ÑU – Sábado 20 de octubre de 2001, Sala Stereo (Alicante)

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Noche de otoño. Noche de espadas, ladrones, damas y trovadores. Noche de Ñu. Con una sala a medio aforo, extrañamente ocupada por una mezcla de público extremadamente juvenil (abundaban las camisetas de “Mägo”, aunque utilizar el verbo ‘abundar’ puede que sea demasiado generoso) y de contadísimos veteranos vestidos “de paisano”, a las 23:30 aproximadamente hace aparición en escena la banda de Jose Carlos “Leoncio el León” Molina, y digo la banda porque él es el último en saltar a la palestra.

Lo primero que me llama la atención de la formación es la reaparición de Carlos Kakutani, el clásico guitarrista oriental que ya militara en la banda la década pasada (no en vano dejó plasmado su buen hacer en el directo “Imperio de Paletos” del 92), así como la desaparición de Joaquín Arellano “El Niño” a las baquetas, el cual ha sido sustituido por un corpulento burgalés del cual ahora mismo no recuerdo el nombre (supongo que la salida del “Niño” habrá sido por la puerta trasera, y digo esto por la sarcástica forma en que presenta Jose Carlos a su nuevo batería: “Uno de los mejores baterías de este país, pese a no haber pertenecido a los grupos más famosos… aunque esto a lo mejor no se puede decir”, es el Molina). Al bajo Rickenbarker otro burgalés, Gorka Alegre, y a los teclados Miguel Lorenzo (si mal no recuerdo).

Pues eso. Redoble de timbales y platillos, guitarras al aire, teclados de fondo y fragmento de la sintonía del “No Hay Ningún Loco” en el comienzo (aunque no es el momento), y es entonces cuando entra en acción José Carlos (el cual, por cierto, tenía a mi lado a un lado del escenario, y yo preguntándome dónde se habría metido), abriendo fuego con una “Cruz de hierro” que se nos cae como una losa encima. Buen comienzo. Y sin pausa alguna (ahora sí) “No hay ningún loco”, para deleite del personal (personalmente hubiera preferido que fuera algo más tardía, pero qué coño…).

Y empiezan a caer clásicos uno tras otro. “La granja del loco” pone tanto el punto cachondo como emotivo, “Imperio de paletos” nos dice que “ya nadie mira una teta en Benidorm” (¿seguro?) y “Manicomio” nos recuerda que Ñu, ante todo, es una banda Heavy por mucha flauta que tenga el Molina. Y lo mejor: un sonido digno de elogio (ya está bien de conciertos saturados donde lo único que sacas en claro es una sordera brutal al día siguiente). José Carlos, ataviado con un micro “facial”, recuerda la última vez que estuvo en la provincia presentando “La Danza De Las Mil Tierras”, la cual fue en un descampado a las afueras con atraco incluido a su persona (estos gitanos…).

De “Cuentos De Ayer Y De Hoy” no cae el tema título esta noche, aunque sí lo hace el dramático “Preparan”; de “Fuego” hace lo propio “La bailarina”, todo un subidón para el que suscribe. Con “Animales sueltos” me viene a la cabeza una duda existencial: ¿qué hacen más de 100.000 personas exprimiendo los discos de los Mägo de Oz (hecho muy loable) hasta aborrecerlos cuando desconocen por completo una de sus máximas influencias? Por supuesto no falta el duelo flauta/guitarra en dicho tema, que nos pone los pelos como escarpias. Y no te digo nada con “Ella”, la cual suena esta vez en plan eléctrico, o con “Tocaba correr”, para la cual Jose Carlos sí saca la habitual bandurria y nos deleita con una de esas baladas trovadorescas que te traen a la mente recuerdos inmemoriales. Indescriptible.

Otra de las piezas que suenan es “De fiesta”, ese pupurri festivo (nunca mejor dicho) en el que introducen diversos fragmentos de temas ultraconocidos como “Smoke On The Water”“Black Night” o “Strange Kind Of Woman” de Deep Purple. Mucha marcha.

No pueden faltar tampoco temas que ya son historia dentro del ROCK ESPAÑOL, como son “El tren” (más conocido por Leño) y “Más duro que nunca” (donde Carlos Kakutani se hace un solo con el que se nos caen literalmente los cojones al suelo), así como “El flautista”, que el propio José Carlos afirma estar harto de tocar, pero el cual es inevitable (¡cómo nos puso!). “Más quiero más” hablaba en boca del respetable, pero el concierto tocaba a su fin. Sólo un bis, “Una copa por un viejo amigo”, tras la cual la banda abandona el escenario definitivamente.

Resumiendo, una hora y media de concierto (supongo que por falta de clamor popular, ya que si eramos pocos encima tampoco insistimos mucho, aunque dicen que lo bueno, si es breve…), buen sonido, temas con los que hemos “viajado” casi literalmente y un grupo dándolo todo en escena… ¿qué más se puede pedir? Pues un público que lo vea. Supongo que Manolo García sí que llenaría el Rico Pérez esa noche…

Texto: David Fernández “Bubba”