SANTA “Reencarnación” (1984)

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La primera mitad de la década de los ’80 fue la edad de oro del heavy metal español. Si bien durante finales de los ’70 el rock gozaba de muy buena salud gracias a grupos como Leño, Asfalto, Topo, Ñu, Coz, Burning, Triana o Bloque, entre otros, un nuevo estilo más agresivo arrancaba con fuerza, como respuesta a la New Wave Of British Heavy Metal, que de la mano de grupos como Iron Maiden o Saxon calaron rápidamente entre los jóvenes rockeros españoles.

Este arranque metálico en España nació de la mano de Barón Rojo y Obús, dos bandas que muy rápidamente consiguieron éxito masivo entre la población rockera nacional, logrando unas cifras de ventas de discos y asistencia a conciertos impensables a día de hoy. Eran otros tiempos, mucho más propicios para el rock en todas sus vertientes.

El éxito de Barón Rojo y Obús animaron a las Compañías de Discos a apostar e invertir en nuevas bandas que siguieran su camino, en una época de florecimiento nunca igualado en nuestro país. Fueron muchos los grupos nacidos en esa época que grabaron su nombre en la historia del rock para la posteridad. Quizás los más representativos de esta segunda oleada de la “Nueva Ola del Heavy Metal Español” fueran Ángeles del Infierno, Pánzer, Banzai… y Santa.

Volvamos a aquellos primeros años ’80: Con Barón Rojo y Obús en lo más alto, la base rítmica de estos últimos presentó a Chapa Discos, el sello dependiente de Zafiro que más apostaba por el metal español, una nueva propuesta para su fichaje por la Compañía. Juan Luis Serrano y Fernando Sánchez, bajista y batería respectivamente de Obús, habían descubierto un diamante en bruto, una fuerza de la naturaleza que cantaba en una banda llamada Huracán. Ese “huracán” era Azuzena Dorado, nombre artístico de Azucena Martín-Dorado Calvo, una vocalista de enorme fuerza e imagen agresiva, ideal para liderar un proyecto de heavy metal con chica al frente.

El proyecto tomó forma rápidamente. Para acompañar a Azuzena, sus mentores Juan Luis Serrano y Fernando Sánchez se ocuparían de la base rítmica, contando como guitarrista al experimentado Jerónimo Ramiro, quien después de debutar con W.C. junto a Ramoncín, se había labrado un prestigio como gran guitarrista en los Ñu de José Carlos Molina. El nuevo grupo se llamaría Viuda Negra y con ese nombre se presentaron en a los medios en 1983, con una maqueta de dos temas bajo el brazo.

El fichaje por Chapa Discos fue casi inmediato. Sin embargo, los dos mentores del proyecto, Juan Luis y Fernando, dejaron la banda para ser sustituidos por Julio Díaz, bajista proveniente del grupo Mazo y por el batería Bernardo Ballester, antiguo compañero de Jero en Ñu. Con la nueva formación, se decidió cambiar el nombre de la banda. Se acabó lo de Viuda Negra, acababa de nacer Santa.

“Reencarnación” vio la luz en junio de 1984, sorprendiendo a todos por su agresividad y su contundencia. En unos años en los que no existía el metal extremo y el thrash estaba aún en pañales, este trabajo tenía una fuerza inusitada. El comienzo del disco con el propio tema “Reencarnación” era toda una declaración de principios: Un endiablado riff de guitarra al que le seguía la atronadora batería de Bernardo Ballester daba el pistoletazo de salida a un tema rabioso en el que la voz de Azuzena no se quedaba atrás, con un despliegue de fuerza inédito en una mujer hasta la fecha en España.

Este primer tema nos había enganchado al disco, pero este trabajo tenía mucho más. Cortes como “Héroe de papel” (dedicada al mundo del cómic), “Fuera en la calle” o “Al lado del diablo” calaban hondo entre sus seguidores, por su fuerza y por las melodías vocales que con tanto ímpetu nos cantaba Azuzena. Mención aparte merece el tema “Mis noches tienen Rock and Roll, el tema más reconocido de este disco junto al tema-título “Reencarnación”. Con la misma fuerza pero con más ritmo rocanrolero, pronto se convirtió en un himno imprescindible en sus conciertos.

