No, no es una camiseta. Es un disco. De hecho, es el disco. Joy Division han sido una de las bandas más influyentes en el panorama pop rock desde el lanzamiento de su primer EP, “An Ideal for Living” (1978), con aquella polémica portada con un miembro de las juventudes hitlerianas tocando el tambor. Más recientemente, han sido objeto de una ¿exagerada? revalorización que los ha convertido en tema de tertulia y erudición para cualquier hipster gafapasta que se precie. El fondo negro con las ondas de radio del presente “Unknown Pleasures” puede verse estampado en demasiadas camisetas a día de hoy. Como no sé si mucha gente se ha molestado en apreciar bien su música, más allá del tema electrónico “Love Will Tear Us Apart” de 1980, mi intención hoy es intentar escarbar un poco en su primer LP y recomendarlo a cualquier melómano con inquietudes. Joy Divison están en boca de mucha gente, es cierto, pero también es verdad que sería muy feo no hacerles justicia y marginarlos de esta sección nuestra. Como dirían en Francia, noblesse oblige. Hemos venido aquí a hablar de buena música rock, y Joy Division cumplen de sobras este requisito. Pero antes de desgranar su primer disco de larga duración, dejadme que me remita otra vez a la sabiduría mediterránea: lasciate ogne speranza, como escribió Dante. Porque “Unknown Pleasures” es un disco desolador. Hoy, yo seré vuestro Virgilio particular: juntos, nos adentramos en los infiernos. Estáis avisados.
Fue el conocido presentador inglés de televisión Tony Wilson quien supo ver antes que nadie el potencial del cuarteto de Manchester. Con el tiempo, y después de la trágica muerte de Ian Curtis, vocalista y letrista del grupo, ya se empezó a ver que el susodicho “potencial” era, especialmente, propiedad de Curtis. Los álbumes de pura y dura electrónica de New Order, la continuación de Joy Division ya sin el enigmático cantante, no le llegan ni a la suela de los zapatos a los dos LPs de Joy Division. Curtis era el genio de la banda. Los demás, los otros tres, eran simplemente buenos músicos.
La música de Joy Divison es tremendamente decadente, por oposición radical a los lanzamientos de New Order, que desprenden felicidad plastificada. Además, su rock ha envejecido mucho mejor que el synthpop de New Order. “Unknown Pleasures” es un disco que podría pasar por una novedad de 2016, si no fuera porque la mayoría de músicos de la actualidad no tienen la clarividencia de Curtis y compañía. Pero centrémonos en lo que nos interesa ahora.
“Unknown Pleasures” recoge las sobras de la psicodelia, de los malos viajes causados por las sustancias, de la literatura de William S. Burroughs y su Beat Generation, del tono inquietante de los The Doors y del punk británico y americano. Con semejantes ingredientes, era difícil que el resultado fuera malo. Curtis es un Jim Morrison británico. Y si Jim Morrison parecía un desgraciado poeta francés simbolista, Curtis es más bien un héroe de la tragedia griega. No tanto por haberse suicidado en 1980, sino por su porte, su actitud seria y grave y el dolor que retratan sus letras.
En el plano musical, Joy Division sorprenden por varias cosas. La primera, porque gustan de usar el bajo como una guitarra (“Disorder”, “She’s Lost Control”). La segunda, porque mezclan las guitarras pesadas (“Day of the Lords”) o punkies (“Interzone”) con sintetizadores y efectos electrónicos (“Insight”). La tercera, porque sus influencias van desde Kraftwerk hasta Black Sabbath. Sí, has leído bien.
Todo esto se pone al servicio de una música pesimista, aparentemente tranquila y sobria pero que esconde eso que los críticos llamamos feeling a falta de una palabra mejor. Su sonido es oscuro como una pintura de Henry Fuseli. Su lírica es una dolorosa confesión. “To the centre of the city in the night, waiting for you…”
“Unknown Pleasures” es un disco muy inquietante. Hasta que lo escuché por primera vez, jamás pensé que se podría hacer una música aparentemente tan sencilla y cargada de tantas emociones. Decir que esta gente tenía “buen gusto” es quedarse muy corto. Este disco define qué es buen gusto y qué no lo es en el rock.
Imprescindible es poco.
Jaume “MrBison”