METALWAY FESTIVAL – Domingo 14 de agosto de 2005, Guernika (Vizcaya)

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Pues eso. El pasado domingo, carretera y pa’lante, ya nos acordamos de la manta, en la noche, y a disfrutar del campo… de fútbol, en nuestros entrañables pueblos hispanos. Esta vez le tocaba a Gernika-Lumo, en las cercanías de Bilbao/Bilbo. Allí se celebraba el Metalway Festival durante tres días. Unos amigos y un servidor, decidimos acercarnos el último día, el domingo, sobre el papel, el más interesante. Por los comentarios de amigos, presentes desde el primer día, acerca de la asistencia de público, más de uno planeó lo mismo, siendo a la postre el más concurrido. Con diferencia.

Llegamos a la zona con adelanto a nuestro horario previsto. Visita al exterior del Guggenheim, recomendado, a uno de los restaurantes de la zona, a recomendar a los enemigos, y salida hacia nuestro destino final.

Entre las dificultades en aparcar, el despiste (fuimos en la dirección equivocada) y la cháchara con viejas amistades, reencontradas tras mucho tiempo, cuando entrábamos por la puerta acababan los fineses MACHINE MEN. Sonaban bien, es lo más que puedo decir, y su cantante es un clon del Dickinson, comentarios de otros amigos, madrugadores, llamándoles la atención el detalle.

La entrada, la parte del mercadillo y los servicios eran un erial, machacado tras dos días. Por ello, el polvo dominaba el ambiente de esa parte. El escenario estaba en la parte contraria, en el extremo de un campo de fútbol de hierba, ajada tras los dos días anteriores. A uno de los lados había una pequeña grada cubierta, completa la parte accesible por el público y casi desierta la parte reservada a la prensa e invitados. Por la posición solar, proyectaba algo de sombra sobre el campo de juego, aprovechando la gente para sentarse al abrigo de un sol de justicia. Gracias a una ligera brisa era el mejor sitio para la tertulia entre actuaciones, acompañando con la pertinente cervecita.

No había mucha afluencia en esa primera hora de la tarde. Unas 2.000 personas. Durante todo el día, la gente llegaría con cuenta gotas, paulatinamente, hasta completar los 12-14.000, más o menos, que seríamos al finalizar el evento. Mientras reconocíamos la zona, oímos el inicio del “Cowboys From Hell” de Pantera enlazado a otro tema. Los italianos LABYRINTH tomaban el escenario. Nos situamos delante de la mesa, sitio a la que volveríamos a lo largo del día, exceptuando los WASP. Los vimos más retrasados. La banda iba uniformada con una especie de camisa de fuerza y pantalones negros. Fueron la peor banda en cuanto al sonido. El bajo apenas apareció por los altavoces. Sobre el escenario estaba. Las guitarras tampoco brillaron por su consistencia, muy errática y deslavazada, y el papel de los teclados fue testimonial. Como era de esperar, le dieron cancha a su último álbum, que no había escuchado, más heavy, primera impresión, menos metal germano, y a su pasado más reciente. Cayeron, al menos, “Slave To The Mind”“Just Solider” y… algún otro. Lo siento. El ordenador manual, o sea, la libreta “chuletera”, se quedó en el coche. Si hay algún desliz, imploro el perdón. No podéis crucificarme. Ya pasé los 33. Cerraron con “Moonlight” de su álbum más popular, “Return to heaven denied” del 98. La banda no es mala, compacta, pero le falta originalidad. Tiranti, el cantante, debería sacarle más partido a su voz en las canciones, en lugar de hacer demostraciones imposibles de agudos entre temas.

Tras el oportuno descanso, con revuelta de reconocimiento y refrigerio corporal, uno de los momentos esperados del día, BEYOND FEAR. Al menos, por los comentarios de mis acompañantes y vista la velocidad del personal, en dirección al escenario, en cuanto el nuevo proyecto del Iced Earth y ex-Judas, “Ripper” Owens, descargó las primeras notas de su set. Esta era una de sus primeras actuaciones, y seguramente la primera, tras anunciar su fichaje por el sello alemán SPV unos días antes. Por tanto, temas desconocidos, excepto para ellos, “It’s Me”“Telling Lies”“I Don’t Need This” o “Your Time Has Come”, en la calle el próximo año. Muy heavies, Pantera se venía a la memoria, incluso Fight. La sombra de un tal Halford… Alguno podrían firmarlo los Slayer menos espídicos. Acompañando, músicos desconocidos pero con sobradas tablas, observando sus evoluciones por el escenario. Lo mejor recibido, lógico, una fantástica versión del sabbatico “War Pigs”, haciendo sándwich a parte del “Neon Knights”, con un Owens pletórico. Banda a seguir en el futuro. 50 minutos de set, por la hora de los anteriores, inexplicable. Olvidó su paso por Judas, para desencanto de alguno. Este junta letras amateur, ni se acordó.

