THE POLICE + FICTION PLANE – Jueves 27 de septiembre de 2007, Estadio Olímpico Lluis Companys (Barcelona)

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Faltan todavía un par de horas para que salga mi vuelo y estoy en una cafetería del aeropuerto de El Prat, intentando tomarme un café que sabe a rayos mientras escribo esta birria de reseña. Todavía resuenan en mis oídos los últimos guitarrazos de “Next To You” de la noche pasada mientras me pregunto qué hubiera pasado de haber insistido un poco más en que volvieran a salir, al fin y al cabo dos horas menos cuarto “sólo” dieron para 21 canciones, pero eché de menos unas cuantas. Demasiado corto para tanta espera, supongo.

56.000 asistentes más un invitado: el frío, que se presentó sin avisar. Y también sin avisar, a eso de las 19:30 horas salieron al escenario unos con unas guitarras y una batería. Perdonad que no os diga quienes eran, pero resulta que ellos tampoco se presentaron. Cuando empezaron a rasgar sus guitarras como si fueran boy-scouts en pleno fuego de campamento me temí lo peor, pero como decía un amigo mío: “piensa mal y te quedarás corto”, y efectivamente… el rato que me hicieron pasar no se lo perdono por muchos años que viva.

Imaginaos el grupo de crías de la parroquia del barrio que “amenizan” la misa de doce con su do-la-fa-sol, pero con percusión y desafinando. Pues más o menos. Eran de por aquí, me refiero a la zona de Barcelona, al menos eso me dijeron unos sufridos y pacientes espectadores obligados (como yo) autóctonos, pero cantaban en un inglés pachanguero que si los pilla el profe de inglés de primero de B.U.P. (ahora 3º de E.S.O., no?) los suspende de por vida. El caso es que eran auténticamente soporíferos, lo más aburrido que he visto jamás, y no se cortaron un pelo en soltar toda aquella morralla delante de las cinco o seis mil personas que había ya en el recinto, y subiendo.

Todo baladas y medios tiempos, con un cantante soso como él solo y desafinando que daba vergüenza ajena. En fin, un tostón inaguantable que afortunadamente sólo duró media hora. Eso sí, a los 30 minutos justos les cortaron y devolvieron al agujero de donde nunca debieron salir. Claro que la culpa no es toda suya, también tiene parte el inconsciente al que se le ocurrió llevarlos a ese sitio para dejar el pabellón por los suelos.

FICTION PLANE

A eso de las 20:30 horas, más o menos, saltó a escena un trío llamado Fiction Plane, en el que canta y toca el bajo un tal Joe Sumner, más conocido por “el hijo de Sting”. Parece ser que fue imposición del propio Gordon Mathew Sumner para poder llevar a efecto la reunión y gira de los propios The Police. Bien, el caso es que tenían que demostrar que merecían abrir los conciertos del grupo de papi y, sinceramente, lo demostraron de sobra, porque dejaron un magnífico sabor de boca.

Tienen un evidente ramalazo a Police, tanto en la música como en la propia voz de Joe, calcada a la de su padre. Digamos que básicamente son eso, pero con momentos cercanos al jazz-fusión y la experimentación, con una peculiar forma de entender un instrumento como el bajo y probando todo tipo de efectos en la guitarra. Pues eso mismo, como los Police más auténticos y menos comerciales, pero revisados y actualizados.

Tienen dos discos publicados que no he escuchado en mi vida, “Everything Will Never Be Ok” (2003) y “Left Side Of The Brain” (2007) que es el que presentaban para la ocasión. Ya digo que en lata no sé cómo sonarán, pero en directo a mí me convencieron. Tienen web: www.fictionplane.net por si queréis saber algo más.

THE POLICE

Con media hora de retraso empezaron a sonar los acordes de “Message In A Bottle”, se encendieron los focos blancos obligados para que las cámaras y prensa pudieran hacer su trabajo, y se desató la euforia tantos años almacenada para la ocasión. Una especie de emoción contenida dejó de estarlo y los tres músicos pelaos y mondaos se hicieron dueños de la situación. Insisto en que eran los tres solos, sin acompañamiento de teclas, ni coristas, ni nada que contaminara el sonido puro del grupo. Solamente los tres, nadando en un escenario que les sobraba por todos los flancos, sobrio, sin aditivos, ellos con sus instrumentos y cuatro amplis mal puestos. Suficiente y, al menos para mí, algo que le dio valor añadido al concierto.

Eso sí, el escenario era mastodóntico, todo él una gigantesca pantalla que nos salvó a los que estábamos a más de 150 metros y no veíamos un carajo de lo que se cocía en escena, al menos de forma directa. El asunto visual lo completaba un juego de luces simple como la carrocería de un chupete, pero espectacular, repartido entre el escenario y las cuatro torres instaladas en la pista que, además, soportaban parte del P.A. y que era necesario para cubrir todo el recinto, aunque algo molesto para las filas de graderío que lo tenían delante.

El problema real del sitio es que, como decía antes, los varios miles que estábamos cómodamente sentados (con permiso del frío) en la zona norte, justo enfrente del escenario, teníamos que aguantar el sonido medio segundo largo después de la imagen, por aquello del desfase entre los 300.000 km/s de la luz y los 340 m/s de la música. Pero vamos, que estos inconvenientes y los añadidos de los nubarrones que amenazaban por septentrión no tenían que aguarnos la noche, y no lo hicieron.

La siguiente en caer fue “Synchronicity II”, con todo el escenario haciendo de mosaico con los colores del disco. Realmente espectacular. Aquí un Sting con menos pelo que de costumbre presentó a sus dos compañeros por primera vez, y de paso “Walking On The Moon”, tema que alargaron con los interludios típicos del grupo, de cierto sabor reggae.

