga del bajo, Nacho Arriaga (Arwen) de la batería y Julio Dávila es el encargado de poner voz a esta buena colección de temas.

El disco es una gozada para quienes quieran paladear un puñado de buenas canciones hechas desde el buen gusto, con la calma de quien lleva ya muchos kilómetros en la mochila. El disco está plagado de temas atractivos, algunos claramente sureños entre los que destacan “Donde el río suena” y “La vieja estación”, al lado de otros donde predomina el hard rock de la vieja escuela, como “No necesito más” o “Tensión”. En todos ellos podemos disfrutar de un bonito juego de guitarras, donde Manolo Arias y el “Pájaro” se alternan dotando a cada solo de su propia personalidad, sobre la precisa base rítmica de Nacho y Guty.

Otro de los puntos fuertes del disco es la voz de Julio Dávila. Como corresponde al estilo en el que se mueve Monterrey, su forma de cantar se basa en el buen gusto, sin estridencias, búsqueda de agudos ni una agresividad que no vendría a cuento. Al contrario, Julio saca su vena más blusera, más emocional, para dar forma a cada uno de los temas. Esto toma más sentido aún con los dos cortes más suaves del disco, la balada “Alba” y un precioso medio tiempo llamado “Yo quiero ser”.

Con el excelente sonido que garantizan los estudios Rimshot de Carlos Lillo, “Al final del camino” es un disco para paladear por los que disfrutamos del este hard rock atemporal creado por manos expertas.

Santi Fernández “Shan Tee”