LELE LAÍNA Y JOSÉ LUIS JIMÉNEZ – Martes 27 de abril de 2004, sala Hebe (Madrid)

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El concierto estaba organizado por la “Cofradía de Pescadores de Vallekas”, una organización con vacilón nombre que se dedica a organizar una antigua fiesta llamada “Batalla Naval” ¿Y en qué consiste? Pues ni más ni menos en que un día, en pleno mes de julio, se acotan unas calles de Vallecas y la gente se da cita para simplemente mojarse. Bueno, más que mojarse, empaparse sin límites. Yo he asistido a más de una edición y aquello es tremendo: la gente va con cubos que llenan en las fuentes para echárselo unos encima de otros, todo en un ambiente festivo que alivia por unas horas el infernal calor que azota Madrid en verano.

Un año en el que sufrimos una dura sequía, el Ayuntamiento prohibió la celebración de la Batalla Naval, aduciendo que era un despilfarro injustificable de agua. Tras unos años de prohibición se volvió a permitir, aunque con menos recorrido y afluencia de público.

Esta asociación se dedica a recaudar dinero y montar eventos para organizar de nuevo la fiesta. Este año, para ello, organizaron el concierto del que os voy a hablar en cuanto consiga dejar de enrollarme con los prolegómenos.

Nada más y nada menos que José Luis Jiménez y Lele Laína, dos leyendas vivientes del Rock hispano, cofundadores de Asfalto junto a Julio Castejón y Enrique Cajide y más tarde fundadores de Topo, dos de las bandas responsables del arranque del Rock en aquellos difíciles últimos años ’70 y primeros ’80. Además, su procedencia vallecana hacía óptima su elección para participar en este evento.

Hace poco tuvimos noticias de su intención de volver a grabar en formato acústico los mejores temas de aquella época, lo que suponía su vuelta a la actualidad, y este concierto iba a ser una estupenda “puesta de largo” para esta nueva andadura.

Después de tanto tiempo sin tener noticias suyas, reconozco que iba con bastantes dudas respecto a su poder de convocatoria. Cierto que el concierto era gratuito, pero también lo es que un martes y sin apenas promoción, me temía que íbamos a encontrarnos allí únicamente unos pocos incondicionales. Craso error.

El concierto estaba anunciado para las 9 de la noche, y un cuarto de hora antes ya andábamos por allí. El local registraba una cómoda media entrada, basada en pardillos como yo que confiábamos que se cumpliría el horario. El tiempo pasaba y aunque el escenario estaba totalmente montado, aquello no empezaba. Pero no paraba de entrar gente. A las 10 de la noche el local estaba de bote en bote, lo cual me sorprendió muy gratamente, ya que no esperaba tal éxito de convocatoria.

“Ahora es cuando saldrán”, pensé. Pues no. Tuvimos que esperar otra hora hasta que faltando 5 minutos para las 11 de la noche, los tres músicos pasaron delante de mi, camino al escenario. Pero en vez de salir ellos, quien tomó el escenario fue un representante de la “Cofradía Marinera de Vallekas” para explicarnos lo que era aquel evento y por qué se había montado. No sé si era por las dos horas largas de espera o porque el tono de mitin del fulano no había quien lo aguantara, pero me dieron ganas acordarme de sus muertos en público. Pero sólo lo pensé. Afortunadamente sólo fueron 5 minutos de charla de los que sólo recuerdo su intento de parecer intelectual utilizando una cita del gran “Mariano” Benedetti, con el siguiente descojone general.

Tras esta introducción, subió al escenario otra persona, en este caso supongo que de la Compañía de Discos, con intención de danos otra charla-mitin con ataques a la dictadura de Franco, como si no hubieran pasado 30 años. A mi se me estaba hinchando ya la vena del cuello, pero la escasa duración de su discurso le libró de algún improperio.

Y por fin el escenario fue ocupado por aquellos a quien habíamos ido a ver: Lele Laína y José Luis Jiménez, acompañados por un batería llamado Bulli. Se colocaron los instrumentos, saludaron al personal y arrancaron con uno de mis temas preferidos de toda su carrera, “Cantante urbano”. El comienzo fue un tanto irregular, con un poco de descoordinación entre Lele y José Luis y algunos problemas de ajuste con los instrumentos, problemas que seguirían en los primeros temas. Al llegar al primer estribillo aquello ya muestra que estamos ante dos musicazos y un tema glorioso, y entre sus ganas y la entrega del público asistente, cualquier duda de la posibilidad de éxito del concierto quedó definitivamente despejada.

