Algo más de una hora de sufrimiento, entre nosotros, atascazo, me costó llegar a la sala Aqualung. Trayecto que, en condiciones normales, entre nosotros, el atasco habitual, me supone 40 minutos como máximo. En las puertas, ya abiertas, se veía poco ambiente, entre nosotros, cuatro amigos esperando a otros cuantos. O ya estaba todo el mundo dentro o íbamos a estar en familia. Mientras me cortan la entrada, informan a uno de esos cuatro, aproximado para preguntar a los porteros, que los teloneros empezarían a las 8:30. Miro el reloj, falta casi media hora. Una vez dentro, el local presenta un escaso tercio de la capacidad de la sala.
A la hora en punto se apagan las luces y salen los miembros de Anathema al escenario. No conozco mucho de su música, de hecho sólo tengo un disco suyo, de finales de los noventa, y he oído, no escuchado, otro. Creo que el antepenúltimo. No me han enganchado en su propuesta musical grabada, ¿lo harían en directo?
El quinteto clásico, dos guitarras, uno canta, bajo, batería y teclados, dispuso de casi una hora para contentar a sus fans, había unos cuantos, e intentar ganarse alguno más. Les faltaron cuatro minutos para la hora, incluido bis. Nada mal para un telonero.
El sonido fue excelente, sin fallos aparentes, superando en este apartado al cabeza de cartel. El mejor con su instrumento fue el batería, dentro de la mediocridad conjunta. Aunque aquí si se puede decir eso de que el resultado final supera las carencias individuales. Algunas lagunas en la puesta en escena, el guitarra de la derecha, en determinados momentos parecía decir que pasaba por allí y le han puesto una guitarra en las manos, como perdido, y un cantante que, por momentos, sobreactúa.
Un set, tocaron unos 8-9 temas, demasiado lineal, tampoco ayudo demasiado. Finalizaron el bis con una versión de los Floyd, “Comfortably Numb”, llevada a su terreno, más lenta y con unas gotas finales metálicas, que tampoco me entusiasmó.
Descanso, y la pantalla trasera vuelve, tras el parón en la actuación de Anathema, con la misma ronda de imágenes de los Tree en estudio, posando y directo más otras relacionadas con su último disco. Descubrimos, con agrado, otra barrera rota por la féminas. Un par exóticas orientales están entre el elenco de roadies trabajando sobre el escenario. El personal va llegando, hasta completar en algo más de dos tercios del aforo. Al menos estaremos a gusto, sin estrecheces ni agobios.
Poco antes de la diez, las luces se apagan, la pantalla sigue escupiendo extrañas imágenes, conforme al libreto de la obra a presentar, “Deadwing”, y la, también, machacona y extraña música de fondo que nos acompañaba en la pausa, se hace más presente.
Los músicos van tomando sus puestos. Richard Barbieri, sobrio teclista, la parte izquierda trasera del escenario. En la derecha, el excelente batería Gavin Harrison. Delante del percusionista, y con su típica gorra, el hombre tranquilo del bajo, Colin Edwin. A la izquierda, el quinto miembro, el guitarrista y, por momentos, vocalista, John Wesley, con carrera propia, y que ya complementara al cuarteto en su anterior gira. Finalmente, el centro no podía ser sino para el líder del combo, el guitarrista y vocalista, también máximo compositor y productor, Steven Wilson. Todos visten de negro. Un simio riéndonos desde el pecho de Steven y un adorno sobre la de Wesley, son los únicos detalles que rompen la uniformidad.
Los casi 10 minutos que dan título a “Deadwing”, abren su última obra y también el show esta noche. Mi primer reparo es el sonido. Sin ser perfecto, tampoco recuerda al de tal obra. Adolece del filo metálico y tiene menor contundencia en la batería. No sé si es algo premeditado, intentando contentar a sus fans más añejos, quienes se vienen quejando de la progresiva metalización general del sonido de la banda, muy evidente en este disco. No está demasiado alto, lo que mis oídos y la acústica agradecen. Las producciones de Wilson para el grupo Opeth, y su amistad con su líder Mikael Åkerfeldt, le han servido para asimilar nuevas influencias, reflejadas en su sonido grabado. No se plasman, en principio, totalmente en directo.
Siguen con la crítica de Steven al panorama musical actual, “The Sound Of Muzak” de su anterior obra “In absentia”, con algunos problemillas en el sonido.
