La llegada del verano suele implicar un cambio en nuestro día a día. El calor, las vacaciones, el cambio de rutinas… hacen que nuestra vida sufra un cambio y nuestra mente se tome el tiempo necesario para reflexionar, para recargar pilas y afrontar la siguiente etapa, allá por septiembre, con más justificación que las promesas que siempre nos hacemos y nunca cumplimos cuando llega el 31 de diciembre. Este es el verdadero cambio, sin fecha fija pero con más razón de ser. Pero de esto hablaré más adelante.
En el mundo del rock y de la música en general, el verano es sinónimo de festivales. No voy a hablar de otros estilos que me son más lejanos, ya que la salud de los festivales de música electrónica, pop, alternativa o cualquier otro estilo es algo que no me afecta y que no conozco en profundidad. Lo que sí sé es que los festivales de Rock están sufriendo. Unos más que otros, como siempre, porque los hay que siempre salen triunfadores, por prestigio, por hacer las cosas bien hechas o por suerte, que de todo habrá. Pero estamos viendo cómo muchos de ellos han sufrido cancelaciones de última hora, totales o parciales, demostrando la cruda realidad que no veíamos cuando nos cegaba la ilusión por dejar atrás los problemas derivados de la pandemia. No son pocos los grupos, sobre todo internacionales, que dejan a sus fans españoles con un palmo de narices a pocos días de su presencia en el festival de turno. Dependiendo de la cintura de los organizadores y de las posibilidades que se abran en ese momento, estas ausencias se están pudiendo cubrir con más o menos éxito, pero siempre con un coste económico y de prestigio que no debería haberse producido.
Dejando a un lado los festivales y algunos conciertos puntuales, seguimos con el efecto rebote después de dos años de pandemia. Muchos de los discos que deberían haber visto la luz en estos años están agolpándose junto a los lanzamientos propios de este año. Y los conciertos de presentación, aún más. Esto está produciendo un overbooking de lanzamientos, conciertos y presentaciones para el que no hay público suficiente que lo sustente. Algunos ya lo vimos venir y desde esta página lo he advertido más de una vez. El desfase entre la oferta y la demanda es demasiado grande y la brecha no hace más que aumentar, lo que incide en desánimo de músicos, managers y todo el personal implicado en una industria cada vez más débil.
Retomando el primer párrafo de este editorial, en The Sentinel estamos en un período de reflexión. Habréis visto que las actualizaciones de la web cada vez son más espaciadas y “la otra pata” de este medio, nuestro programa de radio, se ha tomado dos meses de descanso. Si me permitís durante un momento un lenguaje empresarial, la unión de fuerzas con El Rock-Òdrom nos ha permitido generar sinergias que han moderado la caída de producción. En cristiano, esto quiere decir que el hecho de compartir reseñas con nuestra web hermana de Barcelona hace que ambos sitios nos beneficiemos de un mayor movimiento. Pero todo tiene un límite y no sé si estamos llegando a él.
Después de más de 20 años al frente de esta web, antes en compañía y desde hace tiempo en solitario, me siento cansado. La autoexigencia por hacer las cosas lo mejor posible y la imposibilidad de contentar a todo el mundo me genera frustración. Me encantaría tener todo el tiempo del mundo para escuchar los discos con calma y comentarlos con la dedicación que merecen. Sería estupendo tener las suficientes noches libres para ir a los conciertos a los que me invitan y hacer una crónica posterior, como llevo haciendo más de dos décadas. Pero la realidad dice que a mis 56 años mi actividad laboral cada vez me requiere más tiempo, que mi familia y mis amigos necesitan que les dedique atención y que yo mismo necesito disfrutar de lo que la vida me ofrece sin frustrarme al ver la pila de discos que tengo por comentar o por elegir para pinchar en la radio.
The Sentinel siempre ha sido un sitio gratuito en el que se ha dado salida a discos, grupos y conciertos. Básicamente es un portal creado desde el ocio, aunque no todos lo entiendan así. Regularmente, algunos músicos, managers o promotores se creen que estamos aquí para servirles. Que tenemos la OBLIGACIÓN de darles cobertura, de hablar de sus discos, de asistir a sus conciertos. Y eso sí que no.
La actividad de The Sentinel en julio ha sido muy escasa y ya adelanto que en agosto va a ser más o menos igual. Este tiempo me servirá para replantearme si seguir tirando del carro en septiembre o cerrar el chiringuito. Todo dependerá de cómo me encuentre, de cómo haya podido recargar las pilas y del ánimo con el que pueda afrontar otra temporada.
Muchos de los que estáis leyendo este editorial lleváis a mi lado muchos años. Por eso quería hacerlo público aquí, porque os siento cerca. Y los que sólo veáis The Sentinel como una forma de promoción gratuita, no os preocupéis, hay más medios con los que podréis contar para ello.
Pasad buen verano.
Santi Fernández “Shan Tee”