KISS + IMPERIAL STATE ELECTRIC – Martes 22 de junio de 2010, Palacio de los Deportes de la Comunidad (Madrid)

¡ Comparte esta noticia !

Pocas veces se vive una expectación y un ambiente tan intensos como en un concierto de Kiss. Los alrededores del Palacio de los deportes era un hervidero de caras pintadas, logos del grupo por todas partes, padres con hijos, incluso familias enteras ataviadas como los cuatro músicos, algo realmente aconsejable de presenciar para cualquier rockero que presuma de tener un currículum de eventos importante.

El recinto abarrotado, creo que con más gente de la que sería aconsejable por prudencia y seguridad, con todo vendido y gente en las escaleras, pasillos o cualquier hueco que dejara libre un espacio para los pies. Algún día va a pasar algo si se sigue sobreexplotando el espacio físico, aparte de que la comodidad, que es un elemento importante si hablamos de calidad del espectáculo y su relación con el precio, se ve claramente afectada.

IMPERIAL STATE ELECTRIC

Yo ni siquiera sabía que había grupo telonero, cosas de las prisas y la improvisación, así es que cuando vi que se apagaban las luces y empezaba a sonar el P.A. me senté cómodamente (es un decir) a ver quienes eran y de qué iban. Lo de “ver” también es un decir, porque desde tan lejos no podía leer lo que decía su logo, impreso en el parche del bombo de la batería, aunque luego pude comprobar que se trataba de los IMPERIAL STATE ELECTRIC, el nuevo proyecto de Nicke ‘Royale’ Andersson, ex–guitarrista y cantante de los desaparecidos Hellacopters y de Dregen, ex–guitarrista de Backyard Babies primero y también de Hellacopters después.

Lógicamente, con esas referencias no podía sonar a otra cosa que no fuera Punk-Rock’n’Roll guarrete y guitarrero del que practicaban las bandas-madre del proyecto, que pudieron ofrecer un buen concierto y en buenas condiciones, ya que gozaron de un buen sonido, algo que no todos los teloneros pueden decir. Todavía me acuerdo del desastre de concierto de los Backyard Babies en ese mismo sitio teloneando a AC/DC en 2001 (gira del “Stiff Upper Lip”), y afortunadamente no tuvo nada que ver aquello con esto. Buen grupo y temas que hicieron disfrutar al personal. Todavía no tienen disco publicado, pero están en ello.

A las 21:00 h. se vuelven a apagar las luces de un escenario cubierto por un telón negro con el logo gigante de KISS, al tiempo que sobre las pantallas de vídeo situadas a ambos lados y por encima del escenario, se ve como un montaje hecho con SIGPAC (localizador por satélite) ofrece un plano picado sobre el Palacio de los Deportes, mientras se ve a los miembros del grupo, en directo, accediendo al escenario. De repente se escucha la conocida frase: “Hello Madrid, you wanted the best, you got the best… the hottest band in the world: KISS!!!”, cae el telón, se encienden las luces y empieza el espectáculo.

Los músicos aparecen tras el backline, con pelucas negras, maquillados y vestidos como en su primera época, montados en una plataforma que se mueve por un sistema hidráulico, mientras en la parte frontal del escenario, bajo la batería, se eleva hasta quedar vertical un dispositivo, también hidráulico, sobre el que está montado el logotipo luminoso del grupo. Eric Singer se queda arriba, en la batería, y la plataforma baja hasta el escenario, de la que descienden Gene Simmons, quien se coloca a la izquierda, Paul Stanley en el centro y Tommy Thayer a la derecha.

“Modern Day Delilah” de su último disco “Sonic Boom” es la primera canción en sonar. Personalmente no creo que sea la mejor para empezar el concierto, pero el espectáculo global, el conjunto músico-visual hace que el público no esté centrado exclusivamente en la música y, por lo tanto, se minimiza la importancia de este detalle. Mucha pirotecnia, muchas y bien puestas luces, buen sonido y la leyenda viva sobre el escenario. Que lástima que Paul Stanley se empeñara en dejar claro que es un hortera redomado y soltara un “¡Madrid!” con un grito estrafalario que también demostró lo justo que anda de voz.