La voz cobra demasiado protagonismo sobre el resto. Seguramente a algún fundamentalista progresivo también le gustaría cantarle el estribillo a la cara. Más, tendiendo en cuenta la siguiente canción, el nuevo single,“Lazarus”, una insulsa baladilla de aire melancólico, apoyada en imágenes de una familia, en tonalidades retro. Sin salir del nuevo disco, “Halo”, esa canción de ritmo marcado y, hasta cierto punto, pegadizo.
Steven es el punto de referencia de sus compañeros, apoyado en su porte de genio despistado, gafas incluidas, y a pesar de su aspecto frágil, tímido y huidizo. A pesar de ir descalzo (no lleva ni calcetines) es el más activo, dentro de la tónica de moderación general. Guarda la compostura hasta en los momentos más heavies del set. Marca los tiempos cual director de orquesta. Su escasas alocuciones al público, presentado temas, son un fiel reflejo de su personalidad. Todo esto se ve apoyado por un escaso show luminotécnico, en cantidad y variedad. Principalmente, rojos y azules irán llenando la escena sucesivamente.
Siguiendo con el show, retrocedemos a su álbum “Stupid dream”, para degustar “Smart Kid” y una mejoría del sonido. Mejor mezcla, ganando en transparencia, pero sin llegar a la contundencia de su última oferta. De hecho, va más acorde a los temas de esta parte. “Hatesong”, de “Lighbulb sun”, deja sobre el escenario al “cuarteto oficial”, con un guadianesco John apoyando en las voces y volviendo a desaparecer. Los dos tipos de mi izquierda parece que han tenido bastante y siguen su ejemplo, pero para no volver. El telonero parece ser era su atractivo de la velada.
De nuevo al completo, Steven presenta “Arriving Somewhere But Here” y guardo mi memoria en el bolsillo, o sea, el boli y papel. Es mi tema favorito de “Deadwing”. Así pues, a disfrutar tocan. El tema resume en sus 12 minutos las facetas musicales actuales de los Tree. Sonidos psicodélicos iniciales de los teclados, un desarrollo lento, con la sucesiva suma del resto de la banda, para explotar en un frenético éxtasis metálico y volver, finalmente, sobre sus pasos. En la canción, y tras la tormenta metálica, viene una parte grabada, la pantalla muestra una batería grabada en toma cenital durante la cual la banda aprovecha para refrescarse. Afortunadamente, dura poco. Podríamos acabar todos en el bar, lo cual (hace bastante calor) tampoco es mala idea.
Steven anuncia un salto al pasado lejano de la banda, los años más progresivos, psicodélicos, o como lo quieras nombrar, y rescatan “Fadeaway” de su segunda obra, “Up the downstairs”, con Wesley tomando la voz solista.
Volvemos al presente con la directa “Shallow”, “Mellotron Scratch” y al anterior “In absentia”, con esa potente y maravillosa apertura, “Blackest Eyes”, quedando patente mis anteriores observaciones sobre el sonido desplegado por la banda en directo. Sigue sin acercarse a la enérgicas versiones de estudio. Me recuerdan más a la producción de “Stupid dream”, de dónde procede el siguiente tema, el fantástico “Even Less”, que cierra el concierto.
Tras la consabida espera, el único bis de la noche. Dos temas, “Shesmovesdown” de “Lightbulb sun” y la cautivadora “Trains”, de “In absentia”, con esa parte de palmas, donde la banda y el público se unen por única vez en la velada.
En resumen, buen concierto, con la música como principal protagonista. Los únicos reproches para la escasa hora y media (que se me pasó volando), el no reflejar totalmente la actual progresión sónica de la banda y pasar por alto discos como “Signify”. Demasiados temas nuevos. Tocaron seis de los nueve. Alguno podrían habérselo ahorrado para rescatar alguno más significativo.
Antes de salir estuve charlando con un par de chicas, una con claro acento extranjero, situadas detrás de mí. Confundieron a este junta-palabras aficionado con uno de la profesión. Desoladas, esperaban oír el tema que cierra “Deadwing”. No será porque no insistieron en su petición. Steven no las escuchó, pero mis oídos si las recuerdan. Su viaje desde Valencia no se vio recompensado. La chica foránea esperaba verse en la pantalla, gracias a su amistad con el fotógrafo habitual de la banda, que la ha retratado para ese tema. Destino equivocado. En las fechas británicas, ese tema si estaba incluido en el set. Otra vez será.
Texto y fotos: Monraymon