ASFALTO “El planeta de los locos” (1994)

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asfalto_elplanentadeloslocosCuatro años habían pasado desde aquel “Sólo por dinero” que nos había dejado bastante descolocados. La poca aceptación del disco había dado paso a una noticia mucho peor: la muerte de Terry Barrios, un personaje muy querido en todo el entorno del Rock nacional.

Cuando todos dábamos ya por acabada la carrera de Asfalto, una noticia nos llenó de ilusión: la formación original, aquella que grabó el primer LP en el lejano 1978, se volvía a reunir para editar un nuevo disco. Con la desaparición de Terry, era evidente que el único batería que podría tener Asfalto era Enrique Cajide, quien volvía al grupo de su vida para cerrar el círculo.

De nuevo teníamos a los primeros Asfalto, aquellos cuatro músicos que grabaron el mítico debut de la banda, y que apenas pudimos disfrutar por su rápida separación. Y los teníamos mucho más maduros, 16 años después. Y aunque la conexión personal nunca fue la misma tras aquella traumática ruptura, la magia creativa volvió a surgir en todo su esplendor.

Porque “El planeta de los locos” es un disco magnífico, lleno de temas de excelente factura, algunos de los cuales siguen sin desaparecer del repertorio de los actuales Asfalto (“Espera en el cielo”, “No se puede volar”…) ni de los eventuales Topo (“El palacio del terror”, “Quijotes eléctricos”) que de vez en cuando se suben a los escenarios.

Bajo el paraguas de Libélula, propiedad de Julio Castejón, “El planeta de los locos” veía la luz en 1994, dos años después de la muerte de Terry y cuatro después de “Solo por dinero”, del que le separa un abismo. Es una auténtica tragedia que esta formación no haya tenido oportunidad de ofrecernos más material, porque este disco lo tenía todo para poner a Asfalto de nuevo en lo más alto del Rock nacional. La combinación de voces entre Julio, Lele y José Luis les hacía únicos en el panorama rockero hispano, con “No se puede volar” como mayor exponente, y cada músico dio lo mejor de si mismo, en especial en el apartado creativo, aunándose el talento de los anteriores Asfalto de Julio Castejón con el de los Topo de José Luis Jiménez y Lele Laína, traduciéndose en un disco muy completo en el que tienen cabida tanto temas enérgicos (“El planeta de los locos”, “El palacio del terror”…) como otros más dulces (“Espera en el cielo”…)

Los guiños al primer disco son constantes. De nuevo tenemos un personaje de tebeo, “Carpanta”, que toma el relevo del “Capitán Trueno”, así como “Quijote eléctrico” y “Molinos de viento” recuerdan en la temática a “Rocinante”. Incluso Niti, amigo personal de Julio Castejón que ya apareció en aquella letra de “Todos los días”, es protagonista de la emocionante “Adiós Miguel”, una luctuosa balada dedicada a la muerte de su hijo recién nacido con la que se cierra el disco.

A mediados de los años 90 el estado del Rock nacional estaba en su momento más bajo, sobre todo para las bandas más clásicas. Años en los que parece que se quería sepultar el pasado sin que hubiera un presente consistente que tomara el relevo. “El planeta de los locos” vio la luz en el peor momento, y su desbordante calidad no pudo abrirse paso en la desidia reinante en el momento. Como resultado, un disco muy brillante pasó prácticamente desapercibido y se llevó por delante el resurgimiento de Asfalto, que cerró para siempre. O eso creíamos, hasta que 14 años más tarde, “Utopía” nos los devolvió. En ese intervalo, Julio Castejón intentó una carrera en solitario como “Julio Castejón y Los Trípodes” que produjo un correcto “¿Hay alguien ahí?” y un belllísimo “El corazón de la manzana”, mientras que José Luis Jiménez y Lele Laína intentaron retomar la actividad con un disco en el que recuperaban en formato acústico sus grandes temas de sus años en Asfalto y Topo. Enrique Cajide, por su parte, abandonó definitivamente el mundo de la música.

No son pocos los que consideran “El planeta de los locos” como uno de los mejores discos de la extensa discografía de Asfalto. Por mi parte, ni quito ni pongo rey, pero este disco siempre ocupará un lugar destacado en mi estantería.

Santi Fernández «Shan Tee»