A PERFECT CIRCLE “Thirteenth step” (2003)

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aperfectcircle_thirteenthstepLa publicación de “Mer de noms” fue como una caricia de brisa en la cara. Sí, sé que es hortera decirlo con esas palabras, pero basta citar “Judith”, “The hollow”, “Brena” o “3 Libras” para caer en un placentero sueño que induce a dejar volar la mente por confines imposibles. Si no compartes esa sensación, es preferible que dejes de leer esta insignificante crítica antes de descubrir que este segundo viaje profundiza aún más en la introspección que dio vida al embrión de A Perfect Circle.

El primer álbum colmó con creces las expectativas depositadas en él. En un momento dado podía entusiasmar por igual a un metalhead que a un gótico, un rockero e incluso un indie-poppy. Ese poder de llegada se unía a una indiscutible inspiración traducida en temas como los citados arriba. Hasta ahí, todo bien. ¿Qué nos tendrían reservado? ¿Serían capaces de ir más allá? ¿Superarían el debut? Descifremos la incógnita.

En primer lugar, cabe reseñar que Billy Howerdel, la cabeza pensante de este proyecto más que consolidado, ha aglutinado bajo el mismo manto a una formación compuesta por viejos conocidos suyos. Además de los fijos Maynard James Keenan (Tool) y Josh Freese (The Vandals y miembro eventual de Guns n’ Roses), para esta secuela se ha acompañado del bajista Jeordie White (más conocido por el apodo que adquirió en Marylin Manson, Twiggy Ramírez) y el guitarrista James Iha (Smashing Pumpkins). Aún parece increíble que este combo participara en el renacido Lollapallooza junto a Jane’s Addiction, Audioslave, Incubus o QOTSA y girara por medio planeta el verano pasado, pero así es.

Volviendo a las dos primeras cuestiones, “Thirteenth step” nos adentra en una dimensión distante de la rutina cotidiana. De qué otra manera se pueden definir doce pistas sin apenas guitarras distorsionadas y de sonido envolvente. Esto no es Radiohead, si es eso lo que estás pensando. Coge retazos de “The fragile” o “Lateralus” y haz la conversión debida para obtener un resultado homogéneo, minimalista y menos convencional todavía que su predecesor. Es decir, es un trabajo que exige ser desmenuzado con mimo. Sin esa predisposición difícilmente puedas vibrar con “Weak and powerless“, “The noose”, “Vanishing” y “A stranger”, que a mi me siguen evocando los mismos paisajes bucólicos de “Orestes”. Ello no priva de que “The nurse who loved me” o “The outsider” (atención a la visión del suicidio que esconde la letra) te cautiven a la primera escucha.

A Perfect Circle han hecho el más difícil todavía y tal experimento les ha ayudado a crecer. A cambio, se han dejado por el camino una pizca de accesibilidad y con ella, parte de la magia de “Mer de noms”. En cualquier caso, progresan (adecuadamente) y eso se agradece en un panorama musical donde la mayor parte del tiempo echamos mano del refrito para despreciar propuestas diferentes. No hay más preguntas.

J.A. Puerta