Tampoco faltaba la inevitable balada que se incluía en todos los discos de la época. En este caso, “Sobrevivir” se convirtió en otro de los puntales del disco. Con un comienzo tranquilo al que posteriormente se le añade la fuerza más emocional, Azuzena cuenta los sentimientos frustrantes de un hombre al salir de la cárcel tras 6 años de prisión. Una emoción cantada con mucha energía en la voz de la mejor Azuzena, en un tema turbador que cuenta también con un excelente solo de guitarra.

El disco consiguió reconocimiento inmediato para los músicos que componían la banda. Azuzena era la imagen más visible y el elemento más innovador. Hasta la fecha, las cantantes femeninas en España habían carecido de esta agresividad y esta fuerza vocal. Si bien su técnica no estaba muy depurada, algo que se apreciaba sobre todo en directo, su despliegue de facultades y su energía suplían todo lo demás, creando un impacto que dura hasta nuestros días. A su lado, aunque Jerónimo Ramiro ya tenía un nombre y una experiencia contrastada, el guitarrista madrileño encontró en Santa el grupo hecho a su medida en el que mostrar su talento y su depurada técnica, convirtiéndose en uno de los guitarristas referentes de la época, algo que ha mantenido después en sus proyectos posteriores (Saratoga y Santelmo). Como muestra de su talento personal, el disco incluye un breve tema instrumental llamado “Santa” que no es sino un solo de guitarra a cargo del talentoso músico madrileño.

Julio Díaz y Bernardo Ballester formaban una base rítmica demoledora, en especial este último. Como en el caso de Jero, también Bernardo disfrutó en Santa de pleno reconocimiento como músico aumentando el prestigio que traía de su época con Ñu. Su estilo contundente y arrollador es una de las señas de identidad del disco. En cuanto a Julio Díaz, su banda previa Mazo nunca terminó de cuajar pese a grabar un disco (“Mazo” – 1982) y parecía haber encontrado en Santa su lugar. Sin embargo, después de la grabación y antes de la edición del segundo disco de la banda (“No hay piedad para los condenados”), decide abandonar Santa para formar en las filas de un nuevo grupo que daría mucho que hablar en el futuro: Sangre Azul.

El disco llegó a las 17.000 copias vendidas, algo que en su día fue algo importante (hoy sería impensable). Sin embargo, las buenas sensaciones de este primer disco fueron decayendo en las nuevas entregas. Para “No hay piedad para los condenados” (1985), cierto giro hacia el rock melódico les hizo perder seguidores por el camino. La baja de Julio Díaz fue suplida por Diego Jiménez, añadiéndose a la formación el teclista Miguel Ángel Collado, seguramente el mejor teclista de la historia del rock nacional. El resultado comercial no fue bueno, no consiguiendo las buenas cifras del debut. Las tensiones entre Azuzena y Jerónimo Ramiro llevaron a la salida del grupo de la cantante, siendo sustituida por la argentina Leonor Marchesi, proveniente del grupo Púrpura, con quien grabaron el tercer y último disco de Santa, “Templario”, cuyas bajas cifras de ventas propiciaron la disolución de la banda.

Azuzena Dorado tampoco tuvo mucho más éxito en la carrera en solitario que comenzó tras su salida de Santa. Editó dos discos con su nombre, “La estrella del rock” (1988) y “Liberación” (1989), acompañada de músicos de grupos madrileños como Esfinge, Cráneo, Labanda y Raza. El estilo de estos discos, mucho más suaves de lo que esperaban sus seguidores que la habían descubierto con Santa, propició que estos discos pasaran con más pena que gloria entre los rockeros de la época.

Desde entonces, Azuzena se retiró de la actividad musical y poco más se supo de ella hasta la noticia de su fallecimiento, el 31 de enero de 2005.

Santi Fernández «Shan Tee»