BLOQUE “El hijo del alba” (1980)

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bloque_hijodelalbaCuando hablamos de Bloque estamos hablando de calidad instrumental y compositiva, de fidelidad a un sonido e ideas y de grupo compacto en el más amplio sentido de la palabra, exactamente como un bloque. Quizá esas sean las razones por las que fueron respetados por todos (músicos, prensa, público, industria, etc.), tanto en lo musical como en lo personal.

En 1978 editaron su primer disco, “Bloque”, tras tres años de ensayos y conciertos, y justo un año después el siguiente “Hombre, tierra y alma”. Ambos en una línea de textos apocalípticos y de corte ácido-hippy, con una música basada en el rock sinfónico y la experimentación.

En 1980 apareció este “El hijo del alba” en la misma línea continuista de textos con proclamas de paz y olor a hierba (ejem… de las praderas cántabras, mar al fondo…) y con un rock elaborado, de largos desarrollos instrumentales y voces limpias. Me atrevería a asegurar que es su mejor disco, aunque su siguiente LP “Música para la libertad” mantuvo la misma línea de lo anterior incluso mejorando algunos detalles técnicos.

Los teclados de Juan Carlos Gutiérrez (también voz) dan comienzo a la obra, podríamos decir que conceptual, con “Poemas de soledad” a los que se añade una guitarra acústica y evoluciona en el más clásico estilo Pink Floyd con efecto de eléctrica manipulando el botón del volumen. Los primeros guitarrazos (Juanjo Respuela y Sixto Ruiz) se oyen en “Alquimista soy” con una de las características más claras de Bloque: las punteos de guitarras dobladas con apoyos de bajo (Luis Pastor). Estos son evidentes también en “La danza del agua” sobre un ritmo sincopado perfectamente marcado por Tivo Martínez (batería, anterior técnico de sonido y luces del grupo) y con arreglos orquestales y guiños al rock andaluz muy al estilo Alameda.

“El hijo del alba” es el tema central del disco, una balada acústica agradeciendo el hecho de que cada día salga el sol tanto en sentido figurado como en forma de realidad palpable. Por fin un mensaje optimista para terminar la primera cara.

La segunda se abre con el otro tema-clave del disco y casi del grupo, “Quimérica laxitud” bastante más duro que el resto, que da paso a la primera de las cuatro en que se divide la instrumental “El silencio de las esferas” intercalándose sin espacios entre las restantes a modo de epitafio de la anterior / introducción de la siguiente.

En “La razón natural” se puede escuchar: “…he querido en el fango encontrar la flor / cuantas veces lo intenté…” que puede resumir un poco la idea que subyace en toda la lírica del disco, la insignificancia del ser humano frente a la majestuosidad natural y la búsqueda permanente de la verdad como clave de la existencia humana. “La elipse” continua con el tema del sol, “Fin y principio” me recuerda a los Genesis de “A trick of the tail”, y “Un hombre nuevo” es otra instrumental que sirve para cerrar el disco y que recopila mucho del sonido de los grupos del sello Chapa, como Ñu, Leño o Asfalto.

Quizá lo que acabó con Bloque fue su mensaje repetitivo durante una época en la que predominaban las letras absurdas de la “Nueva ola” o las proclamas reivindicativas de los grupos de rock urbano, pero dejaron cuatro discos de estudio, además de un recopilatorio oficial (bastante logrado, dicho sea de paso) que los hicieron estar en la primera división del rock estatal.

Hace poco sacaron a la luz un disco en directo grabado en la sala “Revólver” de Madrid de cuya formación clásica solo quedaban Juanjo Respuela y Juan Carlos Gutiérrez. Fuimos muchos los que nos hicimos ilusiones, pero todo quedó en un amago. A ver si se retoma el asunto con algo más de confianza, que hacen falta.

Por siempre Bloque.

Alvar de Flack