Si el concierto había comenzado con un clásico de la historia de Topo, iba a continuar con otro tema histórico, “Ser urbano”, esta vez del aclamado primer disco de Asfalto. Los asistentes, maduritos ya en su mayoría, como es lógico, nos desgañitábamos con estas letras memorizadas hace tantos años, consiguiendo una comunión grupo-público que sólo se consigue en contadas ocasiones. Los desajustes con la guitarra y el bajo incordian un poco, pero pronto son solucionados definitivamente. El solo de Lele es muy competente, aunque se echa en falta una segunda guitarra que puntee en otro tono tal y como suena en el disco.

A los músicos se les ve a gusto en el escenario, como si el tiempo no hubiera pasado. El siguiente tema es una histórica adaptación que Topo hicieron hace muchos años del “Bring it on home to me” de Sam Cooke, llamada “Trae a casa tu amor”, un puro blues lleno de sentimiento en el que tanto José Luis como Lele lucen el juego de voces que siempre les ha caracterizado, mostrando que el paso del tiempo no ha afectado su forma de cantar.

Una tranquila y coreada “El periódico” dio paso a una de las mejores canciones de la historia de la música en España: la mítica “Rocinante”, en la que el público canta unánimemente, con un sentimiento que puso la carne de gallina a todos los que tuvimos la suerte de vivir ese emocionante momento.

El concierto, como era de prever, estuvo basado en todos los clásicos de Asfalto y Topo. Las canciones más modernas correspondían a “Marea Negra”, un disco que data del año 83 nada menos. Y precisamente, el tema que daba título al disco fue el siguiente en caer. Al anunciarlo, José Luis aprovechó un cartel con el “Nunca mais” que estaba colgado en la sala para llamar la atención sobre la letra, que a pesar de tener 20 años estaba desgraciadamente de plena actualidad.

El siguiente tema fue un emotivo “Vallecas 1996”, dedicado a Terry Barrios, el fallecido batería que históricamente era el encargado de cantar este alegato futurista basado en la idea de la novela de Orwell.

En pleno 2004 es curioso cuanto menos escuchar una canción basada en el espíritu hippie, pero la entrañable “La isla del amor” nos devolvió a aquel maravilloso disco de debut de Asfalto, y ya que estábamos en este Nirvana mental, qué mejor que seguir con la romántica “¿Qué es esta vida?”.

A estas alturas yo ya estaba más que satisfecho con lo que estaba recibiendo desde el escenario, y me sentía partícipe de un día especial. Son muchos años escuchando estas canciones, muchos años grabando en la memoria estos himnos de juventud, y a pesar de que ha llovido mucho y cada uno ha tenido su papel en la vida, este día servía para dar marcha atrás al reloj del tiempo y reencontrarse con nosotros mismos, en un ambiente en el que nuestra común pasión por una música nos hacía sentirnos realmente entre amigos. Y para demostrarlo, un pletórico “Mis amigos donde estarán” une saltos y palmas de todo el público, con la única tristeza de saber que aquello estaba acabando.

Un lacónico y emocionado “así empezó todo” de José Luis presenta el clásico entre los clásicos: “Días de escuela”, cantada unánimemente por todo el público. En la parte central José Luis se extiende en un solo de bajo en el que demuestra su gran técnica y personalidad. En el solo de Lele vuelvo a echar en falta una segunda guitarra, quizás obsesionado por las notas originales grabadas a fuego en mi memoria. La frase final “…enseña a tu hijo a amar la libertad…” consiguió sacar alguna lágrima a algún vecino de baldosa, soy testigo.

Tras el habitual simulacro de despedida que no era tal, sino una excusa para tomar un poco de aire, un par de minutos de reclamo sirvieron para que volvieran para darnos los bises que estábamos esperando.

Para la ocasión se eligió la deliciosa “Colores” y otro de los mega-clásicos de Asfalto, “Capitán Trueno”, que no podía faltar y tras los que, ahora sí, se despidieron de forma emocionada de todos nosotros.

Miré el reloj y había pasado una hora y diez. Posiblemente los 70 minutos más emotivos que he tenido en mucho tiempo. Ojalá esto tenga continuidad, ojalá haya más gente que pueda disfrutar de nuevo de este trozo de Historia de nuestra música. Y yo que lo vea.

Texto y fotos: Santi Fernández «Shan Tee»