La MSG tiene dos temazos que se me venían a la cabeza constantemente durante la actuación de Opeth el pasado día 9: “Into The Arena”, por razones obvias por el nombre de la sala y la ironía de que a ese sitio le llamen Arena (en inglés, estadio de grandes dimensiones idóneo para macroconciertos); y “Never Trust A Stranger”, por el engaño y malestar que sentí durante gran parte del concierto al llegar tarde y perderme parte de la actuación.
¿Tarde? ¿cómo que tarde? según mi entrada las puertas se abrían a las 20.30, el artista invitado comenzaba a las 21.00 y Opeth a las 22.00. Cuando enfilo la calle Princesa y llego al local a las 20.45 me encuentro unas fotocopias pegadas a la puerta que me dicen que las puertas se abrieron a las 19.30, Burst tocan a las 20.15 y Opeth a las 21.15. Consecuencia: Cuando entro Burst ya han terminado, así que lamento no poder decir nada sobre ellos. Lo lamentable del asunto es que esto se repite cada vez con más frecuencia: es la tercera vez que me ocurre en este 2005 que voy a un concierto y han empezado antes de lo que pone la entrada. ¡Ah! Las reclamaciones al maestro armero, que una vez comenzado el show, ni se te devuelve el dinero ni naranjas de la china. Y yo me pregunto, si vas a ver el Madrid-Barça que empieza a las 9, llegas antes y ves que tu equipo ya gana por goleada y te la has perdido, ¿qué demonios has de hacer? En fin, como borregos, nos tratan como borregos.
Y la segunda parte no es menuda tampoco. Este local no es el más adecuado para ver conciertos, y quien haya estado me lo ha de confirmar. Columnas que estorban, la barra en medio, en fin, un joya arquitectónica sobre la que ya me habían puesto en alerta, pero como llegué tarde… Así que una vez encontrado el hueco entre dos cabezas, porque las apreturas eran mayores que en el Metro, a las 21.05 (más recortes) salen los suecos al escenario bajo una intro de música de sitar hindú y comienzan su repertorio con el tema que abre su último y maravilloso “Ghost Reveries”, “Ghost Of Perdition”. Para colmo, el sonido no es de lo mejor que te puedes encontrar, pero ver al Akerfeldt sobre el escenario con una camiseta del “Welcome to Hell” de Venom, soltando su vozarrón y desgranando el tema hace que el cabreo se vaya mitigando. Los coros de mitad de la canción surgieron de la mayoría de gargantas que allí se encontraban para acompañar al de Estocolmo. No es de extrañar que entre sus héroes cite juntos a Trey Azagthoth y David Gilmour. Casi diez minutos después, al terminar el tema, el clamor y la entrega del público madrileño es ya un hecho, y esto tan sólo acaba de empezar.
Entre canción y canción, tanto Mikael, como Peter y Martin se dedican a afinar los instrumentos, y el líder de la banda se dirige a nosotros dándonos las gracias y diciendo que ésta va a ser una noche de celebración del Heavy Metal, el sexo, los desnudos y las drogas, pero sin gritos, sin estridencias, con la misma cara que el que te dice que la inflación el mes de noviembre ha subido un 0,1. Un cachondo, me parece a mi el elemento este. “When” es la siguiente que tocan, del “My Arms Your Hearse”. Y entonces comienzo a poder ver algo más que las luces rosas y azules del escenario. El amplificador de Mikael está en medio del escenario, por delante incluso de la batería a un lado (un tipo de largos cabellos rubio ocupaba ese sitio esta noche, quien no creo que sea Martin López, aunque de la banda no conozco tanto), y de Per Wiberg, el teclista, a otro. Alineados a derecha e izquierda de Mikael sus lugartenientes, Peter Lindgren asándonos a guitarrazos, y el que me dejó de piedra por su forma de tocar, el bajista Martin Méndez, quien clava las piernas al escenario y recorre el mástil de su bajo con unos modales propios del mismo Cliff Burton (¡Ahhle! ¡Allá donde estés!). Maravilloso.
Quitándose el pelo (púbico, según él) de la boca para presentar el “White Cluster” del “Still Life”, Mikael nos pregunta si estamos felices, porque a ellos les gusta la gente feliz, pero también la maldad y la oscuridad. Un genio hasta en las presentaciones. Y después uno de mis temas favoritos, y de la mayoría de la concurrencia: “Bleak”, del “Blackwater Park”. Debido a las apreturas ya mencionadas, el desmadre tipo pogo que pudiera provocar su música se ve reducido a un “¡menead las cabezas, bastardos!” masivo (“¡A comer alpiste!”, que dice un buen amigo). El tema, como la mayoría de ellos, complejo en sus estructuras, se recibe con una salve masiva de aplausos tras alguno de los cambios de ritmo o en la voz (¡qué voz!), por un público que viste de negro riguroso.
Otro tema del último disco, “The Grand Conjuration”, viene a continuación (que estamos presentando disco nuevo, nos recuerda Mikael) y de lo más moderno a lo primero de la banda, “Orchid”, y su “Under A Weeping Moon”, presentado como “aquello que hacíamos cuando todos éramos estúpidos, y ahora lo seguimos siendo excepto Peter que es profesor”. ¡Qué buenos eran entonces y siguen siendo ahora! (Oigo que alguien pregunta a mi espalda a qué hora han comenzado…) Y el concierto sigue con las mismas pautas del principio, una movilidad casi nula en el escenario y una ejecución casi perfecta de los temas.
“The Baying Of The Hounds” marca el final del concierto. “Este ha sido el último tema”, dice Mikael. “Ahora podríamos empezar con la farsa del rock de irnos, vosotros empezáis a gritar y salimos para un último tema, pero esto es muy estrecho, así pedidnos el tema a ver si lo acertáis”. Sincero el tipo, sí señor. Total, que allí empiezan a gritar canciones, pero de repente él plantea una especie de concurso: Nos pregunta si sabemos cuál era el nombre de Bruce Dickinson antes de ingresar en Maiden, cuando estaba en Samson: “Bruce Bruce” gritan unos cuantos. “Así es”, dice, “Un nombre bastante estúpido. De todos modos esto es “Deliverance” Y se armó el Belén. Recibimiento atronador para la guinda final del pastel, y bien que se lo merece de todas maneras, porque me parece una obra maestra.
23.00. Despedidas, púas al aire, saludos, apretones de manos. Se acabó lo que se daba. Arena 0 – Opeth 9. Menos mal que vi la goleada, que si no… Qué tiempos aquellos en que los conciertos se retrasaban y podías hablar con los colegas de cómo iban las cosas, los amigos que no se veían desde hace tiempo, música, ti@s, fútbol, etc. Ahora es llegar, pin pan pun, y hasta luego, Lucas. Vivimos en el reino de la incomunicación…
Texto: Deuce