En la parte posterior del escenario había una fila de pantallas de amplificador y sobre ellas, y bajo la batería, algunas filas de monitores sobre las que se iban proyectando imágenes relativas al tema que se estaba tocando. Por cierto, hay que decir que la realización que se ofrecía en las pantallas gigantes era realmente buena.

La siguiente en sonar fue “Cold Gin”, uno de los muchos clásicos de la primera época del grupo que sonarían a lo largo de la noche, como la siguiente “Let Me Go Rock’n’Roll”. Al terminar esta canción, desgraciadamente vino otra demostración de que no por mucho miembro de Kiss que sea uno, deja de ser un inculto. Dio la sensación de no saber dónde está tocando cuando Paul se puso a canturrear “Una paloma blanca” y “Cucurrucucú”. Lamentable. De vergüenza ajena, vamos. Hay que dejar de aplaudir estas estupideces y decirle a quien sea, incluido Paul Stanley, que esto ni es México ni somos tan horteras. Una buena silbada hubiera estado mucho mejor que jalearle al terminar de hacer tamaño ridículo, a ver si aprenden ya. Quedó a la altura del betún.

Pasado ese trago, Paul no tuvo bastante y soltó la sobada frase de que éramos los Nº 1 y ese tipo de cosas que se sueltan para que el público responda, y anunció “Firehouse”. Llegaba con dificultad a los agudos, pero iba mejorando. En un momento de la canción parece como si Paul tuviera más dificultades de las normales y Gene, que estaba atento, le tomó el relevo para terminar la canción. Justo al final, entre fuego y pirotecnia, se llena el escenario de humo (el efecto del hielo seco) y Gene aparece con una antorcha para escupir una bocanada de fuego.

“Say Yeah”, también del último disco, es la siguiente en sonar. Más explosiones, más fuegos artificiales y más espectáculo visual, pero la guitarra de Tommy Thayer apenas se escucha. A esas alturas, Gene ya está sudando a chorros y se le empieza a quitar el maquillaje. La respuesta del público con esta canción es, quizá, la más fría de la noche, pero “Deuce” pone las cosas en su sitio y la intensidad vuelve a crecer para llegar a uno de sus momentos más altos con la siguiente, “Crazy Crazy Nights”, coreada al unísono por todo el recinto.

“Calling Dr. Love” y “Shock Me” vuelven a bajar el nivel, ambas con sendos solos insulsos a cargo de Tommy Thayer, aunque justo después se desquitó con un solo de guitarra acompañado por la batería en el que ensambló fragmentos de solos de Jimmy Page con Led Zeppelin, para terminar colgando la Gibson Les Paul de un cable que la elevó hacia el techo del escenario, creando un efecto visual impactante. A continuación, Eric Singer demostró su habilidad con el instrumento en un solo corto y nada pesado, para terminar con sendos disparos de cohetes desde la guitarra de Tommy y desde una especie de bazoka que utilizó Eric para derribar algo que estaba colgado sobre la parte superior izquierda del escenario.

“I’m An Animal”, de su último disco, y “100.000 Years” no tuvieron más historia, aparte de los efectos pirotécnicos y de luces, que eran permanentes, y la buena ejecución de los temas. Justo al terminar, Paul demuestra que está mejor de voz que al principio del concierto haciendo piruetas con ella sobre un ritmo de batería, aunque entre medias se le escapa algún “gallo” que otro de su micro especial (NOTA.- Para los que habéis visto a Whitesnake en directo, es parecido al que utiliza David Coverdale, capaz de controlar las frecuencias que entran y tratarlas al instante, y resistente a los vaivenes y jugueteos con el cable).

Gene entra en escena con su bajo en forma de hacha. Bajo una luz especial y dramatizando el momento de forma creíble, pone en acción su efecto por excelencia, el que le hizo mundialmente famoso y también atacado, que culmina escupiendo sangre. La sorpresa vino cuando, colgado de dos cables, se elevó hasta una plataforma situada en la parte superior del escenario, sobre los focos, desde donde cantó “I Love It Loud”, otro de los mejores momentos de la noche.

