TED NUGENT – Jueves 1 de junio de 2006, sala Macumba (Madrid)

¡ Comparte esta noticia !

La figura de Ted Nugent provoca sentimientos enfrentados. Su innegable talento e influencia a lo largo de su larga carrera choca con su aspecto personal, involucrado en las tendencias políticas más conservadoras de su país, y su apasionada defensa de la caza y, sobre todo, de la posesión particular de armas de fuego (preside la influyente Asociación Nacional del Rifle). Personalmente siempre intento desligar el músico de la persona, así que cuando Ted Nugent anunció sus primeros conciertos españoles desde hace casi 20 años, no me lo pensé.

El concierto estaba programado inicialmente para la sala Heineken, pero la buena marcha de la venta anticipada hizo que el concierto se trasladara a la mayor y más cómoda sala Macumba, con la consiguiente alegría de quien suscribe. Algo más de 3/4 de entrada producía esa agradable sensación de “lleno cómodo” que da ambiente y quita agobios, y más en las calurosas fechas en las que nos encontrábamos.

No había teloneros, así que pronto pudimos ver la disposición y adornos del escenario. Una enorme bandera yankee a modo de telón ocupaba toda la parte trasera del escenario, y dos banderas con sus mástiles (una americana y otra española) flanqueaban los laterales.

Tras una breve introducción, el grupo salió con una tromba, con Ted Nugent tocando una breve introducción del himno de Estados Unidos, toda una declaración de intenciones, para atacar seguidamente con “Stormtroopin”, con el público entregado desde un principio.

La imagen de Ted Nugent, bastante estudiada, incluía un sombrero tejano que no se quitó en ningún momento, un atuendo de cazador, incluido una cola de mapache adosada en salva sea la parte, y un micro “manos libres” que le daba libertad absoluta para moverse con la guitarra mientras cantaba, luciendo un espléndido estado de forma, ¡desde luego envidiable a sus 58 años!

A pesar de que Ted Nugent es un personaje sobradamente conocido en nuestro país, no hay muchos temas suyos que sean conocidos de manera general, así que cuando uno de ellos suena, la explosión de júbilo en el público es mucho más notoria. Esta circunstancia se comprobó en el segundo tema de la noche, “Wango Tango”, que incluyó una larga parte instrumental en la parte central, algo que se repitió en bastantes fases del concierto, como en el siguiente tema, la brillante “Snakeskin Cowboys”, con ya todo el público metido en el bolsillo, terminando su solo de rodillas, con un amago de tocar “K.L.S.T.R.P.H.K.M.E.”

Evidentemente, Ted Nugent es el centro de atención donde se fijan todas las miradas. Los músicos que le acompañaban eran Barry Sparks (bajo) y “Wild” Mick Brown (batería), que cumplieron su papel sobradamente a lo largo de todo el concierto, y que fueron presentados al acabar el tema. Mr. Nugent estuvo en todo momento muy simpático y comunicativo, pegando largas charlas al personal, bastante difíciles de seguir por su modo de hablar ultrarrápido.

Las dudas que pudiéramos tener sobre la respuesta del público estaban totalmente despejadas. El set combinaba las canciones de su carrera más conocidas en España con otras que no lo son tanto, pero el nivel no bajó en ningún momento. Nugent estaba desatado y su rostro reflejaba la satisfacción por la respuesta del público. “Free For All” lo demostró con creces (alguien del público le mostró orgulloso la portada del vinilo), seguida por una impresionante “Wang Dang Sweet Poontang”, con una larga parte instrumental durante la cual Ted Nugent estuvo vacilando con el personal durante un rato, terminando en un blues durante el cual la guitarra de Nugent hablaba como el mismísimo diablo.

Tras tocar, ahora sí, “K.L.S.T.R.P.H.K.M.E.”, y en una clara demostración de sus ideales, Ted Nugent recordó a los militares americanos y españoles muertos en Irak, y a ellos dedicó “Rawdogs & Warhogs”, la cual extendió como iba siendo habitual en casi todos los temas.

Otra buena charla que nos pegó hizo referencia a la música negra. En un discurso que no todo el mundo entendió correctamente, nos contó que el Rock, y en general toda la buena música que escuchamos hoy día viene de los negros, cuya sensibilidad fue el origen de todo lo que conocemos hoy. Le echó flores a James Brown y a la Motown, el movimiento musical negro originado en Detroit, su misma ciudad natal, y a todos aquellos músicos negros pioneros les quiso dedicar el siguiente tema, toda una sorpresa al tratarse del clásico “Soul Man”, tocada con mucha energía y cantada por el bajista Barry Sparks, así como la siguiente “Hey Baby”, demostrando muy buenas maneras.

Para compensar el repertorio, alternaron viejos clásicos con otros temas desconocidos, al menos para el que suscribe, como las nuevas “Still Raising Hell” (muy cañera), “Girlscout Cookies” (buen medio tiempo) y “Need You Bad”, cantada de nuevo por Barry Sparks, pero la respuesta era evidentemente superior con los temas conocidos, como el machacón “Dog Eat Dog”, ampliamente coreado por el público.

En este punto del concierto se produjo una sorpresa que no esperábamos. Aprovechando que Red Hot Chili Peppers estaban en Madrid, ya que al día siguiente reventarían el Palacio de los Deportes, Ted Nugent invitó a tocar a Chad Smith, el brillante batería del combo californiano. Y fue toda una sensación. Calado con una gorra puesta del revés, Chad Smith se sentó tras el pequeño set de batería en el que apenas cabía, y casi lo vuela por los aires. Hacía mucho tiempo que un batería no me sorprendía tanto, la energía que desplegó fue inenarrable, un ciclón que hizo de su participación lo mejor del concierto. Con Chad al mando de las baquetas, el grupo tocó un speedico medley que incluyó “Motorcity Madhouse” y “Baby Please Don’t Go”, alargadas para regocijo de todos los asistentes, que recordaremos aquello por mucho tiempo. Es de ley decir que no es lo mismo el esfuerzo necesario para un concierto completo que salir y tocar dos canciones, y con esa ventaja jugó Chad Smith, pero el huracán que desplegó en esos 10 minutos nos impresionó vivamente. Sólo falta añadir que tras estos dos temas tuvieron que salir dos pipas a volver a colocar la batería en su sitio, descuadrada por la energía con la que tocó Smith, que terminó su intervención con un cabezazo a uno de los platos. ¡Realmente impresionante!

De aquí al final el concierto fue una fiesta. De nuevo con Mick Brown a los tambores, los primeros acordes de “Cat Scratch Fever” provocaron el delirio, con Chad Smith muerto de risa entrando por detrás de la batería a hacer coros, siguiendo con una muy extensa “Stranglehold” que caminó hasta el final del concierto, fundiendo el final con un desagradable sonido de alarma antiaérea que amenazaba con destrozarnos los tímpanos.

Tras la pausa de rigor, la banda volvió a las tablas para iniciar una vacilona versión de Jesucristo Superstar, fundida pronto con la propia “Great White Buffalo” con la que, ahora sí, dieron por finalizado el concierto.

Misión cumplida. Ted Nugent era una espinita clavada en la agenda de muchos de los presentes. Un pedazo de historia del rock, polémicas a parte, al que casi habíamos perdido las esperanzas de volver a ver por estos lares y que, afortunadamente, no nos defraudó en absoluto.

Texto: Shan Tee

Fotos: Shan Tee Starbreaker