La primera sorpresa de la noche, por inesperada, vino de la mano de “Voices Inside My Head”, que empalmaron con “When The World Is Running Down, You Make The Best Of What Still Around” para hacer las delicias de los más puristas (entre los que me encuentro, ojo) en detrimento de los que fueron a escuchar lo de siempre, porque ese fue otro de los fuertes de la noche, el repertorio. Digamos que contentaron a partes iguales a los más fans y a los más “voy a ver si tocan la que sale en la radio”, no sé si me explico. Bueno, pues este fue uno de los mejores momentos de la noche.

Ya llevaban cinco temas y me estaba dando la sensación de que faltaba algo… no sé, como si un suplemento de energía les viniera bien para redondear la actuación. Se nota el paso del tiempo, ya no saltan ni corren por el escenario como hace tres décadas, ni siquiera dos. Cumplen y bien, pero les falta ese punto de “ganas” que habría hecho del mismo repertorio algo más impresionante todavía, y de hecho uno de los ejemplos fue “Don’t Stand So Close To Me”, la siguiente en sonar. Es cierto que quisieron reproducir la versión del mismo tema que grabaron en el ‘86 una vez separados, algo más sosa que la del “Zenyatta Mondatta”, pero faltó eso que digo, un pelín más de ganas.

Otro sorpresón para el que firma fue “Driven To Tears”, y también otro de los mejores momentos de la noche. Aunque la tocaban en directo habitualmente (ahí está su disco en vivo para corroborarlo), me extrañó que la incluyeran en el repertorio, quizá fuera una sensación errónea mía a priori, no sé, el caso es que me llevé un alegrón del quince y empecé a vislumbrar más o menos lo que podía o no entrar en el repertorio. Lo que tiene de bueno que el grupo toque “a pelo” va en detrimento de no poder escuchar algunos temas del “Ghost In The Machine” o del “Synchronicity” por aquello de los arreglos y tal. Resignación pues.

Una pletórica “Hole In My Life” al estilo antiguo (los mismos arreglos que en 1978) dio paso a una “Truth Hits Everybody” descafeinada por más lenta de lo habitual, aunque así y todo quedó muy bien. Estos tres últimos temas habían apagado un poco a los menos puestos en asuntos Police, así es que el subidón con “Every Little Thing She Does Is Magic” fue general, algo normal por otro lado.

En “Wrapped Around Your Finger” Stewart Copeland usó un xilófono (creo, porque no sonaba a marimba y desde mi posición no pude certificarlo) y “De Do Do Do De Da Da Da” puso la nota hortera de la noche, también inevitable. Lo contrario ocurrió con “Invisible Sun”, que le dio el punto elegante al repertorio, lo mismo que “Walking On Your Footsteps”, en ambos casos con ejecuciones magistrales.

Andy Summers llevaba una noche demasiado a lo Robert Fripp, con unos solos más experimentales que de costumbre y quizá también algo más fallón de lo que hubiera sido deseable. Se tiró prácticamente todo el tiempo usando una Stratocaster roja, pero cuando utilizó la Telecaster de siempre le dio el matiz que le faltaban a algunos temas, y no es que sonara mal con la otra, pero el excesivo brillo de la Strato mató algunos de los efectos. Sin embargo “Can’t Stand Losing You” sonó de lujo, y además terminó fundiendo con “Regatta De Blanc” con la que, para mí, alcanzaron el clímax. Sin duda el mejor rato de la noche, incluso a ellos se les vio muchísimo más motivados y entregados. Aquí no faltó energía, pero me hubiera gustado que hubiesen estado así todo el tiempo.

Para terminar la primera parte del concierto eligieron “Roxanne”, con la respuesta que podéis imaginar por parte del respetable. En este punto hicieron un mínimo descanso que aprovechó el personal para dedicarles los grandes éxitos del público hispano, tales como “oé oé oé oé” y “oooooo-tra, oooooo-tra”. Yo aprovecho también y voy a pedirme otro café, esta vez descafeinado, por si el problema fuera de las entrañas de la propia cafetera, y así de paso saludo a la camarera, que también le pone un punto de elegancia y trapío al sitio este.

Iniciaron la segunda parte empezó con “King Of Pain”, que rebajó un poco el nivel de adrenalina general, aunque sonó espectacular. Siguieron con “So Lonely” para volver a dejar la concentración de dicha hormona en los niveles anteriores y rematar la faena con una soberbia “Every Breath You Take”, para muchos (sobre todo muchas) el momento más esperado y el punto y final a su actuación.

No hizo falta mucha insistencia para volver a salir y arrancarse por “Next To You”, esta vez sí el final de verdad, muy bueno para terminar pero que dejó a la parroquia con ganas de más, porque se hizo muy corto, demasiado.

Sting está pletórico de voz aunque tuviera que variar la melodía en algunos temas, y sigue tocando como siempre, Andy Summers sigue igual de inexpresivo y de raro, y Stewart Copeland es una máquina que suda la camiseta igual que hace treinta años. Gran sonido, espectáculo digno de un grupo como ellos y satisfacción general de un personal con una media de edad bastante alta para lo que viene siendo habitual.

Se echaron de menos algunos temas… no sé, por ejemplo “Bring On The Night”, “Synchronicity I”, “Spirits In The Material World” y tantos otros. Si en vez de en Barcelona tocan en la plaza de mi pueblo subidos en un remolque, no salen de allí hasta que agoten los cinco discos de estudio, so pena de bañarse en el pilón.

En fin, que fue lo que se esperaba. Y hablando de esperar, yo ya no espero más y me voy zumbando a la puerta 22 que están llamando para embarcar.

Me encanta Barcelona, pero me esperan un poco más al oeste.

Texto: Alvar de Flack