Tiempo de tregua y para las relaciones sociales, mientras aguardábamos a los portugueses MOONSPELL, sustitutos de última hora de los británicos Paradise Lost. La enfermedad de uno de sus miembros les ha obligado a suspender parte de sus actuaciones veraniegas, incluyendo ésta. De la anterior vez, vistos por mí, los teclados han desaparecido, cambiados por un guitarrista. No me gustan mucho, y echando un vistazo a la cara de mis compañeros, a la segunda canción dimos la espalda al escenario y terminamos en el mercadillo. Su metal oscuro, ¿gótico? (que poco me gustan las etiquetas) y voces death pierden mucho a media tarde y con el sol como foco lumínico. Su oferta tuvo menos respuesta popular a sus predecesores.

El mercadillo estaba formado por dos hileras de tenderetes, formado dos U, y una carpa, al parecer itinerante por los festivales de media Europa, principalmente de tenderos alemanes. En uno de estos puestos vendían discos de un sello pirata ¿alemán?, de grupos underground de los años ochenta, encontrando a los vallisoletanos Crom. Sus dos discos en un CD, con buena presentación, cartón exterior, créditos, letras… y un tema menos. No cogen todos. Uno de los amigos, Luis, compró una copia interrogando al vendedor. No había problemas para suministrar todas las copias que pidiera… Cariacontecido y halagado al mismo tiempo, recogió la tarjeta que le entregaron, mientras sentenciaba el hecho de tener que pagar por su propia obra. Él era bajista, vocalista y uno de los compositores en dicha banda. Al parecer, en Alemania son considerados grupo de culto y se pagan hasta 50 euros por sus vinilos. La vida te da sorpresas, sorpresas te da…

El siguiente turno era para los fineses APOCALYPTICA. La sinfonía de destrucción. Los cuatro chelistas, con la adición de un batería, excelente, por cierto, obtuvieron una buena respuesta del público asistente, gracias a la originalidad de su propuesta, Cello Rock, en su propia definición, más la serie de versiones, alternadas a su propio material, pidiendo nuestra participación, cual karaoke. Curioso ver a Eicca y Perttu moviendo la cabeza como locos y levantándose, están sentados la mayor parte del tiempo, con el instrumentito de marras a un lado y otro del escenario. Paavo participa menos y el otro chelista, más clásico y asalariado, simplemente, se dedica a tocar y cobrar. El sonido fue bueno en términos generales. Algo más de presencia de la caja de la batería, perdida en muchos momentos, fue el lapsus más importante.“Life burns”“Bittersweet”“Master of puppets”“Fight fire with fire”“Somewhere around nothing”“Path”“Inquisition symphony” y “Reign in blood” fueron algunos de los temas desgranados en su hora. Terminaron con su versión del clásico de Grieg “Hall of the mountain king”, con los últimos rayos solares del día despidiéndose, a su vez.

Mientras la oscuridad iba ganando la partida a las últimas luces del día, los RUNNING WILD tomaban posiciones en el escenario con su, digamos, peculiar líder, Rolf Kasparek, al frente. El cuarteto no sonaba mal, quizás la batería tenía demasiada presencia. “Raise Your Fist”, creo, fue el segundo, o ¿fue el primer tema?, seguido por “Riding The Storm” y, éste, nuestro límite. Los estómagos empezaban a recordarnos la hora y los Running no eran santo de devoción de ninguno.

La caravana se pone en marcha y nos vamos al pueblo para descubrir que están en fiestas. La fiesta del heavy en el suburbio y las fiestas patronales en el centro. Seguimos una calle, buscando restaurante, mientras nos sigue una banda, la charanga local. Nos desviamos por una calle y… joder, ahí están, detrás. Huimos de una “salvaje” pesadilla para caer en otra.

