Editorial Septiembre 2017: “Intrusismo”

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Hace pocos días se abrió un interesante debate en el muro de Facebook de Óscar Sancho, cantante de Lujuria. Si bien el detonante fue una queja sobre una crítica concreta de su actuación en un festival, la conversación pronto derivó sobre si los medios de comunicación dedicados al rock estamos legitimados para hacerlo, en base a nuestra pobre formación musical.

Aquella conversación me dio mucho que pensar, refrescando la opinión que siempre he tenido al respecto. Vaya por delante que este editorial no pretende ser una respuesta a aquel debate ni tampoco sentar cátedra sobre esta cuestión. Doctores tiene la Iglesia y, como siempre, nadie está en posesión de la verdad absoluta y todas las opiniones son respetables. Aprovechando la oportunidad que me da gestionar esta web, voy a expresar la mía esperando no molestar a nadie, ya que no es mi intención.

Uno de los argumentos esgrimidos por uno de los participantes en el debate (excelente músico, por cierto) giraba en torno a la idea de que la inmensa mayoría de los que ejercemos de periodistas musicales no tenemos nociones de teoría musical, por lo que nuestras críticas se basan en nuestros gustos personales. Además, hay muy pocos compañeros en los Medios dedicados al rock que hayan cursado la carrera de Periodismo, lo que tampoco nos legitima para escribir en un Medio de Comunicación. También se recurría al tópico de que un crítico es un músico frustrado.

Para dejar claro mi punto de salida, mi posición casi podría encuadrarse en ese colectivo. Si bien, en mi caso, jamás he tenido intención de ser músico ni he hecho ningún intento serio de tocar un instrumento, cumplo el resto de condicionantes: mis estudios no fueron de Periodismo, carezco de conocimientos sólidos en teoría musical y sí, baso mis opiniones en mis gustos personales y la experiencia de 40 años escuchando rock.

¿Todo ello me invalida para escribir en un medio de comunicación, tal y como lo llevo haciendo los últimos 16 años? Pues depende. Sinceramente sería incapaz de escribir un artículo decente en alguna de las revistas especializadas del sector dedicadas a la técnica tanto de teoría musical como de avances tecnológicos en equipamiento. Estas publicaciones, normalmente orientadas hacia los propios músicos, exigen unos conocimientos técnicos de los que carezco.

Sin embargo, creo que sí puedo, al igual que otros compañeros de otros medios, llevar a cabo una buena labor para acercar la música al público. Nuestro objetivo, más allá de hablar de tonalidad, tipos de escalas, inflexiones y proyecciones de voz, groove del bajista en relación al batería, inversiones del guitarrista, etc. es acudir a las sensaciones que nos produce la música. No está de más incluir datos históricos o formativos sobre el grupo en cuestión, algo que al menos aquí siempre solemos hacer, pero es cierto que, al final, toda opinión sobre un disco o concierto es algo meramente subjetivo de quien escribe. Es el lector quien debe buscar, comparar y finalmente confiar en el criterio de quien publica su opinión. A día de hoy hay decenas de revistas, webs y programas de radio, por lo que sólo hay que encontrar a quien lo haga de forma más adecuada a cada visión personal. Cada lector u oyente puede decidir qué periodista (formado o no) se ajusta más a su criterio.

Hay cosas que siempre se deben exigir en una reseña de un disco o crónica de un concierto: una redacción clara, ausencia de faltas de ortografía y ser consecuente con lo que se piensa. En este sentido sí lamento las patadas al diccionario de algunos artículos que se leen por ahí. Asímismo, el amiguismo a la hora de redactar es una tentación que siempre se debe evitar. Debo decir aquí que he perdido algunos amigos músicos debido a malas críticas de sus trabajos o a no otorgarles trato de favor en algún asunto.

Cada actividad tiene su idiosincrasia y sus seguidores se involucran de forma diferente. Un fan de MotoGP o de Fórmula 1 se empapa de datos técnicos porque en ello va su afición, al igual que un seguidor de música clásica no perdona una nota mal ejecutada o una interpretación que no sea pulcra. En el rock se puede poner la pasión y la energía en un músico al mismo nivel (en casos incluso más) que la capacidad técnica y, con ello, disfrutar de un disco o un concierto interpretado por músicos que, ellos también, puede que tampoco tengan la formación adecuada. ¿Debe un músico de carrera acusar de intrusista a quien toca sólo de oído o con escasos conocimientos técnicos?

Al final, como siempre, el público es soberano y es quien tiene la última palabra. Él decide a quién escuchar, a quien leer y en dónde emplear su tiempo y/o dinero. Desde aquí estaremos agradecidos a quienes, como músicos o como lectores, sigan confiando en nuestro criterio y en nuestra manera de hacer las cosas, aún con nuestras limitaciones.

Santi Fernández «Shan Tee»