Editorial Septiembre 2006: “Aguantando el tirón”

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Corren tiempos en los que renegar de la propia personalidad es síntoma de una supuesta madurez educativa o de un afianzamiento de la propia capacidad de decisión o de interpretación. Todo aquello que antes nos daba igual, ahora parece que es lo que debe ser, y debe serlo, además, en detrimento de nuestra propia cultura e identidad, de todo aquello por lo que hemos luchado o, al menos, aquello que creíamos lo correcto.

No sé bien si es un camino sin retorno o si solo es el camino de ida. Quizá se parezca más a esto último, en cuyo caso implicaría que llegará el día en el que las cosas vuelvan a su estado, digamos, normal (que no natural, por supuesto).

En unos tiempos en los que renegar del heavy está de moda, reivindico de nuevo esta palabra-saco en la que, no hace mucho, cabían todos los estilos que ahora parece que nunca tuvieron nada que ver. No pretendo decir si es acertado o deja de serlo, pero cuando Aerosmith, ZZ Top, Rush o Slayer era todo “heavy”, las cosas eran mucho menos segregadoras, menos pijas. Ahora la palabra “heavy” se suelta con cierto desprecio por quienes, tampoco hace mucho, lucían muñequeras de pinchos o se dormían mecidos por “The trooper”.

Además de disfrutar tirando por tierra lo que antes era placentero, parece que también dé vergüenza admitir que se sigue formando parte de tal o cual colectivo alegando no se qué cosas de la edad y los cambios hormonales, nutriendo su remozado gusto con cosas más acordes con lo que demanda el entorno, que no el cuerpo. A veces cuanto más guarro y simple, mejor y otras todo lo contrario. Se extreman las preferencias, partiendo por la mitad: de los Ramones a Dream Theater sin posibilidad de intersección. Uno u otro, y a veces resulta que quienes han dado forma a la situación eran los más eclécticos en los ‘90. Paradojas de la vida.

El afán por explorar otros terrenos debe ser legítimo, y en esa legitimidad es loable. Cerrarse a determinadas expresiones culturales sin motivo aparente va en contra del progreso y del propio desarrollo educativo del individuo. Es más, puede tratarse de un ejercicio de lo más saludable, siempre y cuando sea la persona la que controla el entorno y no al revés. Esto es lo más importante, mantener la independencia, la capacidad de decisión, y no salir de una corriente para caer en el seno de otra, quizá más destructiva por lo que tiene de inestable, tras una hemorragia de felicidad pasajera.

En fin, que jamás pensé que tuviera que llegar a escribir esto, pero si ahora el viento sopla de aquel lado prefiero seguir en este mirando como alguno se estrella contra su propio muro. Venga, va, otra vez a contracorriente como los salmones (ver editorial de enero de 2006). Soy heavy porque me gusta Pink Floyd, y punto.

Salud.

PD.- Acabo de rejuvenecer 25 años de golpe.

Alvar de Flack