Tras resarcirnos de la decepción de la comida de mediodía, enfilamos nuestros pasos de vuelta al estadio local. Es la hora de los WASP. No las tenía yo todas conmigo. Su aparición, teloneando a los Maiden en el 86, está grabada en mi memoria como una de las peores actuaciones vistas. Más bien sufridas. No le va a la zaga la del Donnington, unos meses después. Afortunadamente, Blackie ha buscado mejores compañeros de viaje. Él sigue igual de limitado, pero al menos, el resto cumple dignamente. Mike Dude se hace cargo del bajo y bailoteos varios, Darrell Roberts cumple con la guitarra solista, Stet Howland es un batería contundente y visual y acompaña, como el resto, acertadamente, en los coros, y finalmente… Mr. Invisible se ocupa de la guitarra rítmica cuando al Lawless le da por dar “espectáculo” y se le olvida lo que tiene entre las manos, la guitarra. No iba a ser menos el Lawless a Mr. Schon. Manías. De la introducción se encargaron los Doors y su “The End” y hasta el final con el bis “Blind In Texas”, entre otras, pudimos escuchar “Wild Child”“I Wanna Be Somebody”“L.O.V.E. Machine”“Fuck Like A Beast”“The Idol” “The Headless Children”. Entretenidos y mejor de lo esperado. Al menos por mí. El sonido, óptimo, en términos generales.

La espera hasta la salida de las estrellas del día, los reunificados ACCEPT, se nos hizo eterna. Para colmo, se puso a llover. El famoso chirimiri vasco nos dio la lata una media hora. Cuando, hasta entonces, se habían respetado los horarios, los germanos se olvidaron del reloj. Estaban anunciados a la 1:15 de la madrugada, en el horario que nos entregaron a la entrada, y salieron 15 minutos después. Poco, pero tras el ajetreo del día, lo dicho, se nos hizo eterno.

Habíamos hecho una especie de porra, intentando adivinar el tema de inicio del concierto y ninguno acertó. Ni “Fast As A Shark” ni “Flash Rockin´ Man”, sino “Starlight”Aquellas las tocarían más tarde. En cuanto oímos las guitarras, nítidas, cortantes y muy metálicas, sonreímos. El sonido más clásico de los alemanes. Fieles a su pasado, iban pseudo-uniformados. Udo llevaba incluso un enorme chaquetón de gala de corte militar. La formación, la que grabara “Balls to the wall”, excepto el batería Stefan Kaufmann, por sus conocidos problemas con su espalda. A recordar, el mencionado Udo Dirkschneider y su ronca voz, en su línea, cumplidor. Los guitarras Wolf Hoffmann, pelado al máximo, y Hermann Frank, sólidos, compenetrados y efectivos más que efectistas, nunca destacaron por su virtuosismo. Al bajo Peter Baltes, matador, y la batería estaba a cargo, por hoy, del ex-UDO Stefan Schwarzmann. Todo queda en casa. Conociendo la labor actual del anterior batería, el otro Stefan, como guitarrista en UDO, podrían haberle dado la oportunidad de salir junto a sus ex-compinches. A la Maiden, tres guitarras. Sin ningún tipo de artificio, sólo las luces, nos trasladaron a los viejos días de gloría de los ochenta a base música, buenas canciones. Sonaron, no en éste orden, las mencionadas anteriormente, más “Breaker”, muy contundente y rápida, me costó reconocerla en el inicio, “Restless & Wild”, incompleta, desgraciadamente, fusionada con “Son Of A Bitch”“Neon Nights”“Princess Of The Dawn”, alargada en demasía, por aquello del vacile con el público, “London Leatherboys”“Head Over Heels”“Love Child”“Metal Heart”“Up To The Limit”“Living For Tonite”“TV War”“Monsterman” y, como no, “Balls To The Wall”. Para mi gusto, un set bastante completito. No me gustó nada, el corte en “Restless…” justo tras el segundo estribillo. Ni la parte central, dónde Hoffmann enlazó algunas partes de temas clásicos de su disco en solitario. Por esa regla de tres al cuarto, UDO podría habernos endiñado alguno de sus temas de su ya larga carrera en solitario. Allí estábamos para disfrutar de los clásicos del grupo, no de sus individualidades. Ni tampoco el alargamiento innecesario de algún tema, hasta la irritación, por hacer cantar al público. Hasta en dos ocasiones, en sendas partes, de “Princess…”. El resto notable.

En el haber de la organización señalar el cumplimiento de los horarios casi a rajatabla. En el debe, las pocas zonas de sombra disponibles y un planteamiento erróneo, a mi juicio, en la disposición de tiempo de los grupos. Una hora me parece excesiva para las primeras bandas, alargando en exceso el evento y minando las fuerzas de todos aquellos interesados en toda la programación prevista. No llegas a disfrutar de los últimos grupos con la intensidad inicial. Balls to the earth, naninonino, balls to the green, yeah!! Aunque no quedara mucho green, hierba, vamos.

Texto: Monraymon