Por fin lo tenemos aquí. Parecía que no iba a llegar nunca, pero después de 8 largos años de espera ya tengo sonando por mis altavoces el nuevo disco de AC/DC. Uno de los grupos más grandes que ha dado el Rock en su historia se resiste a desaparecer, y tras este largo descanso se ha decidido a editar este nuevo disco.
¿Qué nos ofrece “Black Ice”? Pues más de lo mismo, como era de esperar. A estas alturas, nadie hubiera imaginado a AC/DC saliéndose de la línea en la que llevan toda su vida, ni nadie se lo hubiera perdonado. Un nuevo disco de AC/DC nunca innova demasiado, siempre mantiene el mismo patrón, y es algo aceptado por todos, incluso por ellos mismos. Sólo hace falta esperar que los temas tengan la dosis de inspiración necesaria para que la espera haya merecido la pena.
Bajo esas premisas, el disco no defrauda, lo que ya es un gran logro. Teniendo en cuenta que la música de AC/DC siempre se ha basado en la energía que despliega, que estos casi sexagenarios músicos sigan contagiando esa energía juvenil es algo digno de elogio. Porque, no nos olvidemos, AC/DC se mueven ya entre las 61 castañas de Brian Johnson y los 53 tacos de Angus Young, quien a pesar de su eterno disfraz de colegial, demuestra que los años no pasan en balde (sobre todo cuando se quita la gorra).
El resultado es un disco más que digno. Evidentemente no se acerca a sus obras maestras, pero tampoco desmerece sus últimos trabajo, incluso supera a alguno de ellos. Desde la producción, impecable en todos los sentidos, que consigue un sonido potente y limpio, hasta la interpretación de los músicos, por los cuales parece que no pasan los años. Brian Johnson sigue cantando con su peculiar voz, siempre al borde de la ruptura, pero manteniendo el tipo, al menos en estudio, como en sus mejores tiempos. Los afortunados que hayan conseguido entradas para sus conciertos podrán comprobar si este estado de forma tiene su reflejo en directo. Malcom Young, Cliff Williams y Phil Rudd siguen siendo esa máquina engrasada de hacer Rock & Roll que hacen de la sencillez su mejor virtud, dejando a Angus los momentos de lucimiento, aunque bien es cierto que en este disco sus solos se prodigan algo menos de lo que es habitual.
Y lo más importante: las canciones. Un buen puñado de temas que nos hacen mover los pies como han hecho siempre los buenos temas de esta banda que ha marcado un estilo, siempre imitado y nunca igualado.
Teniendo bastante claro que es improbable obtener un tema que desbanque a sus grandes clásicos, este disco está lleno de buenas canciones que no desmerecen en su amplia discografía. La inicial “Rock N’ Roll Train” abre un buen disco en el que los temas suenan a conocidos, con todo lo bueno que ello implica.
Si bien es cierto que el disco, escuchado de un tirón, puede hacerse algo largo por la existencia de bastantes canciones que no aportan demasiado, de él pueden sacarse algunos cortes que nos devuelven a los AC/DC que estábamos deseando tener de nuevo, como “Big Jack”, la rocanrolera “Wheels” o “War Machine”, herederas directas del estilo que los australianos han exportado al mundo.
Sin embargo, yo destacaría dos temas por encima del resto: la festiva “Anything Goes”, con una alegría contagiosa y un gran trabajo vocal de Brian Johnson, y “Rock N’ Roll Dream”, con unos cambios de intensidad muy bien trabajados.
Quizás estemos ante el último disco de AC/DC. Con la calma que se toman las cosas y el tiempo que pasa entre sus últimos trabajos, la jubilación se les echa encima. Nunca se sabe, pero de ser así, “Black Ice” sería un buen colofón a uno de los mejores y más influyentes grupos de Rock de la historia.
Santi Fernández «Shan Tee»