Como no nos había quedado muy claro que en geografía andan bastante flojos, Paul nos vuelve a obsequiar con otro momento ridículo cantando “Guantanamera”. Ya no sabe si somos México, Cuba o las dos cosas a la vez. En fin, un pescozón a tiempo hubiera evitado tener que aguantar este tipo de situaciones. A lo mejor alguien se lo dice algún día y se da cuenta de la imagen tan patética que deja. En fin, que podría habernos evitado el momento.

Bien, a lo que vamos, “Love Gun” empieza a capella y, tras una explosión, suena en toda su plenitud y coreada por el público. La sigue “Black Diamond”, cantada por Eric Singer y con “Detroit Rock City” termina la primera parte del concierto, con las plataformas de batería y de las guitarras elevándose y volviendo a descender, entre petardos, fuegos artificiales y otros efectos.

Tras un breve descanso, vuelven a aparecer, con Paul envuelto en una bandera de España, para que Eric cante “Beth”, a la que sigue un fragmento de “Forever” y, para mí, el mejor momento de la noche con “Lick It Up”. Explosiones, fuego y efectos de luz acompañan al tema, y el público está totalmente entregado. Después tocan “Shout It Out Loud”, que empieza con otra gran explosión y da paso a la, probablemente, canción más hortera de la historia del Rock: “I Was Made For Lovin’ You”.

Paul se sube a un soporte que cuelga de una barra que, a su vez, nace del escenario y termina, sobrevolando las cabezas del público, en una plataforma circular que se monta en el centro del recinto, justo donde termina la pista y empieza la grada frontal. El soporte traslada al cantante hasta la plataforma para que destripe desde allí la canción. Al finalizar vuelve al escenario y empalma con otro de los himnos que nunca soporté de Kiss: “God Gave Rock’n’Roll To You II”. Durante el desarrollo de la canción tengo la sensación de que hay algunas partes pregrabadas de los coros y los tonos altos, aunque no podría asegurarlo al cien por cien, pero que se hacen especialmente visibles al cambiar la tonalidad de la frase.

Para terminar el concierto de forma apoteósica, nada mejor que “Rock’n’Roll All Nite”. Una explosión de confetti (realmente son trozos de papel de tamaño más grande, de lo contrarío crearía una atmósfera irrespirable y muy peligrosa) hace que se pierda la visibilidad, mientras siguen las explosiones, los efectos luminosos y las plataformas con mecanismos hidráulicos moviéndose. Cuando la nube de papel termina de descender, se encienden ruedas de fuegos artificiales sobre la batería, las plataformas de guitarras y batería se elevan creando un efecto “a reacción” y caen chispas en forma de cascada desde la parte frontal de la barra de los focos, para terminar con una explosión y el apagado de las luces. Las pantallas de vídeo quedan encendidas con una frase que dice “Kiss loves you”.

Como curiosidad decir que, una de las cosas que siempre pensé que algún día podrían pasar, que es poder llevarte lo que acabas de ver en un bolsillo, ocurrió. En las pantallas de vídeo podía leerse algo así como que el concierto de esa noche estaba disponible en mp3 en uno de los stands, grabado en un pendrive con el logo del grupo. A la salida me dieron tentaciones de hacerme con él, pero dados los precios del merchandising del grupo, pensé que sería mejor emplearlos en algo más productivo, por ejemplo un bocata y una cerveza.

La sensación al terminar es la de haber asistido a un auténtico espectáculo de Rock and Roll, temas clásicos acompañados de montones de efectos visuales, pirotécnicos y mecánicos. Toda una fiesta como dicen los propios Kiss. Pero sin embargo, y reconociendo que lo que acabo de ver es eso, un gran espectáculo que merece el precio de la entrada y deja con buen cuerpo a los presentes, a mí me deja un poco huérfano de música. Hubiera preferido otro set-list, más variado en cuanto a sus etapas y con otros de los muchos temas que acumulan ya como auténticos clásicos. Tanta canción de la primera época deja un saborcillo algo rancio y obvia su etapa más fructífera, musicalmente hablando, que abarca todos los ‘80 y ’90, pero estos son los Kiss de 2010, un grupo de auto-homenaje y con el exceso como bandera.

Otra muesca en el revólver pero insisto, al final, tanta exageración hace que se eche de menos la música.

Texto: Alvar de Flack

Fotos: jfzepp