Editorial Mayo 2016: “Los pasados de moda”

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editorial_mayo2016Me resulta curioso, cuanto menos, constatar cómo el soporte y el formato de la cultura afectan no ya a nuestra forma de consumirla, sino a los mismos productos culturales y a su forma de entenderlos. Precisamente, la música es una magnífica muestra de esto. Por ejemplo, “Thick as a Brick” (1972) de Jethro Tull es un disco que debía tener una sola canción pero que, por el hecho de tener que distribuirse en un vinilo de dos caras, tuvo que ser dividido en dos canciones; o el álbum “Powerslave” (1984) de Iron Maiden, con sus numerosos detalles y guiños visibles en la portada que se perdieron con la reedición en CD; o, como último ejemplo, cualquier remix de un tema originariamente grabado en mono que, años después, se permite jugar con los canales de grabación y las voces del tema. Hoy en día, con la convivencia más o menos pacífica entre el formato digital, el compact disc y el vinilo, un músico es alguien que debe tener claro en qué soporte quiere que se consuma primordialmente su música, incluyendo el directo. Las empresas musicales también deben tomar una decisión similar a la hora de comercializar la música.

Quienes nos dedicamos al periodismo musical de forma más o menos seria hemos visto un cambio brutal en este sentido. Un crítico de hace treinta años recibía a domicilio cantidades ingentes de vinilos que no podía pasar rápido para lidiar cuanto antes con una reseña poco entusiasta. También dudo que usara auriculares. Poner las novedades del mes en el reproductor casero suponía llenar el comedor de forma obligada con una música que solía dejar frío al articulista en cuestión. Además, su colección de discos aumentaba cada día sin rascarse el bolsillo. Esto era así porque en Europa, a diferencia de los Estados Unidos, la crítica musical solía tener mucho peso entre el público. Esto explica por qué bandas como unos primerizos Manowar arrasaban aquí mientras que en América tenían suerte si teloneaban a Ted Nugent; en efecto, la crítica europea siempre les fue favorable.

Pero con la llegada de la era digital, hacerse crítico de rock pasó a ser la forma menos efectiva de todas de hacerse con una colección de discos. El cambio de formato fue la oportunidad de oro para las distribuidoras. El mercado europeo es ahora más rentable que nunca, me imagino: enviando copias digitales a los medios más distinguidos, te aseguras cientos de críticas que serán leídas en clave publicitaria por muchos interesados. Es mejor que ahorrar dinero: es ganarlo usando a otros que no cobran. Así, mucha gente entiende la crítica musical como un eslabón más en la distribución de un disco. Nada más lejos de la realidad, por lo menos desde The Sentinel.

Los cambios de formato han afectado al público, a los músicos y a los periodistas. Tengo la impresión que los únicos que se han beneficiado realmente de ellos han sido quienes ya venían beneficiándose del modelo anterior. Hay cosas que no cambian nunca, pero quisiera terminar con algo un poco más positivo.

Hoy quiero dar las gracias a todos los músicos que han decidido mandarnos una copia física de su trabajo. Naturalmente esto no puede influir en nuestra reseña, pero puedo asegurar que es un detalle que no nos pasa por alto. Sabemos, además, que quienes deciden hacerlo así no son músicos profesionales ni “empresarios del rock”, sino personas que han dedicado su tiempo y su dinero a grabar un disco. En resumen, lo han hecho quienes estaban menos obligados a hacerlo. Así, para todos los pasados de moda que nos han mandado su disco, y para todos los que lo harán… We salute you.

Jaume “MrBison”